El barrio de Har Nof en la parte oeste de la ciudad ha amanecido entre fuertes medidas de seguridad, con un despliegue especial de agentes, tras la que ha sido la agresión más mortífera en la ciudad santa en años. En total fueron siete los fallecidos, incluyendo los dos atacantes palestinos, que utilizaron armas blancas y una pistola.
Sin embargo, los fieles de la sinagoga de este barrio ultraortodoxo no han cambiado sus costumbres y apenas 24 horas después han acudido al primer rezo de la mañana, momento aprovechado ayer por los asaltantes para irrumpir en el templo.
Fue el mismo martes cuando se organizaron los funerales para despedir a los cuatro primeros israelíes fallecidos, muertos durante el ataque, protagonizado por dos palestinos de Jerusalén Este. El quinto perdió la vida durante la noche en el hospital.
Según los servicios secretos israelíes, los agresores no pertenecían a ningún grupo extremista. Se sospecha que se trató de una venganza por la muerte de un conductor de autobús palestino que apareció ahorcado el día anterior. La policía israelí dictaminó que fue un suicidio pero la familia cree que fue asesinado por judios ultraortodoxos.
El primer minsitro israelí, Benjamín Netanyahu ha responsabilizado al grupo islamista Hamás y a Mahmud Abás por incitar a la violencia y ha prometido una respuesta firme. Además, ha reforzado la seguridad no sólo en el barrio sino en toda Jersualén. Para ello ha desplegado a dos nuevas brigadas de la policía de fronteras y ordenado, por primera vez en décadas, instalar controles en las entradas de Jersalén Este.