Me-Mo, a la búsqueda de la “gran foto”

Me-Mo, a la búsqueda de la “gran foto”
Derechos de autor 
Por Luis Carballo
Compartir esta noticiaComentarios
Compartir esta noticiaClose Button

A pro-Russian woman and a Ukrainian Army commander take cover from the rain in Andreevka, Ukraine, May 2014 © Manu Brabo

PUBLICIDAD

La cooperativa de fotógrafos hispano-italiana ha estrenado su innovadora revista digital Me-Mo Magazine, que coloca a este colectivo como referente mundial del fotoperiodismo. Me-Mo Magazine se presentó en 13 de febrero en la Blueproject Foundation de Barcelona, el 17 de febrero en el club Frontline de Londres y el 19 de febrero en el bar 61 de París.

Los fotógrafos recorren miles de kilómetros para ir a los lugares donde ocurren cosas, hechos que hoy escribirán los titulares del día y que, quizás mañana, pasen a formar parte de nuestra historia común. Persiguen los reportajes durante semanas o meses, incluso años, viviéndolos y – en ocasiones, también sufriéndolos – en primera persona.

Durante el tiempo que dura la misión disparan sus cámaras miles de veces, tratando de captar ese instante que lo cambia todo, ese momento mágico- y a menudo, trágico- que resume una crisis, una guerra, una revolución, un sueño colectivo, un desengaño, una traición. Cortejan a los protagonistas de las historias que documentan, viviendo las mismas situaciones y exponiéndose a los mismos peligros.

En ese paréntesis, los reporteros se acostumbran a las jornadas interminables de trabajo, en condiciones muy duras, con riesgo físico y carga psicológica; situaciones duras de encajar, que golpean el estómago y las convicciones personales. Los subidones de adrenalina y los bajones de moral se acaban aceptando como una “montaña rusa emocional” inevitable.

No son situaciones “normales”, especialmente, para alguien ajeno a esas realidades; pero el fotógrafo acaba fundiéndose de tal manera con el paisaje, que al final se convierte en parte de esa realidad. Entiende y comprende lo que está ocurriendo y, por eso, puede contarlo.


A fighter of the Free Syrian Army helps a friend wounded by sniper fire in the quartier of Izza, Aleppo, Syria. Sept 2012 ©Manu Brabo

Aunque, resulta difícil plasmar ciertas cosas en una fotografía o en unas pocas líneas de texto. ¿Cómo poner palabras al dolor de una madre al ver morir a su bebé aplastado bajo las bombas de un dictador? ¿cómo retratar el anhelo de libertad de pueblos y gentes que llevan décadas oprimidos? ¿o la lucha diaria de hombres y mujeres que combaten de manera anónima y silenciosa el oscurantismo de sociedades que se niegan a mirar al futuro sin miedo? Es complicado retratar el alma humana y sus misterios.


Gracanica, Kosovo. A Serbian woman outside the containers given by Russian aid organizations to shelter displaced ethnic Serbs who were forced to flee their towns and villages after the 2004 riots, 01/03/2012. ©Guillem Valle

Finalmente, el trabajo de meses o años quedará reducido a un puñado de imágenes publicadas en un dominical o, con suerte, una portada en un medio de reputación internacional.

Pues bien, la “gran foto” – the bigger picture, como dicen los anglosajones – es, justamente, lo contrario. La gran foto son todas las imágenes que no se han publicado por falta de espacio, todos los testimonios que se han caído en la edición, todos los detalles que se han eliminado de la maqueta final que llegará, tras numerosos filtros, a los quioscos. Es toda esa multitud de pequeñas historias que dan sentido a la gran historia; aquellas cosas, aparentemente insignificantes, que en realidad son la esencia misma de la propia historia.

Es la soledad de los cadáveres que nadie reclama en una morgue de Oriente Medio; el sudor frío que provocan el miedo y la tensión en situaciones que rebasan a sus protagonistas; son los manchurrones de sangre coagulada sobre los azulejos de un hospital de campaña en un sótano de Alepo, donde los cirujanos operan a vida o muerte a la luz de una vela; la taquicardia que provoca un bombardeo; el pálpito al cruzar a la carrera una esquina cuando intuyes que al otro lado espera paciente el francotirador; la angustia de civiles ucranianos en un refugio de Debaltseve o Donetsk. Todo eso es la “gran foto”.


Relatives attend the funeral of four fighters of the Committees for the Protection of the Kurdish People (YPG) killed in the fighting against Jabat al Nusra near oil rich province of Ramelan. ©Fabio Bucciarelli

A menudo, los redactores jefe de los grandes medios no encuentran tiempo ni espacio para dar cabida a esa gran foto. En cambio, siempre parece haber una cuadrícula disponible para la última exclusiva people con el enésimo desliz con lengua de Miley Cyrus o una presentación en sociedad de mellizos en el Principado de Mónaco.

Por eso es necesario Me-Mo Magazine. Necesario e inevitable, porque esta es la mejor generación de fotógrafos españoles en mucho tiempo. Rara vez en la historia de España ha habido tantos fotógrafos con talento, tan premiados y con tanta proyección internacional. Los cinco que integran el colectivo Me-Mo son todos los que están, pero no están todos los que son.

Por suerte hay muchos más que llevan años trabajando al pie del cañón, contra viento y marea, a pesar de la crisis- económica y de la prensa- contra la miopía editorial. Todos persiguen la gran foto. Me-Mo Magazine lo ha conseguido.

HERMANOS DE ARMAS (BROTHERS IN ARMS)

Me-Mo nació en las ardientes arenas de Libia. La revolución, que en 2011 terminó con cuatro décadas de régimen de Muamar al Gadafi, fue el bautismo de fuego de los tres socios fundadores de la cooperativa. El asturiano-madrileño Manu Brabo, el catalán Guillem Valle y el italiano Fabio Bucciarelli fraguaron allí la idea de montar una colectivo fotográfico que les permitiera tener mayor control sobre su trabajo.


Rebel fighters in Libya during the civil war. ©Fabio Bucciarelli

Pero, los comienzos fueron difíciles, especialmente para Manu Brabo. Manuel Varela de Seijas Brabo llegó por primera vez a Libia prácticamente con lo puesto; sin contrato ni seguro, un equipo a plazos y mil euros prestados.

PUBLICIDAD

Aterrizó con un billete de clase turista con ganas de batirse el cobre con los veteranos que acuden a este tipo de conflictos como virutas de metal atraídas por un imán, dispuesto a hacerse un hueco en la hermandad de los reporteros de conflictos.

Se estrenó en los lances de la guerra un día de marzo de 2011 en un vehículo todoterreno junto a un grupo de rebeldes que escapaban a toda velocidad del fuego gadafista. Una bala de ametralladora pesada entró por la ventana y le reventó la cabeza al copiloto. Manu estaba justo detrás.

Le llevó varios días digerir lo ocurrido, refugiado en la habitación de su hotel en Bengasi, pero regresó al frente, esta vez con un casco que le regaló uno de los rebeldes y que perteneció a un soldado de Gadafi al que ya no le haría falta nunca más.


Libyan rebel fighter fires his machine gun toward loyalist positions down town Sirte, Libya, Oct. 19. 2011. ©Manu Brabo

Al día siguiente fue capturado en Brega por los soldados del dictador libio junto a varios compañeros; los estadounidenses Clare Gillis y James Foley.

PUBLICIDAD

Comenzó un cautiverio de 44 días en las cárceles del régimen en Trípoli durante el que tuvo mucho tiempo para pensar. Fue liberado el 19 de mayo y Manu Brabo se hizo entonces la pregunta con la que se interrogan todos los que han pasado por un trance similar: ¿Ahora qué? Entendió que si no se levantaba en ese preciso instante, entonces quizás ya no lo haría nunca más. Así que pocas semana después volvió a Libia para cubrir la caída de Trípoli.

El mundo vio las imágenes de los rebeldes pateando una estatua dorada de Gadafi en el que fue símbolo de su poder absoluto, la fortaleza de Bab Azizia. Semanas después llegaron las imágenes del dictador, en carne y hueso, zarandeado y golpeado hasta la muerte en su último escondite en Sirte. Una era se acababa en Libia, mientras para Manu Brabo empezaba una nueva etapa.

En ese segundo periplo cambiaron las cosas para él, quizás por aquello de que “la suerte sonríe- a veces- a los valientes”. Se trabajó un hueco entre los grandes, sus fotografías se hicieron habituales en las páginas del Washington Post, New York Times, Time, Der Spiegel, Le Monde o Paris Match. Llegaron los contratos con las grandes agencias, los premios y, al fin, el reconocimiento tan merecido.

Después de Libia, Manu Brabo acudió a documentar la guerra en Siria y la represión del Ejército en Egipto contra los Hermanos Musulmanes. Su cámara inmortalizó la masacre en la plaza cairota de Raba Al Adawiya y los combates en Alepo. En 2013 ganó el Premio Pulitzer por su cobertura de la guerra civil en Siria junto a 4 fotógrafos más de la agencia Associated Press.

Desde entonces no ha parado de recorrer las zonas calientes de la actualidad. En 2014 cubrió la anexión rusa de Crimea y después ha pasado meses fotografiando el conflicto en el este de Ucrania, en la autodenominada República Popular de Donetsk.

PUBLICIDAD

Libia fue una escuela para todos los fundadores de Me-Mo, un viaje iniciático doloroso- pero necesario- que les marcó para siempre. Guillem Valle es ganador del World Press Photo 2011 en la categoría de retratos por un trabajo en Sudán del Sur.

Fabio Bucciarelli ha sido reconocido con la Robert Capa Gold Medal, el World Press Photo y el Premio Bayeux-Calvados de reporteros de guerra.


An Armed fighter of the Committees for the Protection of the Kurdish People (YPG) takes a rest while his companion take position behind sand bags inside a trench in the Syrian town of Ras al-Ain, close to the Turkish border. @Fabio Bucciarelli

ADIÓS AL PAPEL, BIENVENIDA LA TABLET

Me-Mo Magazine ha roto una tradición centenaria de la prensa: publicar en papel. El colectivo tuvo claro desde el principio que su proyecto de fotografía documental y social debía utilizar otras bases, más acordes con los tiempos que corren, pero sin renunciar a los viejos principios del fotoperiodismo de raza.

De hecho, en su forma de trabajar recuerdan mucho a grupos que han escrito algunas de las páginas más gloriosas de la fotografía, como Sigma, Rapho, Gamma o Sipa, cuando París era el epicentro mundial del fotoperiodismo. Ahora, ese centro gravitacional se ha desplazado y uno de sus principales ejes pasa por Madrid y Barcelona.

PUBLICIDAD

Me-Mo Magazine es la unión de los tres socios fundadores del colectivo- Manu, Fabio y Guillem- con los fotógrafos españoles José Colón y Diego Ibarra Sánchez, la franco-iraní Maral Deghati, que hace las veces de redactora jefe y la plataforma de desarrolladores y diseñadores gráficos Libre, con base en Turín.

Más una nube de colaboradores y amigos que arriman el hombro para sacar adelante el proyecto.

Me-Mo es el acrónimo en inglés de Memory in Motion, Memoria en Movimiento, en español.

Memoria por el anhelo documental que guía los trabajos de los fotógrafos del colectivo, por el ansia de hacer reportajes sin prisas ni fecha de caducidad, sin inclinarse ante la tiranía de la inmediatez que exige la generación internet. “Se trata de hacer un trabajo en profundidad, con implicación personal, honestidad e independencia. Antes no tenías que enviar una foto cada 10 minutos, los negativos podían tardar meses en llegar a su destino. La inmediatez no es para mí”, dice José Colón.

Movimiento, porque están allí donde pasan cosas, retratando con sus cámaras el mundo que les rodea y nos rodea. El proyecto es sólido y nace de una reflexión profunda sobre el valor y la función social de este tipo de fotografía.

PUBLICIDAD

Juntos utilizan la fuerza de la tecnología digital para crear una plataforma multimedia innovadora, que combina fotografía, vídeo, texto, infografía y animación 3D con el fin de desarrollar y explorar nuevas formas de hacer periodismo.

Me-Mo Magazine propone un bonito equilibrio entre los esquemas y principios de la época dorada del periodismo gráfico y la agilidad, visibilidad y comunicación que proporcionan las nuevas tecnologías.

De hecho, la revista nació gracias a las posibilidades, casi infinitas, que ofrece internet.

Inicialmente, se financió con el dinero recaudado en la plataforma participativa (crowdfunding) Indigogo. Consiguieron 22.058 euros, un 143% más de los 15.000 que habían pedido. El proyecto Me-Mo Magazine ha sido uno de los más exitosos hasta la fecha en esa plataforma en la categoría de Fotografía.

Navegar por Me-Mo Magazine es una experiencia absolutamente inmersiva en la que interactúan recursos como el zoom fractal, que permite adentrarse en una secuencia infinita de imágenes; transiciones de foto a vídeo y de vídeo a foto; activación de un bloque de sonido holofónico en 3D pinchando en una imagen; vídeo e imagen panorámicas en 360 grados. Como uno de los miembros del colectivo resume, Me-Mo Magazine “se amolda al tiempo en que vivimos, pero desafiando sus límites”.

PUBLICIDAD

La revista está disponible, por el momento, sólo para tabletas IPAD de Apple, pero los desarrolladores ya están trabajando en una versión para dispositivos Android. Se entrega en tres versiones lingüísticas: español, inglés e italiano.

Otra innovación es el periodo de distribución cada tres meses, al precio de 9,99 euros cada ejemplar. Cuatro números al año, uno cada tres meses. El colectivo quiere darse tiempo para madurar y repensar cada edición, respetando una escrupulosa declaración de principios: historias de calidad, proyectos a largo plazo, periodismo independiente, altos estándares estéticos y enfoques intelectuales y narrativos originales.

Y, por último, la propia naturaleza de los contenidos es también novedosa. Me-Mo Magazine propone una estructura transversal de reportajes, con un tema único y central enfocado desde los puntos de vista diferentes de cada fotógrafo. Un contrapunto que resulta en una potente sinfonía de imágenes e ideas.

MIEDO

El primer número de Me-Mo está dedicado al miedo. El miedo a la guerra, a la falta de libertad o educación, el temor a no salir adelante o a no ser aceptado. Desde Libia a Pakistán, pasando por Ucrania y España, este número cero nos muestra las diferentes caras del miedo a través de las lentes de los fotógrafos.

Fabio Bucciarelli nos invita a un viaje por la guerra libia en Inside The Libyan War. Un recorrido por el conflicto junto a los hombres que hicieron la revolución. El deseo de libertad, la esperanza y el dolor de un pueblo descritos a través de las batallas clave de la guerra. Desde Bengasi a Trípoli, pasando por Sirte, donde los rebeldes pusieron fin a décadas de gobierno de Muamar al Gadafi.

PUBLICIDAD


Protest against Muammar Gadhafi in Benghasi, Libya. ©Fabio Bucciarelli

En Tales From a Libyan Jail, Manu Brabo rememora su experiencia personal en el conflicto. Después de pasar 44 días preso en varias cárceles del régimen de Gadafi en la primavera de 2011, Brabo regresa a Libia para cubrir la guerra cuando los rebeldes toman el control de Trípoli.

Desde entonces hasta diciembre de 2013, documenta la situación de los prisioneros sospechosos de ser leales al régimen.

Guillem Valle construye su reportaje States of Identity en Palestina, Kósovo, Kurdistán y Crimea. Este proyecto documenta la naturaleza constructiva y destructiva de las naciones sin Estado y sus paradojas, mediante la exploración de expresiones de lucha, atomización, unidad, aislamiento, sufrimiento y esperanza.

La presentación gráfica de este reportaje es de las más conseguidas, utilizando una técnica que, literalmente, te hace levantarte del sillón y mirar la realidad en todos sus ángulos.

PUBLICIDAD


A Serbian woman tries to stop a taxi near Mitrovica, Kosovo,27/02/2012. @Guillem Valle

José Colón presenta Between Faith and Crisis. A finales de 2008 explota la burbuja inmobiliaria en España, al calor de la crisis financiera mundial. Mientras el modelo occidental de consumo se tambalea, muchos recurren a la religión para buscar soluciones.


Maria Antonia, 65, member of a family of miners, is seen in her bedroom. Turon Valley, Asturias. Spain. Jun. 17, 2012 © José Colón

Diego Ibarra Sánchez recorre la senda abierta por Malala Yousafrai para describir una realidad aterradora que afecta a millones de menores en Targeting Education in Pakistan.

La intolerancia y el odio están paralizando el sistema educativo en Pakistán, que como consecuencia tiene, actualmente, una de las tasas de alfabetización más bajas del mundo. Más de 1000 escuelas han sido atacadas desde 2009, privando a miles de niños de recibir educación.

PUBLICIDAD

Ibarra Sánchez entrevista a alumnas y profesores y retrata en fotografía y vídeo los lugares clave del drama de Malala, que conmocionó al mundo en 2012: la carretera donde le disparó en la cabeza un sicario de los Talibanes, el hospital donde recibió las primeras atenciones que le salvaron la vida antes de ser operada en el Reino Unido y las amigas que, como ella, iban en el microbús aquel fatídico día y que no salieron indemnes.

Varias de ellas llevarán, como Malala, las marcas físicas y psicológicas de los balazos para el resto de sus vidas.


A young female student group attending lessons at their school located in Nowshera. The school was attacked on December 21st, 2012 at the night. Nowshera, Khyber Pakhtunkhwa, Pakistan. June 4, 2013. @Diego Ibarra Sánchez

El hilo conductor es, por tanto, el miedo. Alberto Arce, otro de los puntales del reporterismo de conflictos de la actual generación de fotógrafos y periodistas en España ( Alberto colaboró con Euronews enviando magníficas crónicas en vídeo de la guerra en Libia, desde el violento frente de Misrata) participa también en este primer número con un editorial que describe magistralmente esos momentos de duda y soledad que asaltan al informador cuando se toma en serio su labor de informar, bien sea tras el objetivo de una cámara o redactando una crónica. Dice así:

“Surge entonces más miedo a contar mal que a no contar. Por mostrar nace el miedo a confundirse y confundir. El miedo a la prisa. Un miedo al que solo sabemos responder tecleando, disparando cuadros, trabajando y pidiendo que no nos pregunten nada más, una vez que lo hemos hecho público. Pidiendo más tiempo y espacio para no ser turistas ni invasores. Porque si tenemos alguna duda de que lo hemos sido, volveremos al miedo. El miedo a que la información sea tan contradictoria como la realidad y no hayamos tenido la ocasión de entrarle a los pliegues y sus prisas, el miedo a la superficialidad, a la intranscendencia, a la caducidad, a la deformación. El miedo al fracaso de nuestras historias, que sería el fracaso por el que otros murieron y mataron”

PUBLICIDAD
Compartir esta noticiaComentarios

Noticias relacionadas

Los reyes Felipe VI y Letizia inauguran la 43ª edición de ARCO en Madrid

Lo mejor del arte pop aterriza en el Museo Guggenheim de Bilbao

Los pueblos de montaña españoles retan al British Museum