Hungría se blinda contra los refugiados

Hungría se blinda contra los refugiados
Por Consuelo Maldonado con Amnistía Internacional /UNHCR
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Para un refugiado, cruzar la frontera entre Serbia y Hungría implica sortear todo tipo de obstáculos. El tráfico de personas estaba en manos de

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Para un refugiado, cruzar la frontera entre Serbia y Hungría implica sortear todo tipo de obstáculos. El tráfico de personas estaba en manos de grupos organizados que, ante el flujo de refugiados, han perdido el control del negocio. El oficial de policía del puesto fronterizo de Kikinda, Zoran Jankov, admite, en una entrevista a Amnistía Internacional, “que no pueden deportar a todos los migrantes que atrapan y que los dejan libremente. (…) Una situación propicia al caos en la que vemos a hordas de gente cruzando la frontera con Hungría”.

Los refugiados y migrantes son asediados por traficantes y grupos criminales que pululan en la frontera abriendo huecos en la alambrada metálica para hacer pasar a la gente previo pago de una suma de dinero. La policía serbia tampoco se salva, numerosos testimonios de refugiados cuentan como los propios agentes les exigen dinero para evitar ser apresados.

Del lado húngaro, el centro de refugiados de Röszke se ha convertido una especie de prisión de la que muchas personas quieren escapar para impedir ser registradas. Tienen miedo de ser devueltas a Hungría si consiguen llegar, más tarde, a otro país de la Unión Europea.

La policía húngara procede de la manera siguiente: las personas sorprendidas atravesando la valla metálica son llevadas a las estación de policía de Szeged, una de las dos cercanas a la frontera con Serbia. Luego, son identificadas y sus huellas dactilares pasan a formar parte del fichero EURODAC, una base de datos que les impedirá, luego, depositar una petición de asilo en otro miembro de la UE. Según el acuerdo de Dublín, el país que debe tramitar la petición de asilo es aquel en el que el demandante es registrado por primera vez.

Por esta razón, los refugiados intentan evitar que les tomen las huellas dactilares en Hungría.

Tras el primer registro, oficiales de la Oficina de Inmigración y Nacionalidad (OIN) deciden si la persona debe ser internada en un centro para refugiados abierto o cerrado.

Algunos refugiados de los centros de detención para migrantes de Kiskunhalas y Békéscsaba, en Hungría, entrevistados por Amnistía Internacional aseguran que, durante los interrogatorios para ser registrados, muchos han sufrido maltrato y vejaciones.

Pese a que Hungría debe respetar la leyes comunitarias como la Asylum Act y las enmiendas introducidas en julio de 2013 que regulan los casos excepcionales en los que puede aplicarse la detención durante una demanda de asilo, el año pasado, el Comité Hungría-Helsinki reveló las irregularidades que, desde hace años, se producen en Hungría.

En 2014, el 40% de los adultos que depositaron una petición de asilo fueron detenidos durante todo el proceso que duró su trámite. En la mayoría de los casos, los refugiados no conocen su situación ya que no tienen acceso a ayuda jurídica y, por lo tanto, no pueden apelar las medidas de detención, reconducidas, tras 60 días, de manera automática. El número de demandas aceptadas no supera el 5%. Acto seguido, los demandantes de asilo son expulsados, normalmente, a Serbia, país por el que penetran la mayoría de los migrantes.

A las superpoblación en los centros para refugiados se une la falta de trabajadores sociales y de intérpretes en instalaciones donde las lenguas predominantes son el árabe, el pastún y el urdu.

Otro panorama se vive en las dos estaciones de tren de Budapest en las que duermen miles de personas a la espera de una locomotora que les conduzca a otro país europeo, Austria y Croacia de preferencia.
El destino deseado es Alemania después de que la Oficinia Federal para la Emigración y los Refugiados decidiera, el pasado 21 de agosto, suspender la aplicación del protocolo de Dublín para los refugiados sirios. Eso implica que los nacionales de este país podrán tramitar su petición de asilo en Alemania pese a haber sido registrados en otro país de la UE. Berlín ha criticado este sistema al que considera ineficaz y humillante dada la nueva crisis migratoria.

El gobierno húngaro de Viktor Orbán es el principal opositor a esta giro en las políticas migratorias en Europa y ha emprendido una campaña xenófoba que no parece tener límites. Su partido Fidesz-Unión Cívica Húngara está aprendiendo mucho del Jobbik (extrema derecha) y quiere dejar muy claro al resto de países europeos que no está dispuesto a asumir las consecuencias del protocolo de Dublín.

Entre sus planes está convertir la inmigración ilegal en un crimen pasible de tres años de prisión. La legislación sobre el asilo, también, será reformada (actualmente se encuentra prácticamente paralizada). El gobierno desea reducir a 8 días el tiempo para tramitar una demanda de asilo, con pocas posibilidades para depositar un recurso.

La Agencia de la ONU para los refugiados ha hecho un llamamiento a los países de la Unión Europea para que establezcan programas de admisión ya que Hungría no puede hacer frente a las 140 000 peticiones de asilo que ha recibido este año. Una cifra récord en comparación a las 42 000 del año pasado. La mayoría de los demandantes provienen de Siria, Afganistán, Irak y Pakistán. El dato más sorprendente es que ese número incluye a 7 000 niños sin acompañante adulto.

Una solidaridad que no está a la orden del día en Hungría. La televisión pública ha decidido dejar de mostrar las caras de niños refugiados. Una nueva línea editorial que el ente público no ha deseado explicar. Algunos activistas húngaros consideran que se trata de una nueva censura para no despertar compasión hacia los migrantes que llegan al país.

Así lo expresa a través de su cuenta de twitter, Babar Baloch, portavoz de la oficina de la UNHCR en Budapest:

A NEW LOW: Heard #Hungary has asked the State TV not to show images of refugee children as it invokes compassion among its public

— Babar Baloch (@BabarBloch) 29 Août 2015

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