La intervención rusa en Siria marca sin nigún tipo de dudas un antes y un después en la crisis. Si hasta ahora la principal preocupación para la
PUBLICIDADLa intervención rusa en Siria marca sin nigún tipo de dudas un antes y un después en la crisis.
Si hasta ahora la principal preocupación para la alianza internacional encabezada por Estados Unidos eran frenar el avance de los yihadistas del grupo Estado Islámico, el papel protagonista asumido por Moscú en un tiempo récord hace aún más visibles los titubeos de Occidente, que ve como la gestión del conflicto se le escapa de las manos.
Además de dejar fuera de juego a Washington, la irrupción rusa en el caótico escenario sirio podría marcar un cambio del juego estratégico en toda la región, sobre todo si Putin contribuye a que termine la guerra.
En su reciente y tenso cara a cara con Obama en la ONU, el presidente ruso dejó claro que su país estaba mejor situado que Estados Unidos para poner fin al conflicto y que la no intervención rusa dejaría el camino expedito a los yihadistas.
Los primeros bombardeos de Rusia han contribuido a disparar las alarmas internacionales: según el jefe de la oposición siria, 36 civiles habían muerto en los ataques, dirigidos contra grupos rebeldes sirios, algunos presuntamente vinculados con la CIA y armados por Washington. El Kremlin niega tajantemente esa información y asegura que elige sus objetivos en coordinación con el ejército sirio, un extremo poco o nada tranquilizador para Occidente. Muchos consideran que la intervención rusa supone también un desafío directo para los principales aliados de Estados Unidos, principalmente Turquía, Arabia Saudí y Qatar, que han equipado a los rebeldes con todo tipo de armamento ligero.
Mientras Washington sigue hablando de salidas diplomáticas y pide a Rusia y a Irán que negocien la salida de al Asad, Putin acantona un importante contingente de tanques, vehículos de transporte de soldados y aparatos aéreos en Latakia, la provincia costera donde conserva su única base en el Mediterráneo.