Repoblar los pueblos abandonados con refugiados, ¿utopía o realidad?

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Hoy es un día especial en Riace. Este pueblo de Calabria, en el sur de Italia, celebra la fiesta de San Cosme y de San Damián, dos hermanos que

Hoy es un día especial en Riace. Este pueblo de Calabria, en el sur de Italia, celebra la fiesta de San Cosme y de San Damián, dos hermanos que fueron médicos de pobres y son patrones de Riace y de los nómadas.

Al lado del alcalde, para inaugurar la ceremonia, un invitado de excepción. Se trata de Even. Tiene 9 años y ha llegado de Etiopía hace solo tres días.

“San Cosme y San Damián llegaron de Siria. Hoy Siria esta en el centro de los problemas del mundo. Hay un éxodo bíblico sin precedentes en la historia de la humanidad. Hoy, desde Riace, ponemos el ejemplo de un niño como un símbolo positivo de esperanza, de una vida nueva a la que todos los seres humanos tienen derecho”, decía el alcalde, Domenico Lucano.

Hacía cuatro años que el pequeño no veía a su madre, Haregu, que llegó a Riace tras huir de Eritrea. Haregu acaba de reencontrarse con él cuando la acompañamos al taller de vidrio en el que trabaja.

Refugiada política, pudo traer a su hijo bajo la demanda de reagrupamiento familiar.

Es difícil traer a los niños de mi país. Mi hermana cogió a mi hijo y fueron a Etiopía. Ella escapó como yo, con los niños. Le enviaba dinero para mi hijo. Si no hubiera tenido un trabajo nada de esto habría pasado. Este trabajo me ha ayudado mucho”, nos comentaba Haregu.

Haregu trabaja en uno de los talleres de artesanía creados por la asociación Citta Futura, que codirirge un programa de protección a los refugiados y demandantes de asilo financiado por el ministerio del Interior.

Los vecinos de Riace también ayudan a los que llegan con asistencia financiera, cursos de italiano y alojamiento. Algo que tiene lugar desde 1998, cuando un velero con 300 refugiados kurdos llegó a la costa de Riace.

Fue entonces cuando se creó la asociación Citta Futura. Uno de sus fundadores fue el actual alcalde de Riace: Domenico Lucano, al que llaman cariñosamente Mimmo. Su objetivo, además del humanitario, es repoblar una población que de otra forma desaparecerá y también relanzar la actividad económica.

“Esta estrategia ha puesto de relieve las dinámicas sociales que nos han permitido recuperar servicios básicos como la escuela y, también desde el punto de vista económico, recuperar las tiendas y negocios que habían prácticamente desaparecido. La llegada de esta gente ha supuesto una esperanza, no solo para los que han llegado, sino para la gente de aquí también”, decía.

De 900 habitantes a finales de los años 90 han pasado a ser 2.800, entre ellos hay 400 inmigrantes de 20 nacionalidades diferentes.

Una cohabitación muy sana, nos dicen los vecinos. El exilio es parte también de su propia historia. Francesco solo regresa para las fiestas:

“Yo emigré por trabajo. En 1996, a Piamonte, a Turín. Porque aquí no queda nada, no se puede hacer nada, no se puede formar una familia y no hay futuro. Hubo un tiempo en el que había mucho trabajo, pero ahora nada. Solo inmigrantes. Aunque, gracias a ellos, la localidad ha resucitado un poco”.

“Se ha repoblado el pueblo. Toda esta gente ha venido y nos hemos hecho amigos. Nos los han enviado y nosotros estamos muy contentos”, decía un vecino.

Pero no siempre es por mucho tiempo. Las familias que se instalan a largo plazo en Riace no son muchas.

La pequeña escuela del pueblo tiene 11 estudiantes, 6 de ellos son extranjeros.

“Sin los niños extranjeros esta escuela estaría cerrada. Pero los alumnos cambian todo el tiempo. Los niños que son extranjeros vienen y van”, explicaba la profesora Maria Grazia Mittica.

Daniel llegó de Ghana hace seis años. Es el encargado de la recogida de basuras. Nadie puede predecir el futuro, dice, pero espera quedarse el máximo tiempo posible en este pueblo que le ha adoptado, a él y a su familia:

“Este pueblo significa mucho para mí. La gente de aquí es muy buena. Son buenos con todo el mundo, no hay discriminación. Soy muy feliz aquí”.

Sus dos hijos nacieron en Riace. Les ha llamado Cósimo, como el patrón de la ciudad, y Domenico, en homenaje al alcalde de la localidad.

“Me gustaría que esto fuera un ejemplo para todo el mundo, sobre todo para los países europeos. Si ayudan a los extranjeros, nosotros también ayudaremos”, explicaba.

Bahram es el extranjero más veterano de Riace. Llegó hace casi 20 años en el barco de refugiados Kurdos. Su familia cuenta ya con la nacionalidad italiana.

Hace algún tiempo tenía su propia empresa pero, debido a la crisis, ahora trabaja como albañil. Se encuentra bien aquí, pero ahora las cosas son difíciles para todo el mundo:

“La crisis ha tocado a toda Italia. Y Calabria ha sido una de las regiones más afectadas, porque esta no es una zona industrial. Estos últimos tres años ha habido poco trabajo. Durante 5 o 6 meses al año trabajo en un proyecto de la asociación Citta Futura. Aparte de eso, si encontramos algo de trabajo fuera vamos allí, si no nos quedamos en casa”.

Muchas viviendas del pueblo están vacías. Para muchos, Riace no es más que un lugar de paso.

Agali vino de Mali. Ya no cuenta con ninguna ayuda excepto con la generosidad de los vecinos. Y no hay trabajo. Explica que, su única salida, es probar suerte en otro lugar:

“Necesito el permiso de residencia. Cuando lo tenga intentaré vender cualquier cosa… no sé, mi ropa, quizás. O intentaré que alguien me ayude para comprar un billete para otro sitio”.

Las mismas preocupaciones las encontramos en la parte baja del pueblo. Incluso con el apoyo de las asociaciones, están en un punto muerto, nos explican.

El modelo de acogida de Riace tiene sus límites.

“Es difícil vivir bien aquí. No estamos muy a gusto. Se nos trata mal cuando no tenemos papeles. Yo, por ejemplo, me fui tres meses a trabajar a otro sitio y todavía no me han pagado. Hay momentos cuando llegas a casa que estás a punto de llorar. Sí solo quieres llorar porque las cosas van muy mal”.

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