Lukashenko: la renovación del último dictador de Europa

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Al depositar su voto en las urnas hace unas semanas, Lukashenko mostraba la confianza inquebrantable de quién sabe cuál será el resultado de las

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Al depositar su voto en las urnas hace unas semanas, Lukashenko mostraba la confianza inquebrantable de quién sabe cuál será el resultado de las votaciones. Acompañado por su hijo, designado ya como su sucesor, para el contestado pero incombustible líder de Bielorrusia ceder el poder no es una opción.

Valeriy Karbalevich, analista político:
“Creo que Lukashenko estará en el poder hasta el final, al menos es lo que pretende: quedarse hasta el final de sus días. Teme ceder su poder a otra persona y por eso se aferrará a él hasta que muera”

En 1994 la Bielorrusia independiente de Rusia desde hacía tres años se convirtió en la república Bielorrusa, y Alexander Lukashenko en su primer y único presidente hasta ahora. Ha sido reelegido en 2001, 2006, 2010 y en 2015 con resultados que dejan pocas dudas sobre la naturaleza de su régimen.

En 21 años al frente del país, Lukashenko controla todos los resortes incluyendo a los medios y a la oposición. A sus detractores los presenta como enemigos del pueblo y él se define como el único capaz de garantizar la estabilidad del país. Infrecuentable para buena parte de sus pares internacionales, tiene la entrada prohibida en Europa y en Estados Unidos y es el único país del continente que no ha podido entrar en el Consejo de Europa. Pero también tiene sus partidarios, como el poderoso aliado ruso y sus socios, en una reunión de la Unión Económica Euroasiática en las imágenes. Sus relaciones se basan en los negocios y en el apoyo en política exterior, a cambio de un silencio mútuo sobre sus asuntos internos.

En los últimos tiempos, Lukashenko ha multiplicado sus intentos de rehabilitar su imagen: ha liberado presos políticos, ha sido mediador entre Rusia y la UE en la crisis ucraniana y alberga las negociaciones de paz entre Kiev y los separatistas, más que suficiente para convencer a Bruselas de levantar las sanciones que impuso al país en 2011. Una iniciativa importante para el considerado último dictador de Europa que se vanagloria de ofrecer a sus compatriotas un nivel de vida que muchos de ellos aprecian. O apreciaban, porque este año, por primera vez, ha bajado, y Lukashenko sabe que un deterioro de las condiciones de vida podría tocar a su régimen patrernalista en la línea de flotación.

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