El TTIP: filtración versus engaño

El TTIP: filtración versus engaño
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Por Beatriz Beiras
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Ya vamos por el enésimo engaño de la temporada y, suma y sigue. Tuvimos el de Volkswagen con el trucaje del diesel, el de Luxleaks con la lista de multinacionales que tienen en Luxemburgo un refugio fiscal, y mas recientemente el de los Papeles de Panamá y su retahila de celebridades con cuentas en paraísos fiscales.

Hoy Greenpeace publica las filtraciones del TTIP, ese tratado de libre comercio transatlántico que negocian en secreto la Unión Europea y Estados Unidos desde 2013.
Su nombre oficial, TTIP responde a la siglas en inglés de Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones, su objetivo, dicen sus promotores, es liberalizar el comercio entre los dos gigantescos mercados con el fin de obtener mas crecimiento económico y crear empleo ya que los beneficios de las empresas aumentarían al caer las barreras arancelarias y evitar que los productos tengan que someterse dos veces a ciertos requisitos que se igualarían a ambas orillas del Atlántico norte.

Así contado parece razonable, todos ganan. Pero, ¿por qué, entonces, se negocia en secreto? ¿Por qué son unos expertos los que lo hacen? ¿Por qué los parlamentarios europeos que deben ratificarlo no tienen acceso a las negociaciones?

Los que se oponen al TTIP señalan varios problemas para los ciudadanos. Uno se refiere a las garantías sanitarias de los alimentos y productos de todo tipo que podrían entrar en la UE gracias al acuerdo, ya que temen que los estándares se rebajen a los niveles exigidos en Estados Unidos donde las corporaciones, patronales y los grupos de presión, son muy eficaces.

Tambien temen por el modelo de protección de los trabajadores que mal que bien rige en la UE, y que estaría amenazado por un eventual acuerdo. Los opositores al TTIP no se creen lo de que creará empleo, y se basan en el ejemplo del NAFTA (el tratado de libre comercio entre México, EEUU y Canadá).

Pero quizá el punto mas inquietante de este megatratado comercial sea el que pretende establecer que un tribunal de arbitraje internacional pueda dirimir las disputas entre empresas o mas bien corporaciones (nadie se cree que una PYME lo pueda hacer) y los Estados, es decir que las firmas puedan denunciar a los Estados por entorpecimiento de su actividad o daño a sus intereses.

Parece increíble, pero ya hay casos de compañías, todas dedicadas a la lucrativa actividad de explotar los recursos geológicos, que han denunciado a Rumanía por el caso de una mina de oro, a Canadá por el rechazo de Quebec al «fracking» y a EEUU por parar un oleoducto que va desde Canadá al Golfo de México.

No es aventurado imaginar que eso sería un nuevo golpe para debilitar a los Estados bastante maltrechos ya con las técnicas fiscales de las grandes corporaciones para huir del impuesto. Parece Blade Runner, pero sin los replicantes.

Ahora tienen prisa en cerrar el trato antes de que termine el mandato de Barack Obama, no sea que el siguiente presidente o presidenta de Estados Unidos lo retrase o dé con él al traste. Cabe pensar mal, y deducir que los europeos, como suele suceder, van a aceptar lo que les manden..

Porque al ciudadano europeo también le interesa saber que cuando esté cerrado el trato, es el Parlamento europeo el que debe ratificarlo, no cabe debate ni enmienda, sólo cabe el sí o el no a la totalidad. Y como se trata de un tratado comercial, en prinicipio, los Parlamentos nacionales no tienen nada que decir ni que ratificar.

En fin, que la oscuridad en la que se ha negociado el TTIP induce a pensar que hay engaño, y por eso hay fuga o filtración. Si no lo que habría sería simplemente transparencia.

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