La Asamblea Nacional francesa, un antro del machismo

La Asamblea Nacional francesa, un antro del machismo
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Por Beatriz Beiras
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Un antro del machismo, la expresión parece exagerada, la acusación inverosímil tratándose de un parlamento, y mas el de Francia, tan pomposo y solemne. Pero cinco años después del escándalo sexual desatado por Dominique Strauss-Kahn , el entonces director-gerente del FMI y probable candidato socialista a la presidencia de la república, Francia descubre que el acoso y las agresiones sexuales, las violaciones, los piropos soeces, el desprecio hacia las mujeres que se dedican a la política, son moneda corriente en la sede de la soberanía nacional.

El último escándalo estalló el lunes 9 de mayo cuando dos medios, Mediapart y France Inter, rompieron la ley del silencio y publicaron los testimonios de 8 mujeres, 4 anónimos y 4 a cara descubierta. Una de ellas es diputada, otras ocupan cargos electos, y otras son colaboradoras del partido ecologista, Europe Ecologie Les Verts. Todas acusan de agresiones y acoso sexual a Denis Baupin, diputado ecologista y vicepresidente de la Asamblea Nacional francesa hasta su dimisión de este cargo el lunes. Denis Baupin califica los testimonios de « rumores » y sus abogados van a acusar de difamación a los dos medios de comunicación.

Pero la diferencia entre el escándalo DSK y el Baupin es que ahora se ha roto la omerta, la ley del silencio que durante años ha permitido a los diputados machistas campar a sus anchas en la Asamblea Nacional francesa, acosar, insultar, silbar, toquetear, a diputadas, ministras, periodistas y empleadas de los parlamentarios.
Por ejemplo, cuando un día, a la dirigente ecologista, y entonces ministra de la vivienda de François Hollande, Cecile Duflot, le apeteció ponerse un vestido de flores, tuvo que aguantar los silbidos de los diputados al dirigirse a su escaño. La escena, mas propia de los andamios de una obra en la España del Franquismo que de los escaños de un hemiciclo democrático, apenas tuvo eco en la prensa digamos seria. Sólo la revista Elle tuvo la lucidez de relatarlo. También fue la misma revista la que contó cómo muchas diputadas renuncian a la falda para evitar las miradas lascivas y los comentarios ordinarios de sus señorías hombres. Ayer el periódico Le Journal du Dimanche publicaba muchos mas ejemplos de la misoginia imperante en la cámara baja francesa, al mas puro estilo de un club masculino rancio y viejuno.

Durante años las mujeres han tenido que hacer acopio de valentía, de energía y de sacrificio personal para dejar de lado la pasividad y entrar en política. Hasta ahora sospechábamos que su presencia en listas electorales y en las bancadas de los hemiciclos respondía más a un imperativo de imagen que a una verdadera apertura de los partidos a la mitad del electorado, de la ciudadanía, de los contribuyentes, de los trabajadores etc, etc. es decir, de las mujeres. Ahora sabemos que las que osan entrar en ese mundo, se adentran en un territorio hostil a la mujer, en el que la dominación masculina es apabullante.

Una certeza avalada por los testimonios de las políticas francesas. Así lo expresó, la noche de las revelaciones de Mediapart y France Inter, la joven diputada de Los Republicanos –el partido de la derecha- próxima a Alain Juppé, Aurore Bergé: « cuando quieres dedicarte a la política, tienes que aceptar los códigos ; y el machismo forma parte de los códigos y las reglas (de la política). » Y añade que sino, una parece demasiado « emotiva y frágil, y eso te lo van a reprochar. »
La que fue ministra de la mujer en 1979 con Valéry Giscard d’Estaing, Monique Pelletier calló durante 37 años haber sido víctima de un senador. Ahora describe un mundo en el que los hombres son arrogantes y « sobretodo consideran que las mujeres son unas intrusas en la vida política. »

Quizá esa sea una de las claves. Intrusas…si no es así, ¿por qué en Francia a las ministras se las llama « Madame, le ministre » en masculino?

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