La victoria de Emmanuel Macron frente a Marine Le Pen en las presidenciales francesas ha suscitado más alivio que entusiasmo, un reflejo de que el país sigue profundamente…
PUBLICIDADLa victoria de Emmanuel Macron frente a Marine Le Pen en las presidenciales francesas ha suscitado más alivio que entusiasmo, un reflejo de que el país sigue profundamente dividido. Por un lado, los europeístas convencidos a quienes se han sumado en su voto por Macron los detractores de Le Pen. Por otro, los seguidores de esta última, que tiene una sólida base electoral en las zonas rurales y en las regiones industriales más pobres del noreste del país.
Macron obtuvo la mayoría en casi todos los departamentos franceses, menos en los feudos del Frente Nacional: Aisne y Pas-de-Calais. Los electores de las grandes ciudades, como París, Lyon o Burdeos, votaron masivamente por el candidato centrista.
Otro de los datos significativos de los comicios fue la abstención, la más elevada desde 1969, y el número de electores que optaron por votar en blanco, alrededor de un 9%. En total un tercio de los electores registrados en el censo no votaron por ninguno de los dos candidatos.
Al contrario de lo que sucedió en 2002, Macron no ha podido contar con el llamado frente republicano, la movilización de todos los partidos políticos contra la extrema derecha. Hace quince años, Jacques Chirac y Jean-Marie Le Pen pasaron a la segunda vuelta y el primero llegó al Elíseo avalado por un histórico 82% de los apoyos. A un mes de las legislativas, el paisaje político francés aparece fracturado, y Macron necesita una mayoría clara en el Parlamento para aplicar las reformas prometidas durante la campaña electoral.