Canadá lo tiene claro: no piensa agachar la cabeza ante Donald Trump. Si el presidente de Estados Unidos impuso aranceles al aluminio y al acero canadiense en marzo, ahora es Ottawa quien devuelve el balón
PUBLICIDADCanadá lo tiene claro: no piensa agachar la cabeza ante Donald Trump. Si el presidente de Estados Unidos impuso aranceles al aluminio y al acero canadiense en marzo, ahora es Ottawa quien devuelve el balón. La ministra de Exteriores del país, Christina Freeland, anunciaba el viernes que este domingo 1 de julio entrarán en vigor aranceles al acero y el aluminio estadounidense, así como a otros productos como el whiskey o el kétchup que sufrirán tasas que irán del 10 al 15%.
Las nuevas tasas tendrán un valor de 16.600 millones de dólares y pretenden ser proporcionales al valor de las que impuso el país vecino. Freeland cuestionaba así las medidas impuestas desde Washington: "La idea de que Canadá pueda suponer una amenaza para la seguridad nacional estadounidense - el pretexto legal de nuestros vecinos para imponer estas tarifas al acero y el aluminio canadiense - no solo es absurda, es hiriente".
Sin embargo, Ottawa mantiene que su intención no es profundizar en una guerra comercial, sino defender sus intereses. Por eso, además de un paquete de aranceles para productos del país vecino, el Gobierno Canadiense ha anunciado una serie de medidas para compensar a las industrias afectadas. Una decisión que supondrá al Ejecutivo 2.000 millones de dólares y que van desde proporcionar liquidez a empresas afectadas, hasta invertir 250 millones en apoyo a la innovación.