Al Gobierno español le atrae el mensaje aperturista del presidente chino, que promete inversiones y un aumento de las importaciones
Madrid ha sido el escenario de concentraciones partidarios y detractores del presidente chino, Xi Jinping, de visita en España en su escala hacia la cumbre del G20 en Buenos Aires.
Decenas de manifestantes han pedido la liberación de los presos políticos y de conciencia, muchos de ellos pertenecientes a minorías como los uigures o los tibetanos.
Otros le han recibido con los brazos abiertos.
Una posición compartida por el Gobierno español, permeable a los mensajes aperturistas que llegan de Pekín.
China promete abrir más el mercado a los productos extranjeros, entre ellos los españoles, y especialmente los alimentarios, y proteger la propiedad intelectual, una de las grandes reclamaciones de los países occidentales.
Al Ejecutivo español le gusta la melodía entonada por Xi de que llegarán inversiones y de que se concretarán unos 10 billones de dólares en importaciones para los próximos cinco años, 8 veces el volumen de la economía española.
Pekín quiere integrar al país en su macroproyecto comercial de la nueva ruta de la seda que comienza en territorio chino y atraviesa Eurasia.
Ante el mensaje aislacionista de Estados Unidos, China trata de ocupar el espacio dejado por este en el escenario internacional.