Los conductores franceses ya han visto aumentar el precio del diesel un 16% este año, de pagar un promedio de 1.24€ por litro han pasado a pagar 1.40€.
En 2015, París acogió la crucial conferencia sobre el clima, la COP21, donde se llegó a un acuerdo histórico para combatir el cambio climático.
Tres años más tarde, las calles de la capital francesa han sido testigos de disturbios masivos sobre quién debería pagar por los esfuerzos para frenar el calentamiento global.
Emmanuel Macron puso el medio ambiente en el centro de su agenda después de las elecciones y dijo que los nuevos impuestos a las emisiones de carbono eran una medida para instar a los automovilistas a cambiar el comportamiento y proteger el medio ambiente
Pero la realidad es que las emisiones están en alza y el 75% del uso de energía en Francia proviene de combustibles fósiles.
Los conductores franceses ya han visto aumentar el precio del diésel un 16% este año, de pagar un promedio de 1.24€ por litro han pasado a pagar 1.40€ e incluso llegando a 1.53€ en octubre, según la federación de la industria petrolera de Francia.
Inicialmente, los chalecos amarillos se unieron para protestar contra el fuerte aumento en los impuestos al diesel. A medida que el movimiento creció, sus demandas evolucionaron y ahora se ha transformado en una ira general por el alto costo de vida y las políticas económicas de Macron.
Francia tuvo la mayor carga fiscal de las 34 naciones de la OCDE el año pasado. La proporción aumentó un 46.2 por ciento, empujando a Francia por encima de Dinamarca, que había liderado el ranking durante más de una década.
Todo indica que las protestas continuarán, especialmente después de que los chalecos amarillos ya hayan conseguido uno de sus propósitos, que el gobierno abandone su controvertido impuesto a los carburantes.