El paralelo 40 separa a la España rica de la España pobre. El profesor Daniel Tirado, experto en desigualdad territorial, explica por qué la desigualdad territorial ha regresado para quedarse.
La España vaciada se volverá a pronunciar en las urnas este domingo. La importancia electoral de estos territorios cuyos ciudadanos se sienten en cierto modo abandonados por los políticos se disparó en las pasadas elecciones generales y ahora muchos de ellos se disponen a renovar parlamentos autonómicos y ayuntamientos. En todos, se celebrarán los comicios europeos.
El fenómeno de la desigualdad territorial no es nuevo en España. El gráfico que aparece sobre estas líneas, muestra la evolución de un indicador de desigualdad territorial. La línea discontinua roja recoge datos económicos de las comunidades autónomas. La azul se construye con datos de las provincias. Cuando las líneas suben, la desigualdad crece, algo que ocurrió de forma muy marcada tras la irrupción de la industrialización a finales del siglo XIX y el primer tercio del XX. Y aunque **después descendió considerablemente, ** la convergencia se acabó hace casi cuatro décadas. Con la irrupción de la globalización y la revolución de las telecomunicaciones y la digitalización, la curva vuelve a subir, reflejando un incremento de la desigualdad.
Su dinámica, explica Daniel Tirado Fabregat, catedrático de Historia Económica de la Universidad de Valencia, dibujó un nuevo esquema divergente:
“Solo unas economías, unos territorios dentro de los Estados o de los Estados nación como los conocemos aún hoy, son los que pueden especializarse realmente para competir en un mercado global en este tipo de sectores. Y es lo que está detrás de que sean unas pocas regiones de cada uno de los países, y ya no son muchas veces regiones en el sentido de grandes ámbitos territoriales, comunidades autónomas en el caso español, o provincias, sino que son áreas metropolitanas realmente las que están tirando del crecimiento, y donde los niveles de renta están creciendo muy por encima de la media, producto de lo cual se producen estos esquemas de divergencia entre territorios o de desigualdad creciente".
A escala europea, la geografía de la desigualdad revela un eje de la pobreza relativa, la de las regiones en las que el PIB per cápita está por debajo del 75% de la media, que recorre el este de Europa desde el Báltico hasta Grecia y que incluye el sur de Italia, España y la mayor parte de Portugal.
“Todas estas economías coinciden en algo: en que se especializan en sectores que, en términos relativos, no están caracterizados por un valor añadido unitario muy elevado, o por una intensa utilización de las nuevas tecnologías, que son las que están guiando el crecimiento ahora... La especialización está en sectores de servicios de bajo de bajo valor añadido, en todos estos territorios son sectores industriales muy maduros", explica Tirado.
España también su propia geografía de la desigualdad. Si echamos un vistazo a los últimos 20 años, tan solo una comunidad, Galicia, ha logrado salir del pelotón de cola de las regiones por debajo del 80% del PIB per cápita medio en España. Extremadura y Castilla-La Mancha han recuperado posiciones, y Andalucía está prácticamente igual.
Sin embargo, la situación ha empeorado significativamente para otras comunidades que están por debajo del paralelo 40, en especial, las islas: Baleares, aunque sigue por encima de la media nacional, ha perdido 22 puntos, y Canarias, algo más de 16.
Mientras tanto, la prosperidad parece haberse instalado en Madrid, la capital, y en prácticamente todo el norte, y es que, insiste Daniel Tirado: la geografía importa:
"La geografía importa, la geografía desde una perspectiva puramente física, pero sobre todo la geografía desde una perspectiva económica. Que estén en esta ubicación territorial también marca que la capacidad de poder realizar actividades que permitan especializarse en actividades de alto valor añadido, de alto componente tecnológico, para competir en un mercado, primero nacional, tal vez en la segunda mitad de finales del siglo XIX y hasta mediados del siglo XX en un mercado interior nacional o ahora en un contexto cuanto mínimo europeo, sino global, las dificultades de estos territorios son mayores que aquellos que tienen una localización económica mucho más favorable", afirma el profesor Tirado.
Pero, ¿están condenados de antemano estos territorios? ¿Qué pueden hacer las administraciones locales y autonómicas para intentar salir de la espiral de la divergencia?
"A la vez que genera dificultades para estos territorios, este cambio tecnológico, en particular al que estamos asistiendo hoy, genera algunas oportunidades. Incidir desde las administraciones, desde las instituciones, en la conectividad a redes, de estos territorios, permite que territorios no especialmente dotados para actividad productiva directa puedan canalizar servicios que sean para abastecer un mercado global. Ahí hay camino a recorrer. Necesitas capital humano, inversión en I+D, inversión en infraestructuras... pero no tal vez en infraestructuras de carreteras o ferrocarriles, o no solo en ello, si no aquellas que permitan conectividad, que te den la posibilidad de especializarte en algunos sectores que podrían ser importantes y que ahora pueden desarrollarse en este tipo de sociedades", explica.
Pero la batalla de España vaciada tiene sus tiempos: en términos históricos, recuerda Daniel Tirado, cincuenta años no son nada, pero lo es todo para una o dos generaciones. Para ellas, la desigualdad territorial ha regresado para quedarse.