El trigo de los faraones: Un cereal para hacer frente al cambio climático

Granos de farro de los que se extrajo el ADN
Granos de farro de los que se extrajo el ADN Derechos de autor Museuo Petrie de Arqueología Egipcia, UCL
Derechos de autor Museuo Petrie de Arqueología Egipcia, UCL
Por Laura Llach
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Un grupo de investigadores han secuenciado un genoma de trigo ancestral cuyas variantes genéticas pueden adaptarse mejor al cambio climático.

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El farro, un cereal emparentado con la espelta, servía como uno de los alimentos más populares del antiguo Egipto. Tal era la popularidad, que cuando los Romanos se hicieron con el control de este país, adoptaron este cultivo al que llegaron a bautizar como “trigo de los faraones”.

Expertos del Centre de Recerca Agrigenòmica (CRAG) de Barcelona, entre ellos la investigadora Laura Botigué, junto con científicos del University College y el Museo de Historia Natural de Londres, han conseguido secuenciar el genoma de un grano de este cereal.

La investigación, que pretende recuperar los genes, puede tener un interés agronómico muy elevado y es especialmente relevante en el contexto de la crisis climática por la resistencia de este alimento a la sequía.

Viaje hacia la domesticación

Botigué, doctora en Biomedicina por la Universidad Pompeu Fabra, junto con el arqueobotánico Dorian Fuller, convencieron al conservador del Museo Petrie de Arqueología Egipcia para poder extraer ADN de unos granos de farro, encontrados en una excavación en Egipto hace casi 100 años.

En colaboración con el doctor Mark Thomas, miembro del Instituto de Genética de la University College London (UCL), fueron capaces de extraer ADN de suficiente calidad para secuenciarlo y realizar análisis posteriores.

Los detalles de la secuenciación de esta variación de trigo, cosechado hace más de 3.000 años en el país africano, las recoge la revista Nature Plants.

La comparación del ADN del farro ha revelado tener un genoma similar con el de variedades modernas del mismo cereal que se cultivan en la India, Omán y Turquía, lo que llevó a los investigadores a plantear la hipótesis según la cual, una vez domesticado en Oriente Próximo, el farro se dispersó en varias oleadas. Una primera, que recorrería la costa norte del Mediterráneo y Europa y una segunda, que iría hacia África y Asia.

La experta ha asegurado que el descubrimiento es sorprendente, ya que se había asumido la idea de que el Neolítico se extendió en paralelo por las dos costas del Mediterráneo, mientras que este grano antiguo cuenta otra historia.

Además, según explica la investigadora, “caracterizar los genomas de muestras antiguas también permitiría descubrir qué diversidad genética se ha perdido en las variedades que se cultivan ahora, y así, se podrían recuperar genes que pueden ser de interés para el sector agrario”.

Combatir el cambio climático

El farro se presenta como una herramienta de interés para hacer frente a las posibles variaciones derivadas del cambio climático, como el aumento de la temperatura o una expansión de determinadas enfermedades que afectan a las cosechas.

“Esta especie de trigo es importante porque es más resistente a enfermedades (principalmente los hongos), a terreno con poca disponibilidad de agua y tiene mayor productividad en suelos pobres en nutrientes”, sostiene Botigué en declaraciones a Euronews.

“Entender las bases genéticas de este trigo ancestral, que por necesidad tenía que estar adaptado al clima, nos da la información para hacer nuevas variedades mejor adaptadas al clima del futuro y que además sean cultivadas de una manera más sostenible, sin tanto consumo de agua o de agentes químicos para combatir las enfermedades”, añade.

Este trabajo es el primer paso, ya que si encontrasen la variabilidad genética que confiere estas propiedades, podría trasladarse fácilmente al trigo moderno.

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