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Testimonio desde China tras el coronavirus: “Esta no es la vida de antes y no sé cuando volverá”

Testimonio desde China tras el coronavirus: “Esta no es la vida de antes y no sé cuando volverá”
Derechos de autor Mark Schiefelbein/Copyright 2020 The Associated Press. All rights reserved
Derechos de autor Mark Schiefelbein/Copyright 2020 The Associated Press. All rights reserved
Por Laura Llach
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A falta de un par de días para que Wuhan, el foco del coronavirus en China, levante la cuarentena, hablamos con Fausto Uriarte sobre el despertar de Pekín tras el paso del virus.

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Cada vez que Fausto Uriarte salía al supermercado, la única excusa para pisar la calle en Pekín, tenía que pasar por cinco controles de temperatura. Uno en la puerta de su edificio, otro en la puerta de su urbanización, uno más a la entrada del establecimiento y vuelta a pasar los dos primeros. Ni su perro se libraba del control de temperatura. Cualquier décima de más suponía el fin de la aventura.

Este español de 24 años ha estado más de dos meses viendo la calle desde su ventana, confinado en su casa al noroeste de la capital china. Parece que tras controlar el brote, el primer país que hizo frente a la que se ha convertido en la peor pandemia del último siglo, comienza a despertar. Ahora Europa, que se ha convertido en el reflejo de China, mira al país asiático con esperanza.

Vivir con restricciones

Para Uriarte, el problema no son los dos meses que ha tardado el país en levantar las restricciones más estrictas, sino el tiempo que tardará en volver a la normalidad. “Esto no es la vida que teníamos antes y no sé cuando volverá, ni cuánto tiempo estaremos así”, sintetiza.

Cuando dice ‘así’ se refiere a que lleva teletrabajando desde el día 23 de enero y Tik Tok, la empresa para la que trabaja, aún no ha hecho ni el más mínimo atisbo de volver a abrir las puertas de su edificio. En su barrio han abierto tímidamente tres restaurantes, en los que solo pueden estar dentro 15 personas al mismo tiempo y no más de tres personas por mesa.

“Con lo cual, si voy con seis amigos, tenemos que hacer cola en la puerta hasta que salen exactamente el mismo número de personas que las que estamos esperando. Una vez dentro, tenemos que sentarnos en dos mesas distintas”, nos explica.

Fausto Uriarte
Centro comercial en PekínFausto Uriarte

“Cuando acabe la cuarentena el problema es que no va a haber nada abierto”. Ni siquiera las puertas de su propia casa. En su edificio tienen prohibido invitar a amigos, con lo cual, para poder socializar hay que hacer cola en alguno de los restaurantes que estén abiertos. Siempre en grupos pequeños.

La forma que tienen las autoridades chinas de controlar el trajín de gente en el edificio es mediante un sistema de colores. Cada ciudadano tiene un carnet y su color representa las libertades permitidas. El de Fausto es de color rojo, lo que significa que puede salir tanto al supermercado como a restaurantes, pero existen otras tarjetas. Las de color azul restringen el movimiento tan solo al supermercado y compras básicas.

Él es afortunado porque pasó la cuarentena entera en Pekín, por eso cuenta con menos restricciones. La gente que decidió volver con su familia, o irse a otras provincias a pasar la cuarentena, paga ahora las consecuencias.

“Dicen que se ha levantado el confinamiento, pero no tengo la vida que teníamos antes del coronavirus. Qué desastre”. Pero el panorama europeo deja a Fausto sin opciones. Después de que China decretase el cierre de fronteras para blindarse de una segunda oleada del virus que viajaba junto a los extranjeros, los billetes de avión empezaron a escasear y se han convertido en un lujo.

El viaje de vuelta a España más barato sale por 1.800 euros, llegando a hacer escalas de hasta 56 horas. “Eso sería dar la vuelta al mundo y, sinceramente, tal y como estáis ahora tampoco quiero volver”, puntualiza.

La receta china

El gigante asiático sometió a un férreo control a todos sus ciudadanos para cortar de raíz la expansión del virus. Fausto cuenta que había un guarda de seguridad en la puerta de cada edificio haciendo controles de temperatura a todo el que quería pisar la calle.

Fausto Uriarte
Los taxistas en Pekín toman medidas de protección contra el COVID-19Fausto Uriarte

“Esto es lo que España no tiene. Como no pongan un Guardia Civil en cada portal no podrán medir el número de infectados. China se lo puede permitir por la cantidad de gente que vive y la obediencia de la sociedad, pero otros países no. Aún ahora, con el levantamiento de la cuarentena, sigue habiendo muchos controles”, explica.

Aún enfrentándose al mismo problema, cada país tiene una estrategia distinta de cara a contener el virus. En China escaseaban los controles policiales, mientras que en Europa son necesarios para hacer cumplir las restricciones impuestas. “Aquí la gente siguió las reglas del Gobierno. En España no han dejado de salir hasta que no han empezado a poner multas”.

La situación para este español ha dado un giro de 360 grados. Si en enero eran sus padres los que seguían de cerca las noticias sobre el virus en China y le escribían a diario preocupados, ahora es él el que sigue el avance del virus en España y no se separa del whatsapp.

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