Cuando los pueblos del Valle de Aosta se vieron afectados por la pandemia utilizaron un proyecto europeo llamado MisMI para adaptarse en la lucha contra el coronavirus
En las zonas montañosas la despoblación y el envejecimiento de la población son dos constantes.
Cuando los pueblos del Valle de Aosta se vieron afectados por la pandemia utilizaron un proyecto europeo llamado MisMI, centrado en la salud y la asistencia social en las zonas montañosas entre Francia e Italia se adaptó a la situación para luchar contra el virus.
Durante los meses más difíciles, las enfermeras, además de trabajar en el hospital, iban casa por casa, realizando test PCR y tranquilizando a los pacientes.
Valentina era una de ellas. En 2018, dejó su trabajo en Inglaterra para participar en este proyecto, porque para ella, la salud no es solo una cuestión individual, sino un asunto de toda la comunidad.
"Me interesaba especialmente su nuevo enfoque centrado en cuidar a las personas dentro del entorno familiar, en sus comunidades y en sus vidas", asegura Valentina Vittone, una enfermera italiana.
El presupuesto total de MisMI es de 1,8 millones de euros. De ellos, 1,5 millones provienen de la política de cohesión de la Unión Europea. Cerca de 5.000 personas se han beneficiado directamente, mientras miles se han beneficiado indirectamente.
El proyecto abarca la Tarentaise en Francia y el territorio del Valle de Aosta en Italia.
Vivir en las montañas no tiene por qué significar estar aislado. Esto es lo que asegura la coordinadora del proyecto transfronterizo que combina la telemedicina con el contacto directo con la gente.
"MisMI nació de una necesidad concreta, porque vivir en las montañas no tiene por qué significar estar aislado o solo. Esto puede ser un problema especialmente para aquellos que tienen enfermedades crónicas o fragilidad social y que no tienen a nadie que los apoye o acompañe en los momentos difíciles", cuenta Anna Castiglion, coordinadora del proyecto.
Mismi tiene dos ramas una médica y otra social. En ésta última, una de las actividades más populares del proyecto es el senderismo de montaña. Más de 600 personas se beneficiaron de estas caminatas que se reanudaron en junio.
"La función del animador es muy importante porque favorece la interacción entre los participantes, ayuda a recoger y detecta las necesidades del grupo. Otra cosa importante es que encuentra los recursos formales e informales dentro del grupo", comenta Aida Ndoja, organizadora del grupo.
Claudio, de 68 años, estuvo 47 días entre la vida y la muerte por culpa del coronavirus. Por eso estas caminatas cobran un sentido distinto para él.
"Cada día que tengo ahora para mí es un día de vida, es un día que aprecio, es un día más hermoso que los otros. Antes la lluvia me molestaba, ahora significa que he vivido un día más".