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En Grünheide, un municipio ubicado a pocos kilómetros de Berlín, se libra una batalla que se asemeja a la de David contra Goliat: la construcción de una fábrica gigante de la compañía de automóviles Tesla se enfrenta a la resistencia de una parte de la población, preocupada por sus recursos hídricos.
"El emplazamiento de Tesla está situado en una zona de protección del agua y, por tanto, tiene una repercusión directa en el curso de las aguas subterráneas, así como una contribución a la posible entrada de contaminantes y a la subida del agua salada. Además, Tesla consume mucha agua y la región no dispone de ella", explica Steffen Schorch, jefe de una asociación de vecinos y representante local de la ONG medioambiental Nabu
A través de manifestaciones, acciones legales y cartas abiertas, los residentes, apoyados por las ONG medioambientales, han hecho todo lo posible para retrasar el proyecto que pretende abastecer a toda Europa con coches eléctricos.
El año pasado, los tribunales incluso obligaron a Tesla a suspender sus obras, después de que las ONG presentaran una denuncia en su contra por temor a la destrucción del hábitat natural de especies protegidas de lagartos y serpientes en la región de Brandeburgo, donde está siendo construida la fábrica.
La "gigafábrica", como es llamada por la compañía californiana, se extenderá sobre 300 hectáreas, para una producción de 500.000 vehículos eléctricos al año y albergará "la mayor fábrica de baterías del mundo".
Las obras se realizaron a un ritmo rápido, según los deseos del fundador de Tesla, Elon Musk. En un año y medio, los vastos bosques de coníferas han dado paso a varios cimientos de hormigón sobre un suelo ocre, al que los camiones tienen acceso por la tesla strasse (calle Tesla, en español).
"Todavía no se ha superado la capacidad", dijo el ministro de Medio Ambiente de Brandeburgo, Axel Vogel, a la televisión alemana en marzo.
Pero las autoridades admiten "el importante impacto de las sequías", y han creado un grupo de trabajo para reflexionar sobre la cuestión a largo plazo.
El fabricante estadounidense se beneficia de un procedimiento excepcional de autorización previa para su obra, lo que le ha permitido iniciar los trabajos incluso antes de recibir el permiso de construcción.
Sin embargo, la aprobación final aún está en estudio, ya que las autoridades tienen que controlar el impacto medioambiental del proyecto: si no se concede el permiso, Tesla tendría que desmantelar, en teoría, la instalación a su costa.