El presidente Kais Saied destituyo al Ejecutivo el pasado 25 de julio.
La gran esperanza de la Primavera Árabe vive una profunda crisis política. El presidente de Túnez, Kais Saied, destituyó el 25 de julio al Gobierno, paralizó las actividades del Parlamento y se autoconcedió plenos poderes. Sus opositores, incluido el partido islamista Ennahda, le acusan de dar un golpe de Estado. Es la mayor controversia que azota el país en una década.
El presidente Kais Saied visitó el miércoles por la tarde el despacho del recién nombrado ministro del Interior, donde quiso demostrar que está al mando, aquí en Túnez, transmitiendo al mismo tiempo un mensaje de respeto a la Constitución y de preservación del Estado de Derecho en este país, casi dos semanas después de destituir al primer ministro y reclamar poderes ejecutivos.
Esta semana, la UGTT de Túnez. el sindicato más poderoso del país- ha instado a Kais Saied a formar un nuevo Gobierno de rescate lo antes posible. Retrasarlo, según el sindicato, crearía un vacío político en el país y "dificultaría la salida de la actual crisis social y económica".
Los tunecinos se han sentido en su mayoría aliviados por la decisión del presidente de destituir a una parte de la élite política que consideran no apta o no dispuesta a gobernar este país. Sin embargo, existe la preocupación de si Saied seguirá con sus planes de crear un nuevo gobierno. La mayoría de los tunecinos dirán ahora que sólo se tienen que demostrar a sí mismos que pueden dar forma y salvaguardar su democracia.