Del sueño al trauma: las mujeres alemanas se rebelan contra la violencia obstétrica

La violencia obstétrica sigue siendo tabú pero muchas mujeres alemanas comienzan a hablar e intentar protegerse.
La violencia obstétrica sigue siendo tabú pero muchas mujeres alemanas comienzan a hablar e intentar protegerse. Derechos de autor Stephen Andrews/Unsplash
Derechos de autor Stephen Andrews/Unsplash
Por Alexandra Leistner
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Ya sea violencia verbal o física, cada vez más mujeres en Alemania cuentan experiencias de violencia durante el parto. Para algunos, las experiencias se convierten en un trauma, con graves consecuencias para sus vidas.

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La piel flácida del vientre, las estrías, las ojeras, las lágrimas... desde que los nuevos padres comenzaron a compartir sus experiencias en las redes sociales, ha quedado claro que los pañales apestosos son probablemente uno de los males menores que acarrea la llegada de un nuevo miembro de la familia.

Muchas de las afectadas comparten sus experiencias en Internet, y cada vez más relatan experiencias traumáticas durante los exámenes o el parto. La atención se centra a menudo en las acciones del personal médico. Las mujeres que sufren violencia obstétrica suelen quedar gravemente traumatizadas. Pero apenas encuentran ayuda, porque su problema es un tabú en Alemania.

Como una "máquina de parir", sentirse un ser "torturado en la Edad Media" o "como ser sacrificada": estas son las palabras que utilizan las mujeres traumatizadas para describir el nacimiento de sus hijos cuando buscan ayuda de la psicóloga Nergiz Eschenbacher.

Todos los días las mujeres embarazadas experimentan cesáreas sin anestesia efectiva, episiotomías (incisiones quirúrgicas en el perineo) sin consentimiento, exámenes vaginales sin previo aviso, se les grita, se les chantajea con la salud de su hijo, se les inyectan catéter sin necesidad, se les administra medicación sin información, se les niegan los analgésicos, o se les obliga a estar tumbadas de espaldas a pesar de estar de parto. Algunos médicos incluso ponen todo su peso sobre el vientre de la embarazada para empujar al bebé hacia abajo, la llamada maniobra de Kristeller.

La violencia en la obstetricia: un tabú

La lista de la violencia sufrida por las mujeres de parto es larga y para algunas la experiencia se convierte en un trauma. En un estudio internacional publicado en la revista británica BMC Pregnancy Childbirth, el 66,7% de las mujeres que participaron dijeron que las acciones del personal de enfermería o su interacción con ellos fueron traumáticas.

"El tema se conoce desde hace mucho tiempo y, sin embargo, es un tabú absoluto", afirma la profesora Gerlinde Debus, médico jefe y ginecóloga de Múnich. "Incluso un procedimiento rutinario como una ecografía puede representar una intervención violenta en la percepción de la madre y el niño", dice Debus.

Muchas mujeres embarazadas no saben que no tienen que ir al hospital para someterse a pruebas rutinarias, explica la matrona Julia Huegel, y muchas exploraciones vaginales también suelen ser innecesarias. "Este ambiente ya puede asustar a algunas mujeres". Aunque cada vez se reclama una mejor atención a las mujeres por parte de más comadronas, también en Alemania el parto está cada vez más medicalizado.

¿Cómo se produce la violencia?

"Los médicos no pueden aceptar que no pueden estar completamente seguros de cómo está el niño en el útero. Por eso hay numerosas intervenciones. Pero no sabemos realmente cómo está el niño hasta que nace", dice Huegel.

Pero, ¿cómo se produce la violencia en este entorno tan sensible? La doctora Gerlinde Debus ve una posible explicación del creciente número de intervenciones en obstetricia en el llamado miedo profesional. Para guardarse las espaldas, explica la ginecóloga, los profesionales toman todas las medidas que conocen para vigilar intensivamente al niño y a la madre durante el parto. "Medidas que, en última instancia, conducen a que las mujeres sean menos capaces de actuar de forma autónoma".

La matrona Huegel también encuentra a muchos médicos ansiosos: por un lado, está el miedo a ser demandados si el niño "sale mal", por otro, algunos están preocupados por su reputación entre los colegas o, por ejemplo, por avanzar en su carrera, lo que les pone bajo presión.

La terapeuta Nergiz Eschenbacher explica la violencia como una interacción entre el miedo a dañar al recién nacido, la imagen general de la mujer en Alemania y las condiciones de trabajo de las matronas y los ginecólogos.

"Todos teníamos miedo de la tarea en la sala de partos".

Una encuesta publicada en la Revista Alemana de Matronas en julio de este año muestra que muchas estudiantes de matronas se convierten en testigos, (co) autores o víctimas de la violencia durante su formación. "Fue terrible", recuerda Julia Huegel de sus estudios hace 13 años. "Todas teníamos miedo a trabajar en la sala de partos", dice la matrona de Múnich.

Veronika Selters*, de la región de Fráncfort, también recuerda bien su formación de matrona, durante la cual la idea romántica del parto se evaporó rápidamente. Ha sido testigo de la violencia en su profesión a menudo. Hace unas semanas, también aconsejó a una joven madre que emprendiera acciones legales contra un médico de alto nivel.

"La mujer que daba a luz había dicho explícitamente durante el parto que no quería ni ventosa ni episiotomía. Entonces la amenazaron con una cesárea. Inmediatamente después hubo una contracción, durante la cual el médico simplemente cortó y utilizó la ventosa".

Tras el nacimiento de su hijo Susanne Reif* llora sin cesar, cada roce la encoge y todo su cuerpo se congela, tiene claro que algo ha ido fundamentalmente mal. Incluso un año después, a esta directiva de éxtio le resulta difícil hablar de ese día. Su terapeuta califica lo que experimentó como violencia grave.

Me asfixié en la mesa.
Susanne Reif
Víctima de la violencia obstétrica

Cuando ingresó en el hospital para dar a luz pero el cuello del útero no se abría y tuvo que meterse en una bañera en contra de su voluntad. Cuando le preguntan por la intensidad de su dolor, la comadrona pone los ojos en blanco y califica su sensación de dolor de "ridícula", diciendo que si tenía tanto dolor quizás no llegaría viva al parto. "Después de eso, estaba delirando. Me desmayaba y vomitaba todo el tiempo. Sólo en esos momentos recuperaba la conciencia".

La anestesia epidural, que un anestesista le inyecta en la espalda en cinco intentos tras varias horas de espera, no le sienta bien. Susanne se siente paralizada. El expediente muestra que las comadronas llaman al anestesista tres veces sin éxito. Siente que el personal sanitario la había dejado completamente sola.

A la mañana siguiente se decide que el parto sea por cesárea. La anestesia se inyecta a través del catéter que ya tiene en la espalda. Un poco más tarde está tumbada en la mesa de operaciones, moviéndose inquieta de un lado a otro, luchando por respirar y diciéndole a la enfermera anestesista que ya no puede respirar. Le grita que pare, le da una bofetada y le dice: "Si todavía puedes hablar tanto, entonces también puedes respirar".

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Más tarde se entera de que la epidural fue colocada erróneamente desde el principio, una llamada anestesia espinal alta, que fue paralizando sus órganos, incluidos el corazón y los pulmones. "Me asfixié allí en la mesa", dice con incredulidad y conmoción al mismo tiempo. Cuando los profesionales se dieron cuenta de la gravedad de la situación, la pusieron bajo anestesia general y dieron a luz al bebé por cesárea de urgencia.

El dramático nacimiento de su hijo, que estuvo anestesiado incluso durante los primeros 20 minutos de su vida, forma parte de su trauma. Pero el comportamiento del personal profesional le resulta especialmente aterrador. "¿Adónde ha ido a parar su humanidad?", se pregunta. Desde las violencia física y las intervenciones sin consentimiento, hasta los errores médicos, pasando por la violencia verbal y la condescendencia: Susanne ha experimentado casi todo el abanico conocido de violencia en la obstetricia.

La violencia posterior

Y lo que viene después es lo que Catrin Domke llama "la violencia posterior". Muchas mujeres están desesperadas por recibir ayuda, explica la ex cirujana, que fundó una asociación para mujeres traumatizadas tras sufrir violencia durante el nacimiento de su hijo. Ella misma fue rechazada por numerosos terapeutas. En los grupos de autoayuda le dijeron que no estaba en el lugar adecuado. A menudo, las personas del entorno de las mujeres restan importancia a la violencia.

"Debes alegrarte de que el niño esté sano", suelen decir. Esto hace que se sientan aún más solas en su ya difícil situación. Traum(a)Geburt e.V. asesora a las mujeres embarazadas, ayuda a las mujeres traumatizadas y ofrece asesoramiento jurídico.

Apenas seis meses después de su fundación, en 2018, la asociación contaba con unas 200 miembros. "La violencia durante el parto puede afectar a cualquiera", dice Domke. "El paralelismo con el trato que reciben las mujeres traumatizadas y las víctimas de violaciones es muy grande". Muchas relaciones se rompen en un año después de una experiencia así. Algunas mujeres -como la propia Domke- no pueden volver a sus puestos de trabajo, lo que significa que la violencia suele desencadenar también una crisis financiera. Diez de cada quince mujeres que acuden a su asociación en busca de ayuda han tenido pensamientos suicidas, afirma Domke.

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Imagen: Una rosa frente a la entrada de una sala de partos: las comadronas y los ginecólogos suelen saber que las mujeres envían un mensaje con ella. 

La conciencia está creciendo, lentamente.

La psicóloga Nergiz Eschenbacher ha observado que cada vez son más las mujeres que buscan ayuda tras un parto traumático. Ella misma ha establecido una buena red en su región, alrededor de Freising, el Departamento de Salud incluso le remite a las mujeres pero es insuficiente, dice. "Todavía hay mucha resistencia en la sociedad". Por ejemplo, la psicoterapia prenatal y perinatal se suele tachar de esotérica. "Pero las historias que escucho son todo menos esotéricas", dice Eschenbacher.

Cada vez son más las mujeres que acuden a Traum(a)Geburt en busca de ayuda legal o para participar en los grupos de apoyo que se están creando en Internet a raíz de la crisis del coronavirus. "Aconsejamos a las mujeres que emprendan acciones legales contra el hospital o los obstetras", dice Domke. "Pero el poder judicial tiene que hacer un seguimiento". Dice que a menudo considera que los peritos designados por el seguro de enfermedad son parciales, y que muchos abogados no quieren aceptar casos de violencia en la obstetricia o representan a médicos y hospitales al mismo tiempo.

Melanie también decidió presentar una denuncia penal por daños corporales porque se le practicó una cesárea contra su voluntad y sin indicación clara durante el parto de su segundo hijo.

Antes había pedido al médico que la atendía más tiempo para un parto natural, que le fue denegado. Sin su consentimiento, el niño nació por cesárea. "Fue como un tratamiento forzado", dice , que se dio cuenta pocos días después del parto de que había desarrollado un trastorno de estrés post traumático. Su caso, que es similar al de muchas mujeres, está ahora ante el Tribunal Constitucional Federal de Karlsruhe que debe decidir si se ha violado el derecho a la integridad corporal.

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Una rosa, un destino, un trauma

El 25 de noviembre coincies el Día Internacional de la Revolución de las Rosas contra la violencia hacia las mujeres en general y contra la violencia obstétrica. Ese día, las mujeres pueden depositar una rosa frente a la sala de partos donde sufrieron violencia. Algunos escriben su experiencia en un pequeño papel. Es una iniciativa para romper el silencio, para no quedarse solas con lo que han vivido y para crear conciencia sobre el tema entre los profesionales.

Julia Huegel está segura de que las mujeres no necesitan estar mejor preparadas para el parto, sino que hay que ayudarlas a aprender a escucharse a sí mismas y a sus sentimientos. Según su experiencia, las mujeres que tienen una buena conexión con su hijo y su cuerpo son menos propensas a renunciar a su autonomía.

Catrin Domke espera que las matronas y los médicos reflexionen más sobre su propio trabajo y comportamiento y acepten las ofertas de supervisión. Al mismo tiempo, su asociación, junto con un terapeuta familiar y una doula, ha elaborado un testamento vital para mujeres embarazadas, que los futuros padres pueden discutir con el personal del hospital antes del parto para evitar intervenciones no deseadas. Le gustaría que hubiera más conciencia a la hora de tratar a las mujeres traumatizadas en general. Decir "esto es lo que has vivido, tienes razón en que algo no funciona" es un buen comienzo.

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