Desconfianza y desinformación en Bulgaria: una radiografía al país europeo que no se quiere vacunar

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Por Julian GOMEZ
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Bulgaria tiene la tasa de vacunación más baja de la UE. En esta edición de Witness, Julián López investiga por qué la inmunización se ha convertido en un espinoso debate nacional que ha dividido a los búlgaros.

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Todo comenzó con un golpe de suerte. Había aterrizado en Sofía, capital de Bulgaria, una soleada tarde de domingo de finales de Noviembre. Tras facturar en mi hotel, había decidido dar una vuelta por el centro histórico -con mi equipo de rodaje a la espalda.

A unos 500 metros del hotel, me había encontrado con unas 200 personas que cantaban y gritaban ruidosamente. Había niños y ancianos; familias enteras, a menudo ataviadas con tambores y ondeando enormes banderas búlgaras. Me había acercado para saber contra qué protestaban.

"Las vacunas son una forma muy insidiosa de influir en la vida de las personas", me había dicho una mujer. "No deseo formar parte de un experimento", había añadido otra. Así que comencé a filmar.

Los bulgaros sufren un durarero recelo alimentado por casi medio siglo de dictadura comunista.

Había venido a Bulgaria para informar sobre por qué el país tiene, de lejos, el porcentaje de vacunación más bajo de toda la Unión Europea. Sólo el 25 por ciento de los búlgaros tiene una pauta de vacunación completa.

Y, de repente, sin casi buscarlo, me había encontrado en el corazón mismo de esta oposición a las vacunas. Las pancartas anunciaban mensajes como "No soy el asesino de mis abuelos", o "No estamos de acuerdo con ensayos experimentales en niños". Permanecí con los manifestantes durante 3 horas.

Sus reclamaciones me parecían una compleja y confusa mezcla de desinformación, noticias falsas, teorías conspiratorias, descontento social y provocación política. Era noche cerrada cuando entrevisté a los organizadores.

No deseo ser parte de este experimento

Ingeniero en Física Nuclear, Hristo hablaba Inglés y Francés. Me dijo que conoce bien la literatura científica sobre la pandemia.

Entonces, para usted, ¿las vacunas no son una solución?, le pregunté.

"Al menos, no comprendo las estadísticas al respecto. No acierto a ver su eficacia", me contestó.

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El ingeniero de física nuclear Hristo insiste en que la ciencia en torno a las vacunas COVID-19 no tiene sentido.Euronews

Otro activista antivacunas, Kalin Ivanov, me dijo que no estaban protestando simplemente contra la campaña de vacunación, sino también "contra la segregación. Contra la discriminación. No vivimos en la Alemania nazi. No vivimos en la Unión Soviética. Vivimos en una democracia liberal. Y uno de los principios del liberalismo es que los derechos individuales están por encima de los principios colectivos".

Esa misma noche, una violenta tormenta nocturna de nieve cambió el paisaje urbano, pero no la naturaleza de mis preguntas. ¿Por qué tantos búlgaros siguen confiando en esos mensajes en un país que, según la Universidad de Medicina Johns-Hopkins, tiene la tasa casos/mortalidad más alta de toda la Unión Europea. ¿Cuáles son las consecuencias? ¿Hay alguna solución, o es ya demasiado tarde?

En busca de respuestas

En busca de respuestas, la mañana siguiente entrevisté a una persona clave para garantizar la vacunación de tantos búlgaros como sea posible.

El viceministro de sanidad en funciones culpó del bajo porcentaje de vacunación a problemas logísticos e inestabilidad política: el país ha celebrado tres elecciones legislativas en ocho meses.

Aleksandar Zlatanov me mostró recientes campañas publicadas en línea para promover las vacunas.

La situación está mejorando, me dijo: "El porcentaje de vacunación es ahora tres veces más alta que en Agosto. Y esperamos que aumente otras cuatro o cinco veces desde ahora hasta finales de diciembre".

Y sin embargo, resulta difícil certificar que esas optimistas cifras se estén realmente cumpliendo sobre el terreno.

No uso máscaras, no uso guantes y no estoy vacunado contra la COVID-19.
Doctor Mangarov
Director del departamento pediátrico de un hospital de enfermedades infecciosas en Sofía.

Tras visitar al viceministro, me dirigí a uno de los centros de vacunación más activos de toda la capital.

El centro tiene una capacidad para vacunar a unas dos mil personas al día. La media durante estas últimas jornadas es de entre 600 y 700 personas. Me permitieron rodar allí durante una hora. La mayor parte de la gente que filmé venía en busca de una tercera dosis.

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"En mi propio interés, necesito cuidarme a mí misma. Esta es mi tercera dosis. No tengo miedo de la vacuna", me dijo una mujer bien entrada en los sesenta. "Vacunarse no es obligatorio pero es necesario. Es la única defensa que tenemos contra el virus. Es una necesidad tanto para mí como para los demás. Es lo que pienso", añadió un hombre con más o menos la misma edad.

El coordinador del centro de vacunación me recalcó que las nuevas variantes del virus demuestran que es urgente vacunarse. "En tanto que doctores, desde el principio de la pandemia estábamos convencidos de que los confinamientos y las medidas de distanciamiento social eran sólo soluciones temporales hasta que tuviéramos acceso a las vacunas. Y ahora que las tenemos, nos reafirmamos: las vacunas son la única solución real que tenemos para vencer esta pandemia. Las vacunas deben ser una prioridad".

El "médico antivacunas" de Bulgaria

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El doctor Mangarov afirma que la seguridad de las vacunas COVID-19 existentes aún no está suficientemente probada.Euronews

Sin embargo, incluso parte del personal médico del país siembra dudas respecto a las vacunas. Director del departamento pediátrico de un hospital de enfermedades infecciosas, el doctor Mangarov dice a pacientes y familias que la seguridad y eficacia de las vacunas existentes no han sido suficiemente demostradas.

Lo entrevisté en una de las alas vacías de la clínica pediátrica.

"Cuando estás inmunizado, todavía puedes infectarte e infectar a otra gente. Inmunizándote no proteges a otras personas. Te proteges a tí mismo. Vacunarse o no, debe ser una decisión personal", comenzó diciendo.

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¿Está usted vacunado?

"No, no lo estoy"

¿Por qué?

"Trabajo cada día en una "clínica COVID". Estoy en contacto diario con entre 60 y 100 pacientes. He pasado la enfermedad. No uso máscaras. No uso guantes, como puede apreciar. Llevo 39 años trabajando con enfermedades infecciosas. Sé muchas cosas sobre ellas, y sé también cómo debo protegerme a mí mismo", concluyó.

Una gran desconfianza hacia las autoridades

Antes de venir aquí, había leído que los búlgaros están entre los ciudadanos europeos con mayor desconfianza en la democracia, el gobierno, los medios de comunicación y su propio sistema sanitario. Un durarero recelo alimentado por casi medio siglo de dictadura comunista.

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En este contexto, ¿puede la situación evolucionar hacia una mayor aceptación de las vacunas?

No será fácil, me dijo Anastas Stefanov, un sociólogo que ha trabajado en 10 estudios sobre políticas sanitarias relacionadas con el coronavirus.

"Los búlgaros toman decisiones escuchando más a figuras públicas que a sus propias instituciones. Personalizan sus puntos de vista en política y en convivencia cívica. Escuchan con más atención los mensajes cortos, los mensajes negativos. Y tienen además una enorme falta de confianza en sus instituciones públicas".

Un partido de extrema derecha acaba de entrar en el Parlamento con un programa abiertamente anti-vacunas. Los medios nacioles informan con frecuencia de actividades de falsificación de certificados de vacunación... Tras cuatro días de trabajo periodístico en el país, regreso a la redacción de Euronews en Francia pensando que la campaña de vacunas sigue agitando la sociedad búlgara.

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