Los habitantes de las favelas están divididos entre quienes añoran los avances sociales que pretende reimpulsar la izquierda, y quienes defienden las propuestas ultraconservadoras de Bolsonaro.
En las calles de Rocinha, la mayor favela de Río de Janeiro, sus habitantes están más pendientes del pan de cada día que en las elecciones del domingo, aunque el voto es obligatorio para los mayores de 18 años, y facultativo para los que han superado los 70 años, como María Luiza Alves que ha decidido dar la espalda a los políticos.
"No voy a votar nunca más"
—¿Por qué?
"Mire, será difícil mientras Bolsonaro y Lula se sigan peleando. Deberían sentarse, trabajar por un proyecto para sacar a nuestro país de la pobreza, de la miseria. Porque la gente pasa hambre y sólo los pobres ayudan a los pobres, si dependiera de ellos, ellos no ayudarían", añade María Luiza.
Aunque los partidarios de Lula son más visibles, los votantes de Bolsonaro no tienen dudas.
"Bolsonaro no hizo nada por mí. En tiempos de Lula compramos una televisión mejor, los pobres compraron coches a crédito. La educación era algo mejor, había algunas ayudas. Bolsonaro sólo da a quienes ya tienen (a los ricos)", comenta Fernanda Gomes, votante de Lula.
"Bolsonaro, más allá de sus debilidades, defiende a la familia. Y hoy es un tema muy importante que se debate en el Gobierno, y realmente creo en el tema de la familia (de los valores conservadores de la familia)", explica William Oliveira, votante de Bolsonaro.
Las favelas también votan, y sus habitantes están divididos entre quienes añoran los avances sociales que pretende reimpulsar la izquierda con Lula, y quienes defienden las propuestas ultraconservadoras de Bolsonaro.