El trabajo de las instituciones para hacer de la pesca un oficio seguro

En colaboración con The European Commission
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Por Denis Loctier
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Han sido siete horas en el mar para los cuatro mariscadores que han protagonizado parte del reportaje. Tras haber recogido dos toneladas de mejillón, están visiblemente cansados. Pero, en los próximos meses, Davide tiene previsto mejorar todo el equipo del barco para hacer el trabajo más fácil.

Con las primeras luces del alba, en el mar Adriático, la tripulación del capitán Davide Sanulli comienza a recoger mejillones frente a la costa de la región de Emilia Romaña, en Italia. Ya es difícil empezar el día tan temprano, pero pronto la situación se vuelve aún más complicada. Los mejillones crecen en largas cuerdas bajo el agua. A veces se necesita mucho esfuerzo para sacarlos.

"Es duro, pero nunca me quejo: ¡cada trabajo tiene sus dificultades!", declara Davide Sanulli, capitán de barco.

Las máquinas ayudan, pero su ruido puede ser ensordecedor. El lodo marino se mete en los ojos, y hay que tener cuidado con las piezas móviles. El barco es una especie de fábrica ruidosa y tambaleante en medio del mar, y apenas hay tiempo para descansar.

"Antes, todo tenía que hacerse manualmente. Hoy tenemos todo tipo de máquinas. La tecnología hace que sea más menos duro para el cuerpo, eso es una ventaja. Pero, por otro lado, ha hecho que el trabajo sea mucho más frenético", añade Davide Sanulli.

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La tripulación lleva guantes de protección, pesados delantales y botas de goma, intencionadamente demasiado grandes, para poder descalzarse rápidamente si alguien cae, accidentalmente, por la borda. En una cubierta repleta de ‘resbaladizos’ mejillones, las caídas son un riesgo importante.

"Siempre se acumula el cansancio y, entonces, puedes resbalar fácilmente y caer al agua, o golpearte la cabeza", señala el capitán de barco.

La pesca y la acuicultura en alta mar siguen siendo algunos de los trabajos más arriesgados. En los barcos de arrastre, en movimiento, los pescadores pueden caer por la borda sin ser vistos y terminar ahogándose. A veces, los barcos chocan con obstáculos y se hunden. Solamente en 2019, al menos 16 pescadores murieron en aguas europeas y más de doscientos resultaron gravemente heridos. Para Lorenzo, de diecinueve años, la recogida de mejillones es solamente un trabajo de verano. Asegura que está bien pagado, pero pocos jóvenes están realmente interesados en elegir este oficio.

"Dicen que es difícil ser pescador, y de hecho es cierto. En verano, hay que levantarse temprano, lo que significa acostarse pronto, así que no hay tiempo para la fiesta por la noche. Es un sacrificio que pocos jóvenes están dispuestos a hacer", afirma Lorenzo Balestri, aprendiz de pescador.

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Esto hace que la pesca sea principalmente un trabajo para hombres de mediana edad. Sus esposas suelen ser amas de casa que esperan ansiosamente el regreso de los hombres al puerto. De hecho, hoy en día, las mujeres desempeñan un papel fundamental en la administración de las empresas pesqueras, el procesamiento y la venta de las capturas, pero casi nunca salen a pescar al mar; salvo alguna excepción.

"Soy pescadora. Soy la única mujer de Cesenatico y de toda Emilia Romaña que trabaja en un barco de pesca. No diría que es un trabajo muy duro para un hombre, salvo los días de tormenta en los que nos arriesgamos a chocar con troncos de árboles que flotan en el mar. Pero, para una mujer, que además tiene que ocuparse del hogar y de los niños, no es solamente duro, sino que es, el trabajo más duro", asegura la pescadora, Çiğdem Moçoşoğlu.

Como ocurre en el caso de muchos otros pescadores, Çiğdem Moçoşoğlu, que tiene dos hijas adultas, trabaja en un pequeño barco pesquero. La regulación sobre las condiciones de trabajo no suele tener en cuenta a las embarcaciones pequeñas; hay más normas para los barcos más grandes, que pasan semanas y meses en el mar. Pero los pescadores de Cesenatico afirman que, incluso en los barcos más pequeños, el trabajo duro puede afectar a su salud.

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El frío, la lluvia, la carga en la columna vertebral, las interminables horas de trabajo y las enfermedades, que algunos desarrollan, debido a su labor, preocupan a los pescadores.

Además, muchos consideran que, en Italia, la mayoría de los barcos son viejos y es necesario un verdadero plan de modernización. Así, creen que "los avances tecnológicos ayudan mucho, pero su potencial no se aprovecha del todo. Hay opciones de financiación, pero la gente no tiene muchos conocimientos al respecto o no acepta los costes", señalan.

Existe un debate mundial sobre cómo hacer más segura la pesca. Una parte de la solución pasa por una regulación más estricta. En Europa, esto incluye una serie de directivas de la UE y convenios internacionales, entre los que destaca el llamado Convenio 188 sobre el trabajo en la pesca, de la Organización Internacional del Trabajo, ratificado hasta ahora, solamente, por siete Estados miembros de la UE.

Otra herramienta es la financiación específica. La UE apoya la formación y algunas modificaciones de los buques que mejoran la seguridad sin aumentar las capturas. Sin embargo, según la administración regional, la mejora de las embarcaciones es escasa, ya que la mitad del coste debe ser asumido por los propios armadores.

"Llevamos a cabo dos convocatorias en la región de Emilia Romaña, precisamente, para intentar animar a los pescadores a mejorar sus equipos. Organizamos reuniones y diversas actividades de promoción, pero a pesar de todos estos esfuerzos, no pudimos convencer a muchos de que invirtieran en ‘seguridad a bordo’. Están a favor de las formaciones, pero no quieren gastar en inversiones materiales, y eso, por desgracia, es un problema", declara Vittorio Elio Manduca, jefe de los Servicios de Caza y Pesca de la región de Emilia Romaña.

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Las mejoras de los buques más antiguos son costosas y están limitadas por la falta de espacio a bordo. Pero, los nuevos buques pueden diseñarse pensando en una mayor seguridad. Alberto Stefanini es ingeniero técnico de seguridad. Inspecciona los buques pesqueros y observa las pequeñas mejoras que marcan una gran diferencia, como es el caso de fundas para las maromas, la seguridad de las instalaciones, la altura de las barandillas... y otras características como el aire acondicionado que hacen el trabajo más cómodo y, por tanto, más seguro.

"Una tripulación relajada y contenta resistirá mejor la fatiga, inevitable en este tipo de trabajo. Así, habrá menos accidentes a bordo y los buques pesqueros serán, en general, más seguros", afirma Alberto Stefanini, ingeniero de Seguridad Técnica de la región de Emilia Romaña.

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Massimo Bellavista trabaja con cooperativas pesqueras, sindicatos e interlocutores de la UE para mejorar las condiciones de trabajo a bordo de los buques locales, con inspecciones técnicas periódicas y formación en materia de seguridad.

"Cuando los pescadores salen al mar, el objetivo principal es que vuelvan sanos y salvos. Todo lo demás no importa. Por eso, es muy importante aplicar y seguir las normas. Italia va un poco retrasada en el proceso de ratificación del Convenio 188, pero estamos trabajando en ello, y los pescadores deben intentar anticiparse a estos cambios, sin esperar a que las normas más estrictas sean obligatorias", señala Massimo Bellavista, colaborador técnico del FLAG de la costa de Emilia-Romaña.

Han sido siete horas en el mar para los cuatro mariscadores que han protagonizado parte del reportaje. Tras haber recogido dos toneladas de mejillón, están visiblemente cansados. Pero, en los próximos meses, Davide tiene previsto mejorar todo el equipo del barco para que su trabajo sea más fácil y seguro.

"Ya he solicitado un ‘paquete de trabajo’ por valor de 70 000 euros para modernizar esta embarcación, mejorándolo todo, y el 50 % lo financiará la UE", concluye Davide Sanulli, capitán de barco.

El camino de vuelta a casa es el primer momento en que la tripulación puede descansar y tomar un refrigerio. El día aún no ha terminado, les espera más trabajo en el puerto. Hay que descargar los mejillones y preparar el barco para la salida ‘temprana’ del día siguiente.

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