Socorristas y voluntarios en Lesbos

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Por Euronews
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Son las siete de la mañana de un día normal en la playa de Katia, en la isla griega de Lesbos. Una lancha de refugiados se acerca a la orilla

Son las siete de la mañana de un día normal en la playa de Katia, en la isla griega de Lesbos. Una lancha de refugiados se acerca a la orilla mientras un grupo de voluntarios les esperan para recibirles.

Los niños tienen prioridad. Deben llegar a tierra sanos y salvos.

Ahment y su familia vienen de Afganistán. Una dura travesía que el joven de 15 años nunca olvidará:

“El traficante que nos trajo nos mintió. Nos dijo que iba a ser muy fácil y que en menos de dos horas habríamos atravesado la colina. No fue así, Fueron 31 horas y en medio de la nieve. El barco era muy peligroso, pasamos mucho miedo durante las dos horas que tardó en llegar a la orilla de Lesbos, explica el adolescente.

Ahment y su familia suben a un autobús, que les conducirá al campamento de Moria, donde tendrán que registrarse.

Un miembro del equipo de voluntarios se queda en la playa está para seguir ayudando a otros niños a llegar a la orilla.

“No hago más que ver más y más barcos en el horizonte. Su número no se reduce. Y por si fuera poco, hay todavía cerca de 2,5 millones de refugiados en las costas de Turquía esperando a cruzar la frontera. Sólo si la mitad consigue llegar hasta aquí, esto se desbordará”, advierte Nasos Karakitsos, del equipo voluntario de salvavidas para emergencias internacionales.

A medida que nos dirigimos hacia el norte de Lesbos, el clima empeora. Junto a Molyvos, se encuentra un centro de socorristas.

Mania Bikof, ex atleta de polo y su equipo de socorristas se preparan para la siguiente patrulla.

Bikok tiene 4 hijos que dejó en Atenas para venirse a Lesbos como voluntaria.

Su trabajo no es fácil, ya que tiene que enfrentarse a condiciones climáticas adversas la mayoría de las veces:

“Vientos fuertes, y mucho frío. Especialmente en el agua, porque una vez que nos mojamos, la temperatura corporal desciende mucho y muy rápido. Y nuestras jornadas de trabajo son largas, las 24 horas siete días a la semana”, nos cuenta Mania.

De repente su lancha acelera mientras dos embarcaciones de refugiados luchan contra las olas en pleno mar abierto. Mania recibe la orden de los guardacostas por radio de que retrocedan.

“No podemos acercarnos a un barco sin el permiso de la guardia costera. Podemos permanecer cerca por si acaso naufragara; es lo máximo que podemos hacer.Luego, los guardacostas vienen y recogen a los refugiados”, asegura Mania Bikof

Una vez en tierra, se les ofrece un tentempié: huevos duros, una pieza de pan y un plátano forma parte del menú en este campamento para refugiados iraquíes y afganos.

Algunos cantan o juegan para sobrellevar el frío. Otros, como Habib, natural de Marruecos, se niega a unirse. Intentó sin éxito cruzar la frontera con Macedonia y ahora se encuentra estancado en Lesbos:

“Los militares del Ejército macedonio( la ARYM) me detuvieron y me quitaron todo el dinero que llevaba. Se llevaron todos mis papeles y documentos. Ahora soy un desconocido. No tengo nada”, comenta.

Los más pobres, pueden contar al menos con la comida que les ofrecen los voluntarios.

Un holandés condujo un camión desde Ámsterdam para convertirlo aquí en una cocina móvil.

Él se encarga del suministro.

En su país de origen, Joost Poppe Ene Rentema, de 32 años de edad, trabajaba como director creativo en televisión. Un día se acercó con unos amigos a la estación central de Amsterdam para recibir a algunos refugiados. Fue encontes cuando decidió venir hasta Lesbos:

“Empezamos a hablar con las ONG suecas que eran las que tenían experiencia en cocinar para 1000 personas al día, pero no tenían más camiones. Nosotros sí, pero no contábamos con ningún cocinero. Así empezamosí a unir fuerzas. Ahora nos preparamos para una prueba récord: Este camión será capaz de elabprar 10.000 comidas diarias”, cuenta Joost, del movimiento ‘On the Ground’.

Voluntarios de todo el mundo cocinan sin descanso durante toda la semana.

Hoy el menú consiste en un guiso de lentejas y patatas. Una vez cocinado, lo envasan y lo llevan al campamento.

“Es como si hubiera olvidado mi vida anterior. Así que va a ser muy duro volver a Amsterdam. Resulta tan fácil ayudar!…. unos calcetines, un poco de comida, agua o unos caramelos son suficiente para arrancar una sonrisa a alguien. ¿Por qué no intentarlo,entonces?, asegura Joost.

Comida caliente de Joost, y bufandas y gorros hechos a mano por un grupo de mujeres griegas que se reúnen en un café una vez por semana para tejer y mantener abrigados a los niños refugiados.

Si alguien les ofrece ayuda, no aceptan dinero solo ovillos de lana.

“Tejemos por solidaridad con los más pequeños, los niños refugiados que van llegando. Queremos que sientan una cálida acogida y prestarles todo nuestro cariño. Pensamos en esos niños constantemente cuando estamos sentados en nuestras casas con calefacción,y nos preguntamos. ¿Dónde estarán?,¿Qué estarán haciendo?. Tenemos que hacer algo.Venga!…tejamos un poco más! “, explica Olga Plakito, del equipo de tejedoras voluntarias de ‘Solidarity at Mitilene’.

Dos veces por semana acuden a los campamentos o se acercan a las playas, para darles a los niños sus gorros, guantes y bufandas.

Una ONG podría distribuir las prendas, pero ellas prefieren hacerlo en persona.

En el puerto de Mitilene conocimos a Mustafa, un hombre de 30 años que logró llegar a Austria y conseguir un permiso de permanencia. Pero regresó a Irak para sacar de allí a su familia.

Es la segunda vez que repite la dura y peligrosa travesía:

“Son muy agradables porque hemos pasad mucho frío en Turquía, en Mitilene (Lesbos), Atenas, Macedonia, Serbia, Croacia, en la parada de Austria”, dice.

Mientras Moustafa y su familia terminan el papeleo en la isla, otros acaban de llegar.

Sin embargo, no sólo los voluntarios les esperan en la orilla para recibirles. Algunos, aguardan a que los refugiados abandonen la embarcación para llevarse el motor y la superficie de madera de la lancha para luego venderla.

La crisis de refugiados ha cambiado por completo la vida en Lesbos. A algunos vecinos y dueños de restaurantes, hoteles y taxis les ha beneficiado y han hecho dinero; pero para el sector turístico de la isla, esta crisis les podría hundir:

“Para este verano se espera que la llegada de turistas se reduzca entre un 60 y un 70 por ciento, si lo comparamos con el de 2015. Esas son las últimas previsiones y no creo que nada vaya a cambiar, más bien, empeorará”, advierte Lefteris Carablias, agente turístico de una agencia de viajes en Lesbos.

Socorristas y voluntarios preparan una hoguera junto a la playa. Les ayudará a mantenerse calientes durante la noche y al mismo tiempo servirá de faro a los barcos de refugiados.

Siempre recordarán estos días en Lesbos, donde conviven la vida y la muerte.

“De las 120 noches que llevamos aquí, la más dura fue cuando nadamos en agua helada durante más de 3 horas en busca de los cuerpos de un naufragio. Cuando llegamos a la orilla, nada más amanecer, lo primero que vimos fue el cuerpo sin vida de un bebé “, añade Mania Bikof.

Joost, que ocasionalmente acude como socorrista, guarda un recuerdo más agradable:

“No estoy acostumbrado a esto, no soy socorrista. Bueno…no soy experto en nada de esto pero…puedo nadar y eso es lo que ocurrió… Pensaba si la niña se moririá en mis brazos, entonces nadé y nadé…Ella estaba inconsciente, pero finalmente, se salvó.”

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