El mercado laboral turco para niños sirios

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Por Ahmed Deeb
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20.

20.000 niños sirios trabajan en Turquía

Gaziantep, en el sureste de Turquía es una de las ciudades que alberga al mayor número de refugiados sirios que han salido de su país, huyendo de la guerra.

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Hamza Menbeji se marchó junto a sus dos hermanos y su madre de un pueblo, en la provincia de Alepo, hace dos años, cuando el Estado Islámico tomó el control.

Ahora trabajan en una fábrica de zapatos para poder manterse.

“Cuando vivíamos en Siria, nos cayó en casa el disparo de un cohete y mató a mi padre. Y como no hay trabajo allí, nos vinimos a Turquía.

Somos 4 en casa. Yo soy el mayor y tengo 13 años, luego está mi hermano, de 11 y el más pequeño, de nueve.
No me gusta trabajar. Preferiría ir a la escuela y jugar. También me hubiera gustado empezar a trabajar más tarde, pero aquí no tenemos a nadie que se ocupe de nosotros”, asegura Hamza.

Abu Shihab, un empresario sirio de Alepo, es el propietario de la fábrica de zapatos. Para él, emplear a estos niños, es una forma de ayudarles para que no mendiguen en la calle; aunque sabe que la edad mínima para trabajar en Turquía son los 15 años:

“Les pagamos 15 euros a la semana por su trabajo, que es una forma de ayudar a sus familias. Pero algunos empresarios se aprovechan y los explotan, sobre todo a los niños sirios.
Es muy fácil que sufran abuso, ya sea sexual o económico. Están expuestos a que no les paguen en absoluto y encima, no pueden reclamar porque bajo la ley laboral turca, no cumplen el mínimo de edad para trabajar, luego es ilegal. No tienen derechos.”

Hamza y sus hermanos trabajan doce horas al día, seis días a la semana.

Su madre está enferma y no puede trabajar. Le duele que sus hijos tengan que hacerlo pero no tiene otra elección:

“La vida aquí es dura. ¿Se cree que me alegra de que mis no vayan a la escuela…?. No, en absoluto, pero no hay otra manera. Es la única vía que tenemos para mantenernos y pagar la casa. No hay ayudas, ni organizaciones de caridad. No es justo para mis hijos, pero sino fuera por ese trabajo, no podríamos sobrevivir.

Los niños sirios de los plásticos, en Reyhanli

Reyhanli se encuentra justo al otro lado de la frontera con Siria. Hoy es el hogar tanto de sirios como de turcos.

Muchos niños sirios viven aquí de los cartones, plásticos o chatarra que encuentran en la calle.

Abdullah recoge material reciclable de los contenedores de basura para una fábrica de reciclado turca:

“Recolecto plásticos y luego los vendo, así puedo alimentar a mis hermanos más pequeños. Empiezo a trabajar a las seis de la mañana. Primero voy a alquilar el carro al propietario. El dueño me dice ‘Si me lo traes cargado con 50 ó 60 kilos, te devuelvo el dinero y el alquiler te sale gratis.”

El equipo de periodistas de euronews siguió a Abdullah cuatro horas durante la recogida y luego le acompañó hasta la fábrica de reciclado. Allí le pagaron 6 liras por el cargamento, apenas 2 euros.

Había otros tres niños sirios de entre 10-15 años que también trabajaban en la planta de reciclado, propiedad de un empresario turco. El dueño nos dejó grabar en el local pero no accedió a una entrevista.

Abdullah, de catorce años, vive en un garaje abandonado con su familia. Son ocho. Hace un año y medio, se vieron obligados a huir de Hamah después de que el régimen sirio recrudeciera los ataques.

“Cuando estábamos en Siria, jugábamos al aire libre, entre los árboles, íbamos a la escuela con nuestros amigos, estábamos a salvo, era mejor. Desde que llegamos aquí tenemos que pagar un alquiler, el agua y la electricidad”, nos cuenta Abdullah.

El Centro ACT de Apoyo Psicológico y Protección Infantil es una organización siria sin ánimo de lucro situada en Reyhanli. En cooperación con la policía turca, intentan rescatar del actual mercado laboral al mayor número posible de niños sirios.

Mohammed Bader Eddin, director del centro ACT (Centro para la Protección del Menor):

“He conocido a muchos niños aquí, en Reyhanli, que trabajaban entre 14 y 18 horas por 5 ó 6 dólares, es un salario muy bajo.

Muchas fábricas aquí emplean a menores. Los capataces les atraen dándoles trabajo, ofreciéndoles carros, e incluso los montan en sus carretas de animales. Prefieren a los niños que a los adultos, porque los pueden explotar, trabajan más horas por menos dinero.

Los niños son los más expuestos al abuso. Los que viven en la calle, a menudo sufren violaciones, y hay niñas, de apenas 10 años, víctimas del tráfico sexual.”

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