Una nueva vida en Alemania. Una familia siria relata su 2016

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Por Aurora Velez
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Kawa Eli: "cuando me enteré de que mi mujer estaba a salvo con la niña en Alemania me puse tan contento que se me olvidó que estaba en la cárcel".

La “cuenca del Ruhr”, baluarte de la industrialización alemana en el pasado, es hoy una zona azotada por el desempleo y un lugar al que están acudiendo miles de emigrantes y refugiados. Entre ellos los Eli, “una familia kurda procedente del norte de Siria que ahora viveen Gladbeck”:Filming INSIDERS in Gladbeck, Germany

Euronews entrevistó a los Eli en 2015, en un campo de refugiados del este de Rumanía. Llegaron allí después de haber atravesado el Mar Negro en un barquito de madera, hacinados con otros setenta refugiados sirios.

Hace dos años, los despachos de prensa hablaban de un barco repleto de inmigrantes que cruzaban el mar negro. Euronews envió un equipo para averiguar si el Mar Negro se estaba convirtiendo en una nueva ruta en la huida hacia el oeste.

Kawa Eli y Emina abandonaron aterrorizados su casa en Kobane cuando el llamado “Estado islámico” capturó cientos de pueblos kurdos en el norte de Siria en 2014. Encontraron un refugio temporalmente en la parte turca de la frontera y Emina dió a luz a una niña: Huner. La familia decidió apostar por un futuro mejor en Europa.

Kawa Eli nos contaba en 2015 que había “visto a muchos hombres asesinados, gente muriéndose ante mis ojos, he visto a gente amputada, sin piernas, a personas que conocía muy bien y se estaban muriendo. No es fácil ver cómo destruyen tu casa, en un momento, todo desaparece”.

En aquel campo de refugiados rumano, Kawa invitó a jugar al ajedrez a nuestro reportero Hans Von der Brelie. En veinte minutos le lanzó un jaque mate. Se dieron cita para la partida de la revancha, dos años después. Hans ha seguido la pista de los Eli hasta su nuevo hogar en Gladbeck, una ciudad de alrededor de 77.000 habitantes de los cuales 1.200 son refugiados.

Mientras prepara la cena, Emina nos confía una buena nueva: está embarazada, será otra niña y va a nacer en enero.

La noticia es aún mejor, si cabe, teniendo en cuenta por lo que han pasado. Las autoriades rumanas acusaron a Kawa de trata de seres humanos, por haber atravesado fronteras ilegalmente con su mujer y su bebé.

Kawa pasó seis meses en prisión allí, mientras su mujer y Huner atravesaban en un camión Hungría, Austria y por fin Alemania. En la cárcel Kawa jugaba al ajedrez y un día un traductor llegó con buenas noticas: “me dijo que mi mujer estaba a salvo con la niña en Alemania y no tenía que preocuparme. Me puse tan contento que se me olvidó que estaba en la cárcel. Estaban a salvo en Alemania”, recuerda emocionado.

Finalmente el tribunal decidió que Kawa no era un traficante de seres humanos, pero le condenaba a pagar 1.300 euros por haber pasado la frontera ilegalmente. En cuanto pudo, se reunió con su familia. Cuando vio a su mujer y a Huner, su hija había cambiado mucho, andaba ya. Él se preguntaba si sería capaz de reconocerle. “Me miró y me dijo: Luego preguntó: ¿papá? y yo dije: Pero entonces se quedó sin moverse, durante dos o tres minutos, y después vino hacia mi sonriendo y empezó a tocarme el pelo y a jugar. El momento que se me ha quedado grabado fue cuando mi mujer dijo: “ve con papá” y ella vino corriendo hacia mí. Fue un instante increible, de verdad, fue…”, Kawa no puede terminar la frase por la emoción.

La reunificación familiar es una regla básica en los procedimientos europeos de protección de los refugiados. Emina también se emociona recordando ese momento. “El primer sentimiento de confort fue cuando oí que habían liberado a mi marido de la cárcel en Rumanía. El segundo, cuando le vi llegar con mis propios ojos a la estación de tren en Alemania. No me podía creer que llegaría aquí. Era fantástico imaginar que podríamos estar juntos de nuevo, reunidos. Cuando el tren llegó, no le vi a él, lo primero que reconocí fue su maleta. La ví y me desbordó la emoción: era real, Kawa estaba de vuelta. Realmente, allí. Lo entendí inmediatamente, nada más reconocer su maleta y entonces empecé a correr y le abracé”.

Al principio, las autoridades alemanas alojaron a la familia en el este de Alemania. Pero muchos de sus familiares habían encontrado refugio en el oeste del país y Emina decidió ir con ellos.

Rainer Weichelt, teniente de alcalde de Gladbeck, nos damos cita con el teniente de alcalde, afirma que en la primavera de 2016 notaron que “había un gran número de personas con estatuto reconocido de refugiados, procedentes del este de Alemania. Se instalaban aquí. No se sentían seguros en el este. Sin embargo, allí hay menos desempleo, el este de Alemania es mejor que la cuenca del Ruhr en términos de trabajo.”

Con el fin de asegurar una buena integración, Kawa ha estado buscando guarderías para su hija. Encontró una, gestionada por una iglesia cristiana del pueblo, pero hasta ahora, no ha dado con ninguna en la que queden plazas.

Gladbeck busca soluciones para acoger a 150 niños de preescolar de las familas de refugiados. Pese a los problemas presupuestarios, el municipio ha decidido crear nuevas guarderías. Kawa dice confiado que está convencido de que su hija “conectará muy rápidamente con otros niños. Intentamos inscribirla en la guardería pero no la aceptan aún porque tiene dos años y aquí se empieza con cuatro. A nosotros nos gustaría que aprendiera alemán en la guardería y en la escuela, y yo seguiré hablando con ella en kurdo”.

En esta región, de hecho, hay muchísimas personas procedentes de Kobane, la ciudad donde vivían en Siria.

No obstante ciertos especialistas hablan ya de “generación perdida” porque se calcula que muchos de estos refugiados encontrarán trabajo, después de aprender alemán y recibir una formación especializada, es decir dentro de cinco o diez años, en el mejor de los casos.

Por eso preguntamos al teniente de alcalde de Gladbeck si hay suficiente oferta de cursos de alemán o bien hay largas listas de espera. Rainer Weichelt confirma que, en efecto, “las listas de espera son muy largas. No hemos podido resolverlo de otro modo. Desde el verano de 2015 hasta este año hemos lidiado con una situación difícil. Cuando llegan de golpe al país un millón o 1’2 millones de personas no puedes pretender que todo el sistema funcione con un golpe de barita mágica. Hemos tenido que poner en marcha las estructuras administrativas e ir paso a paso”, declara.

Durante la revolución industrial llegaron a Gladback decenas de miles de emigrantes, polacos principalmente. Hoy la ciudad vuelve a crecer demograficamente con los refugiados. Kawa tiene planes. “En estos momentos estoy pensado en tomar clases de alemán y también de conducir. También me pregunto si dentro de unos años sería una buena idea comprar un instrumento y dedicar tiempo a la música. No vamos a irnos de aquí. Si me permiten quedarme en Alemania, no nos moveremos de aquí.”

Emina y Huner tienen un permiso de residencia de tres meses. Cuando Kawa llegó, cambió la ley y él sólo tiene una tarjeta de residente de un año. Aunque no pierden la esperanza de conseguir un permiso de residencia permanente. Hans ha quedado con Kawa para otra partida de ajedrez, dentro de unos años.

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