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Chipre, la isla dividida

Chipre, la isla dividida
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Por Euronews
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Durante el mes de marzo va a celebrarse en Ginebra una nueva conferencia internacional sobre la reunificación. ¿Qué piensan los chipriotas del norte y del sur?

Naranjos hasta donde alcanza la vista. Estamos en Chipre, cerca de Morfú, en el norte de una isla dividida en dos. Aquí la gente habla turco, no griego, como en el sur. Los esfuerzos por reunificar el territorio se han intensificado en los últimos tiempos, aunque la cumbre de enero fracasó como tantas otras. Sin embargo, el propietario de esta huerta no está preocupado, sino más bien aliviado.

En 1974, Chipre se rompió en dos. ¿Qué habría que hacer hoy en día con esas dos partes del mismo todo?. “Creo que es imposible unirlas de nuevo”, dice Ramadan Kandulu. “Además, piénselo, en Chipre hay naranjas y manzanas. Y es imposible unir una manzana con una naranja”.

En 1974, los combates empujaron a los grecochipriotas de Morfú hacia el sur, mientras que los turcochipriotas de ciudades como Limosol tuvieron que huir hacia el norte. El conflicto desplazó a decenas de miles de personas.

Entre ellas, los miembros de la familia Kandulu. Las casas vacías se distribuyeron en una especie de lotería entre los refugiados. Los kandulu, como miles de turcochipriotas en la región de Morfú, viven hoy en una casa que perteneció a una familia grecochipriota y quieren quedarse en ella.

“Ahora esta casa es mía”, replica Ramadan. “Tengo un documento que así lo atestigua. Los grecochipriotas dicen que no tiene validez internacional, pero no me importa si fuera de aquí lo reconocen. Llevo viviendo aquí 43 años. Eso es toda una vida”.

Si otros turcochipriotas quieren la reunificación, los Kandulu no están entre ellos. En 2004, el sur rechazó la solución negociada de Naciones Unidas que el norte había respaldado, pero hoy, el número de turcochipriotas a favor de unificar el territorio ha descendido.

“Nosotros somos turcos”, dice Alí, el hijo de Ramadan. “Y ellos son griegos. Tenemos religiones diferentes, una lengua distinta… No somos iguales. Y ahora voy a hacerle yo una pregunta: ¿Ha habido algún problema desde 1974? ¿Ha habido muertes, como en Siria o en otros países? No. Y eso se debe a la presencia en el territorio del ejército turco”.

En total, hay unos 30.000 soldados turcos sobre el terreno. Para Michael, grecochipriota, es inaceptable. Su familia tuvo que huir de Morfú cuando él tenía 18 años. Su padre también poseía una huerta de naranjos que ahora reclama Michael. Sin embargo, las autoridades turcochipriotas se resisten a entregársela. Desde que los puestos de control abrieron sus barreras en 2003, Michael visita los lugares que marcaron su infancia.

“Esta es la plaza en la que estaba la iglesia”, hace memoria. “Tengo muchos recuerdos. La Pascua, la hoguera del Sábado Santo… Mucha gente venía a celebrarlo. Hoy la iglesia es una mezquita. Eso me entristece. Y al mismo tiempo también me enfurece”.

“Recuerdo cuando vine en 2003”, prosigue. “Estaba abierta y entré. Todavía hoy conservan los candelabros y las lámparas. Pero no hay ningún símbolo cristiano, ni muebles. Cuando subí a la planta de arriba, vi que habían descolgado las campanas y almacenado junto a ellas lo que habían retirado de la iglesia. Lo habían destrozado todo”.

Ponemos rumbo al lejano sur, donde nos esperan Elena y su madre. Son refugiadas grecochipriotas que vivían en Morfú. Hoy viven en Limasol, en una casa que hasta 1974 pertenecía a una familia turcochipriota.

“Esta foto que tengo colgada en mi muro de Facebook dice que Morfú es mi ciudad” nos cuenta. “Quiero recuperar mi casa y volver a mi ciudad. Y esta otra es una foto de cuando era pequeña. Estoy en la veranda junto a los naranjos. Crecí con ese aroma”, rememora.

Ahora tiene una magnífica vista hacia la mezquita de Limasol, que hoy todavía ejerce como tal. En el hipotético caso de una reunificación, Elena dice que podría aceptar a un presidente turcochipriota. Da igual que sea cristiano o musulmán. Lo importante, dice, es que sirva al bien común.

“Si llegamos a tener un gobierno federal, como estamos eschuchando, tendrá que incluir a grecochipriotas y turcochipriotas”, defiende Elena. “En mi opinión todos somos chipriotas. Y me da igual que el presidente se llame Yannis, Nikos, Mustafá o Ahmed”.

¿Significa eso que un estado federal podría ser la solución?. “Sí”, responde Elena. “Sería lo óptimo”.

Hatice y Larkos son una pareja mixta de músicos que vive en Kiti. Ella es de origen turco y él, de origen griego. Ambos rechazan las fronteras y no ven obstáculos en el idioma, ya que cantan tanto en griego como en turco. Como ellos, cada vez hay más políticos moderados que intentan acercarse, que promulgan un poder compartido y que buscan un aucerdo territorial y que solucione los problemas de la propiedad en ambos territorios.
Hatice y Larkos se enamoraron y poco después nació su hijo Arion, que algún día, quizá viva en un Chipre unificado y gobernado por la confianza mutua.

“Nosotros somos ‘chiprochipriotas’. Y nuestro hijo también”, sentencia Hatice. “Todos tenemos el mismo origen”.

“Es la misma cultura con algunas variaciones”, añade Larkos. “Hay variaciones turcochipriotas y variaciones grecochipriotas en la comida, nuestras ropas o nuestra música, pero la base es común”.

“Me molesta que la gente diga que quiere ser turca o griega”, confiesa Hatice. “Mi padre murió diciendo que él era chipriota. Y eso es lo que somos nosotros”.

“Deberíamos perdonar sin olvidar lo que ha ocurrido”, concluye Larkos. “Vivimos una nueva era. Deberíamos superarlo y poder vivir juntos”.

La posición grecochipriota

http://www.euronews.com/2017/01/23/the-eu-offers-all-the-guarantees-cyprus-needs-opinion# ### La posición turcochipriota

http://mfa.gov.ct.tr/

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