¿Por qué el coronavirus puede acabar con la prohibición del burka en Europa?

¿Por qué el coronavirus puede acabar con la prohibición del burka en Europa?
Derechos de autor Mads Claus Rasmussen/AP/File
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Por Marta Rodriguez MartinezVeronica Sarno
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En Francia, te pueden multar tanto por cubrirte la cara (con un burka) como por no cubrirtela (con una mascarilla): esta contradicción puede ser el principio del fin de la prohibición del velo integral en Europa.

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La pandemia del coronavirus ha provocado una paradoja en los países europeos que han prohibido el velo integral.

En algunas ciudades francesas, por ejemplo, el hecho de no cubrirse la cara para protegerse contra la COVID-19 puede acarrear una multa de 135 euros.

Sin embargo, al menos oficialmente, también se puede recibir una multa de hasta 150 euros por taparse el rostro en lugares públicos si la cobertura es un velo integral.

En 2011, Francia se convirtió en el primer país europeo en prohibir el velo integral en lugares públicos. Otros países de la región han seguido su estela, introduciendo prohibiciones totales o parciales, entre ellos Dinamarca, Austria, Bélgica, Bulgaria, Letonia y Noruega.

Ahora, mientras a la mayoría de los ciudadanos europeos se les obliga a usar mascarillas para combatir la propagación del nuevo virus, algunos están poniendo en evidencia la aparente contradicción.

"¿Cuál es la diferencia cuando te cubres la cara por razones religiosas o cuando te cubres la cara por razones de salud?", cuestiona Moana Genevey, responsable de políticas de género en Equinet. "¿Y cuándo es aceptable?"

El nuevo "vivir juntos"

En 2014, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) desestimó los argumentos de Francia para prohibir el uso del velo integral en público por motivos de seguridad pública y protección de la igualdad de género.

Sin embargo, confirmó la restricción al aceptar que constituye una violación del principio francés de "vivir juntos" ("le vivre ensemble").

Tres años más tarde, dos mujeres belgas también presentaron su caso ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, alegando que la prohibición del burka infringía la legislación sobre derechos humanos. Samia Belcacemi había dejado de llevar el velo integral en público, por miedo a una condena de cárcel o a una multa, mientras que Yamina Oussar eligió quedarse en casa.

Asimismo, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos dictaminó que Bélgica no violaba ningún derecho a la libertad de religión o la ley de discriminación, ya que tenía derecho a imponer restricciones para garantizar el principio de "convivencia".

En el caso francés, la violación del concepto de "le vivre ensemble" se definió como "un rechazo de la fraternidad, que constituye la negación del contacto con los demás".

Sin embargo, el "vivir juntos" anterior a la pandemia tiene poco que ver con la convivencia actual en los países europeos basada en la distancia de seguridad.

"El discurso ha cambiado completamente y se pide a la gente que se cubra la cara para poder vivir juntos en una sociedad democrática", dice Jone Elizondo Urrestarazu, responsable jurídica y de políticas de Equinet. "Vivir juntos no significa lo que solía ser, así que tal vez es hora de repensar la volatilidad de este argumento".

Genevey concuerda en que la COVID ha cuestionado la validez de la prohibición del velo integral: "Algunas mujeres se preguntaban si la prohibición se aplicaría o no a ellas en el contexto de la pandemia. Ahora la pregunta es: ¿volveremos a la normalidad después?"

El coronavirus y la seguridad pública

Bélgica es uno de los países europeos donde está prohibido cubrirse la cara con un trozo de tela, pero ahora es obligatorio llevar mascarilla.

La llamada "prohibición de la burka" fue implementada en el país por primera vez en 2011, restringiendo el uso de cualquier tipo de prenda que cubra la cara en público y que pueda ocultar la identidad del individuo.

Una de las principales justificaciones fue que "las personas en los espacios públicos deben ser 'reconocibles' e 'identificables' por motivos de seguridad pública". Se permiten excepciones por motivos laborales o por las festividades, pero no por razones de salud.

Pero debido a la emergencia sanitaria, este principio de seguridad pública parece haber sido dejado de lado.

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"A corto plazo, podríamos experimentar un aumento de la delincuencia común, ya que pasan desapercibidos usando mascarillas", dice el profesor Kenneth Lasoen, experto en inteligencia y seguridad.

"Para compensar la situación, los municipios están invirtiendo en cámaras de seguridad para vigilar a los que llevan mascarilla en las calles".

Pero, a largo plazo, existe la preocupación de que la pandemia del coronavirus haya debilitado el argumento contra la prohibición de los velos integrales.

"Es muy probable que nos enfrentemos a una impugnación constitucional, ya que la situación actual sienta un precedente para las personas que quieren llevar cualquier tipo de velo facial en público", añadió el profesor Lasoen.

Virginia Mayo/AP
La gente lleva mascarillas al caminar por la Grand Place en el centro histórico de Bruselas, miércoles 12 de agosto de 2020.Virginia Mayo/AP

Pero en las calles de Bruselas, algunos cuestionan la relación entre la pandemia del coronavirus y la prohibición de otros tipos de coberturas faciales, incluyendo el burka.

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"Entiendo por qué algunos dirían eso, pero estamos hablando de dos niveles diferentes", dice Vanessa, una estudiante de 21 años. "Usar una mascarilla ahora no tiene nada que ver con el hecho de que la gente pueda cubrirse la cara con un burka".

Su amiga Victoria, de 20 años, está de acuerdo.

"Es diferente, estamos experimentando una crisis sanitaria mundial y las mascarillas son por la salud de todos, no se trata sólo de la religión de alguien", dice.

Stephanie, una profesora de 40 años, piensa que "algunas personas pueden encontrar perturbador, o incluso aterrador si no ven un rostro".

"En Túnez solía sentirme un poco inquieta cuando veía a las mujeres que llevaban un burka, ya que no podía ver sus rasgos", dice Samia, una tunecina residente en Bruselas.

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"También tenía sentimiento de culpa, porque tal vez se sentían incómodas por el hecho de que yo no usara ningún velo".

Samia no cree que la comparación entre las mascarillas y los velos integrales sea totalmente válida, porque "con una mascarilla, todavía se pueden ver los rasgos, y si la persona es mujer o hombre".

"El principio debería ser no reprimir los derechos de las personas por motivos de seguridad pública", dice.

"Los países europeos deberían encontrar formas de minimizar los problemas de seguridad sin estigmatizar a parte de la población y prohibir que lleven lo que quieran".

¿Una cuestión de derechos de la mujer?

"Si la prohibición del burka solo se justifica por motivos religiosos, es una ley discriminatoria", dice Genevey.

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"Y no podemos ignorar que es algo que afecta a un grupo intersectorial, que son las mujeres de cierta religión", añade Elizondo.

La prohibición afecta a una minoría en Europa: menos del 1% de las mujeres musulmanas usan burka o niqab.

"Es irónico cómo estas medidas se suponía que liberarían y darían poder a las mujeres musulmanas que eligieron usar niqab y sin embargo terminó limitándolas", dice Sanja Bilic, responsable de operaciones y políticas del Foro Europeo de Mujeres Musulmanas.

"Algunas mujeres siguen saliendo y pagando multas. Otras decidieron quedarse en casa. Antes de la prohibición, eran ciudadanas activas, participaban en la vida de su comunidad y tuvieron que dejar de hacerlo después de la prohibición del niqab".

Para Bilic, la cuestión no es el niqab o el hijab en sí, sino el hecho de que estas prohibiciones "criminalizan una prenda de vestir y ninguna otra prenda de vestir es criminalizada en Europa. Esto es problemático y conduce a la islamofobia, una islamofobia de género porque sólo se dirige a las mujeres musulmanas".

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También considera que la prohibición alimenta una creciente intolerancia hacia las mujeres que visten hiyab - o velo que cubre solo la cabeza - como fue el caso de la diputada francesa Anne-Christine Lang que abandonó una reunión porque una líder de un sindicato de estudiantes lo llevaba.

Algunos argumentan que estas mujeres son presionadas a llevar un niqab o un burka por sus familias o comunidades. Y que la decisión de quedarse en casa porque no pueden llevar un burka no es suya.

"Siempre hay un componente de presión social, aunque no esté impulsado por la religión" argumenta Bilic. "Tendríamos que entrevistar a cada mujer para saber sus motivos, pero creo que aquí en Europa si se les obligara a llevar un burka o un niqab, tienen las herramientas y la libertad para buscar ayuda".

"En el contexto europeo, ningún otro grupo de mujeres, en particular las que no provienen de minorías y de origen no cristiano, serían cuestionadas sobre su capacidad y habilidad para elegir, pero las elecciones de las mujeres musulmanas siempre son tratadas como sospechosas".

Genevey argumenta que la prohibición del burka es lo opuesto al feminismo: "Pretender liberar a las mujeres no permitiéndoles el acceso al espacio público es una contradicción fundamental".

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