La pandemia convierte a los repartidores en un sector de primera necesidad

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Por Ana LAZARO
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Las pequeñas empresas han tenido que reinventarse para sobrevivir a la pandemia. Y los repartidores están jugando un papel fundamental en sus estrategias. Las cooperativas luchan además para respetar los derechos de los trabajadores.

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En la era de la pandemia que nos ha tocado vivir, los repartidores se han convertido en un sector de primera necesidad. Pero su trabajo suele ser sinónimo de explotación.

Aunque hay excepciones. Gilles Jacqmain trabaja y es miembro desde hace dos años en una cooperativa de repartidores belga. Lo hace por necesidad, pero también por convicción.

"A pesar de que ha quedado clara la importancia de este trabajo, no se respeta en absoluto”, explica. “Pero aquí en la cooperativa todos tenemos contrato, seguridad social, estabilidad, y podemos involucrarnos. Las herramientas de trabajo nos pertenecen. Así que en parte es una elección por convicción política".

Frente al poderío de las grandes plataformas digitales, en la cooperativa Dyoxide de Gambettes apuestan por la economía social y medioambiental. Todos los repartos se realizan en bicicleta.

Existe desde 2015, pero la llegada de la pandemia no fue fácil. Tuvieron que dejar a varios trabajadores en el paro, aunque gracias a los contratos fue un poco menos doloroso.

"Creo que esto es importante. El trabajador ha tenido derecho al paro en el momento en que no hemos podido ofrecerle un trabajo, al contrario que la mayoría de los repartidores en bicicleta que se encuentran de un día para otro sin nada”, afirma François Bellenger, gerente de la cooperativa. “Esto demuestra una vez más la necesidad de que este trabajo sea reconocido por todos”.

La cooperativa finalmente logró adaptarse a los nuevos tiempos, buscando nuevos clientes o trabajando con ellos de otra manera.

"Sufrimos un primer golpe muy duro porque perdimos todas las entregas a profesionales. Pero poco a poco pudimos sustituirla por las entregas a particulares. Y también algunos clientes hicieron un cambio similar al mismo tiempo”, añade Bellenger.

Uno de estos clientes es el productor de cervezas artesanales En Stoemelings. Cuando cerraron todos los bares y restaurantes, se quedaron sin clientes. Por un momento pararon todas las maquinas. Hasta que decidieron vender su cerveza directamente a los particulares.

"Durante la primera ola pudimos compensar las pérdidas, incluso con algún beneficio porque la gente se quedó realmente en casa. Ahora, con este semi-confinamiento, no llegamos a compensar lo que hemos perdido con los bares y restaurantes. Nos mantenemos. Pero no es algo que vaya a funcionar a largo plazo", explica el empresario Samuel Languy.

Y nadie sabe cuanto durará el largo plazo. Un verdadero desafío para las pequeñas empresas que luchan por sobrevivir, privilegiando la economía de proximidad. Un término de moda, pero que debe traducirse en hechos.

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