La odisea para escapar de Mariupol

La huida de Mariupol
La huida de Mariupol Derechos de autor Alexei Alexandrov/Copyright 2022 The Associated Press. All rights reserved.
Por Aleksandar Brezar
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Una mujer de 31 años relata su experiencia en la ciudad asediada durante los primeros días de los bombardeos rusos.

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Aunque la crueldad hacia los civiles ucranianos visible a través de fotografías y noticias desconcierta al mundo, el actual asedio de Mariupol sigue siendo el más impactante por sus niveles de destrucción y su absoluto desprecio por la vida humana.

Los residentes que quedan en la otrora próspera ciudad portuaria del sur, de 432.000 habitantes, cercada y constantemente bombardeada por las fuerzas rusas, llevan casi ocho semanas enfrentándose al hambre, la sed y el frío.

Alina Beskrovna, una experta en finanzas de 31 años y oriunda de Mariupol, sobrevivió al primer mes de asedio en la ciudad, logrando salvarse junto a su madre y sus tres gatos.

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Un barco dañado por los bombardeos sobre MariupolAlexei Alexandrov/Copyright 2022 The Associated Press. All rights reserved.

"Me centré sólo en sobrevivir. No sabíamos si sería posible salir algún día. No creía que fuera posible escapar", explica Beskrovna a Euronews.

"Mi mayor miedo, mi miedo absoluto era doble: por un lado, ser violada por los rusos. Por otro, que me llevaran a Rusia por la fuerza o que me obligaran a vivir en la llamada República Popular de Donetsk sin la posibilidad de moverme ", recuerda.

Ahora en Copenhague y de camino a Canadá como refugiada, Beskrovna describe el desgarrador mes de vida bajo constantes bombardeos en condiciones terribles, teniendo que dar sepultura a personas que no conocía, todas ellas víctimas civiles del asedio.

"Bombardearon la tienda de comestibles cercana. No todos lograron escapar. Bombardearon el edificio de nueve plantas que había enfrente. Algunas personas dormían en sus apartamentos por la noche y murieron. Bombardearon las casas privadas detrás de nuestro complejo de casas de campo. Murió gente. Y los enterramos", dijo Beskrovna.

Situada en la orilla norte del mar de Azov, Mariupol ha sido un centro de comercio desde que se fundó en el emplazamiento de un antiguo campamento cosaco en el siglo XVIII. Hoy, la ciudad, su historia y su cultura han desaparecido en gran medida.

En su discurso diario a los ciudadanos de Ucrania, el presidente Volodímir Zelenski declaró que Mariupol ha quedado "completamente destruida". Alrededor del 95% de la ciudad está en ruinas, con amplias zonas inhabitables.

Se calcula que unos 21.000 ciudadanos han muerto, según declaró el alcalde de Mariupol, Vadym Boichenko.

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Un hombre camina por Mariupol en una zona controlada por las tropas rusasAlexei Alexandrov/Copyright 2022 The Associated Press. All rights reserved.

El presidente ruso, Vladímir Putin, advirtió a finales de marzo a su homólogo francés, Emmanuel Macron, que el bombardeo solo terminaría "cuando las tropas ucranianas rindan totalmente Mariupol".

Estas fuerzas, atrapadas en la ciudad junto con los civiles, siguen negándose a deponer las armas, a pesar de los informes que indican que se están quedando sin municiones y otros suministros.

Despertar en la guerra

Estudiante de intercambio en su adolescencia, Beskrovna volvió a Estados Unidos para obtener su MBA y regresó a Mariupol hace tres años, trabajando en el desarrollo de startups, tratando de utilizar sus conocimientos de finanzas para ayudar.

"Me quedé en Filadelfia durante dos años después de obtener mi título, pero sentí que con las oportunidades que estaban apareciendo en Mariupol, debía estar allí. Porque ese es el lugar en el que se puede lograr un mayor impacto con mi formación, así que volví."

"Hace poco pusimos en marcha el primer estudio de riesgo, y ayudamos a las startups a ponerse en contacto con inversores extranjeros", rememora Alina.

Para ella y sus compatriotas, el 24 de febrero está grabado en la memoria como el comienzo de la siguiente fase de la guerra.

Aunque esta vez las fuerzas rusas intentaron apoderarse de todo el país, Ucrania lleva en conflicto bélico desde 2014, año de la anexión rusa de Crimea, seguida del estallido del conflicto en el Donbás.

Sin embargo, el primer día de la invasión causó conmoción y sorpresa incluso a los habitantes de Mariupol, a pesar de la proximidad de la ciudad con la zona de guerra en el Donbás y de que en 2014 había sido brevemente controlada por la autoproclamada República Popular de Donetsk (DNR). Desde entonces, el enclave ha tenido que soportar varias escaramuzas en su periferia y asaltos directos de la DNR.

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"Contamos la guerra desde el día en que aparecieron en Crimea 'hombrecillos verdes' sin insignias, así que esta es la tercera etapa de la guerra", explica Beskrovna.

"En realidad, intentaba ayudar a los periodistas extranjeros que acudían a la ciudad, así que en mi tiempo libre les traducía, arreglaba, buscaba contactos, creaba itinerarios, cosas así. Esa noche salimos con un equipo brasileño, ultimando el itinerario para el día siguiente, y tomando sushi y vino en el centro, en un lugar increíblemente moderno que ya no existe. Los dejamos en el hotel y yo volví a casa".

Se despertó hacia las 6 de la mañana, una hora poco habitual para ella, después de sentir una explosión cerca.

"Me desperté por una extraña sensación que era como cuando vas al cine y ves una película de acción o de guerra, y te sientas demasiado cerca del altavoz. Y te ensordece y reverbera por todo tu cuerpo."

"El vecino cerró la puerta metálica de forma muy agresiva. Así que entré en Facebook y leí las noticias y no podía creer lo que veían mis ojos".

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Todos sus amigos y conocidos en las redes sociales de Ucrania informaron de que se habían despertado con la invasión rusa. "Explosiones, fuego, bombardeos justo al lado de ellos. Así empezó la guerra".

El refugio en casa de un amigo

En las primeras horas y días, la gente era completamente ajena a la situación, se reía de ella o no podía creer que estuviera ocurriendo, recuerda Beskrovna. En Mariupol, la mayoría creía que se trataba de otro escenario similar al de Donetsk y que a Rusia no le interesaba destruir la ciudad.

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Soldados de la autoproclamada República Popular de Donetsk patrullan MariupolAlexei Alexandrov/Copyright 2022 The Associated Press. All rights reserved.

Algunos ciudadanos que tenían medios para escapar, especialmente coches, se marcharon la mañana en la que se inició la invasión. Una amiga de Donetsk, desplazada desde Mariupol, la llamó enseguida y le advirtió de que las cosas no pintaban bien y de que debía marcharse.

Pero Beskrovna no tenía coche, así que no pudo escapar con la primera oleada: "Lo que nos pasó fue que un amigo nuestro vivía al otro lado de la ciudad y no en un edificio de apartamentos de tipo soviético. Residía en una especie de casa de campo al estilo yugoslavo, en la que cada bloque tenía cuatro pisos y esos edificios tenían sótanos adecuados. Cuando digo adecuados, me refiero a que estaban secos y se podía estar de pie. Así que era un lujo".

Beskrovna aceptó su oferta de refugiarse allí y trasladó inmediatamente a su madre y a sus gatos.

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Desde el 26 de febrero no ha podido localizar a su padre, Oleksii Beskrovnyi, de 66 años. Se le considera desaparecido: "Acordamos que si ocurría algo, él se acercaría a donde estábamos refugiadas. Pero no he vuelto a saber de él. No se tomaba la situación en serio. Se reía, hacía bromas. No podía entender lo que estaba pasando".

"Acababa de volver de un viaje por el oeste de Ucrania de dos semanas y no paraba de decir que estaba bien y que estaba lavando la ropa. Luego me enviaba fotos de su sótano para supuestamente consolarme viendo que todo estaba bien", se lamenta.

El padre de Beskrovna es ruso y procede de un pueblo de la región de Kursk. Pero se enfadó cada vez más con sus compatriotas invasores en los dos días que estuvieron en contacto.

Tras la desaparición de Oleksii, Alina se puso en contacto con sus hermanos y hermanas, que viven todos en Rusia, y una de sus tías le contó que la última vez que hablaron, él le dijo: "si aparecéis en mi tierra, imbéciles, no os miraré como parientes, os dispararé a bocajarro".

Despojar a la gente de su dignidad

La noción de que se está en medio de la guerra no ocurrió de la noche a la mañana: "Al principio, todo parecía una extraña fiesta de pijamas en casa de un amigo. Teníamos electricidad, el transporte público funcionaba en la ciudad durante los dos o quizá tres primeros días".

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Y luego, uno a uno, todos los signos de la civilización fueron destruidos deliberadamente por los rusos. Primero, atacaron la red eléctrica: "De repente necesitas cerillas para encender la estufa de gas, la caldera no funciona, no hay agua caliente. El wifi tampoco funciona, así que dependes completamente de la red de telefonía móvil. No hay forma de cargar el teléfono o el portátil. Es entonces cuando empiezas a pensar: 'Oh, necesito cerillas, necesito velas, baterías'".

Luego las tropas rusas bombardearon la infraestructura de suministro de agua. La fuente de agua potable más cercana estaba a unos cuantos kilómetros de distancia. "Pensamos, 'bueno, al menos tenemos gas', y entonces bombardearon la tubería principal. Lo que significa que hay que recoger leña y que hay que cocinar en el fuego al aire libre. Y los bombardeos estaban cada vez más cerca".

A medida que se les iban acabando las opciones de evacuación, Beskrovna y otros habitantes del refugio comprendieron que estaban atrapados en una situación cada vez más grave: "En ese momento, la gente se dio cuenta de que no eran sólo los objetivos militares estratégicos los que los rusos estaban destruyendo. Era una especie de destrucción completa deliberada de todo el distrito repleto de gente".

"Y los ciudadanos estaban siendo utilizados como rehenes o escudos humanos por los rusos porque es algo que podría estar sobre la mesa para posibles negociaciones, para vender esta idea de que tal vez Mariupol debe ser ocupada por Rusia sólo para salvar las vidas de cientos de miles de civiles".

El refugio de Alina se encontraba entre las fuerzas ucranianas y el Ejército ruso, este último respaldado por las tropas de la DNR y las unidades chechenas de Ramzán Kadírov.

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Las 32 personas que estaban en el sótano, seis de las cuales eran niños, se dieron cuenta de que tenían que centrarse en la supervivencia.

Salir del sótano para caminar apenas 20 metros podía resultar letal debido a los posibles bombardeos. Las bajas temperaturas y las ráfagas de viento hacían que el frío calara en todos ellos.

Sólo conseguir que el agua hirviera en un fuego les llevaba horas, y a veces tenían que arriesgar sus vidas para vigilar los alimentos incluso bajo los bombardeos. Con todas las incertidumbres, esa comida podría haber sido la última en mucho tiempo: "Nuestra supervivencia dependía de la cooperación, y eso es lo que hicimos. Construimos un retrete, hicimos una fogata, teníamos un equipo de dos, a veces tres personas, que nos traían agua, barriendo el asfalto junto a la entrada para deshacernos de toda la metralla. Pero no sabes qué día es. No sabes qué hora es". describe Alina.

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Una bandera ucraniana en una zona controlada por militares prorrusosAlexei Alexandrov/Copyright 2022 The Associated Press. All rights reserved.

"Vives y duermes con la misma ropa día tras día durante un mes. No puedes bañarte, pareces un vagabundo y no te has lavado el pelo en un mes. Pero todo el mundo es igual que tú, así que a nadie le importa ya. Es un estilo de vida que nunca hubiera creído posible en el siglo XXI en una ciudad industrial y pujante", señala.

La apuesta de abandonar una ciudad asediada

Beskrovna y otras personas del sótano consiguieron salir de la ciudad después de que se extendiera el rumor de que algunos civiles podrían escapar a través de los puestos de control. Ella y algunos otros decidieron probar su suerte.

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"La gente intentaba salir en columnas. Se reunían a las 6 de la mañana, se ponían tiras blancas para mostrar que eran civiles, escribían 'niños' y se iban a rezar para salir con vida porque no había ningún corredor verde: te podían bombardear, te podían matar, podías quedar atrapado en el fuego cruzado".

El combustible estaba muy demandado en la ciudad y los precios alcanzaban los 10.000 dólares por bidón, pero al amigo que les invitó a compartir refugio le quedaba aproximadamente la mitad de su depósito. El 23 de marzo, seis adultos y cuatro gatos se amontonaron en su coche y partieron hacia los puestos de control.

Fue la primera vez que Beskrovna vio la magnitud de los daños y de la presencia del ejército ruso: "Cruzamos dos puestos de control ucranianos y dieciséis rusos entre ellos. Los rusos eran espeluznantes. No ocultaban su actitud. Se burlaban de nosotros, nos miraban con desprecio, se burlaban. Sólo se divertían. Algunos parecían no querer estar allí."

Los rusos obligaron a los hombres a desnudarse. Buscaban cualquier cosa con los colores de Ucrania o símbolos nacionales como el tridente, que creían que era una prueba de sus relaciones con las fuerzas armadas o de "tendencias nazis".

El viaje de Mariupol a Zaporizhzhia, de unas tres horas, duró 14,5 horas. Un trayecto que Beskrovna describe como "un paisaje infernal de cadáveres, coches civiles destrozados y tanques rusos hechos pedazos, todos signos de intensos combates".

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Los ucranianos siguen unidos a pesar de Putin

Para ponerse a salvo, Beskrovna salió de Ucrania hacia Dinamarca a través de Zaporizhzhia y Lviv con su madre y sus gatos. Destaca que hubo quienes les acogieron y ayudaron. Para ella, es un signo de unidad nacional lo que la agresión de Moscú provocó en sus compatriotas.

Alina habla tanto ruso como ucraniano. Como persona de origen ruso, es categórica al afirmar que la cuestión de la diferenciación entre ambos grupos -algo en lo que Putin ha hecho hincapié, sobre todo en su discurso en la víspera de la invasión- es inexistente.

"Desde 2008, más o menos, el Kremlin intensificó esta retórica de cómo los rusoparlantes son despojados de sus derechos y perseguidos, y se les prohíbe expresarse, y recuerdo que pensé 'nunca en mi vida he experimentado eso'".

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