¿Por qué Bulgaria y Rumanía continúan fuera del espacio Schengen?

Bulgaria y Rumanía permanecen fuera del Espacio Schengen, lo que significa que no pueden suprimir los controles fronterizos con otros países de la UE
Bulgaria y Rumanía permanecen fuera del Espacio Schengen, lo que significa que no pueden suprimir los controles fronterizos con otros países de la UE Derechos de autor Vadim Ghirda/AP2011
Por Jorge LiboreiroEuronews en español
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Analizamos la larga y difícil carrera de estos dos países para formar parte de la zona de libre movimiento entre fronteras.

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Desde su creación en 1985 en una pequeña ciudad luxemburguesa, el espacio Schengen se ha convertido en uno de los resultados más emblemáticos y tangibles de la integración europea: generaciones enteras se han acostumbrado a viajar a través de las fronteras sin necesidad de llevar pasaporte ni de pasar controles.

Aunque inicialmente Schengen se creó de forma paralela a la Unión Europea, finalmente se incorporó a la legislación del bloque y ahora actúa como un pilar central que apuntala el mercado único.

La zona abarca hoy por hoy 26 naciones, entre ellas 22 países de la Unión Europea, lo que se traduce en casi 420 millones de ciudadanos. Sin embargo, un puñado de países de la Unión aún no ha disfrutado de las muchas ventajas de viajar sin pasaporte.

Es el caso de Bulgaria y Rumanía, dos países que ingresaron en el bloque en 2007 y que esperan pacientemente a que se abran las puertas de Schengen. Las dos candidaturas siempre supieron que el camino nunca iba a ser fácil, pero tras más de una década en la cola de espera, el proceso se ha convertido en toda una fuente de frustración para Sofía y Bucarest.

La adhesión a Schengen exige, entre otras cosas, la aplicación de normas comunes, una gestión adecuada de las fronteras exteriores, el intercambio de información sobre seguridad y una cooperación policial eficaz.

Unanimidad o nada

Los Gobiernos de ambos países insisten en que cumplen los criterios necesarios desde hace años, y el verano pasado se incorporaron incluso al sistema común de visados de Schengen, como participantes de pleno derecho, a pesar de los controles en sus fronteras.

La Comisión Europea y el Parlamento Europeo están inequívocamente de su lado: el ejecutivo ha confirmado repetidamente que los candidatos han cumplido todas las condiciones técnicas, mientras que los eurodiputados han criticado sin tapujos su exclusión, considerando esta discriminatoria.

Bulgaria y Rumanía están tan convencidas de estar preparadas que han invitado a una misión de expertos a visitar sus países para realizar una evaluación adicional. Pero aún queda un obstáculo por salvar, y no es uno cualquiera: la política.

La luz verde final tiene que llegar del Consejo de la Unión Europea, que reúne a los ministros de los 27 países de la UE. La aprobación de un nuevo miembro Schengen debe ser aprobada por unanimidad, lo que significa que un solo "no" puede congelar todo el proceso.

En 2011, Francia, Alemania, Finlandia, Suecia, Países Bajos y Bélgica se opusieron a la doble candidatura, por motivos relacionados con la corrupción, la delincuencia organizada y las reformas judiciales. La cuestión se abordó varias veces a lo largo de los siguientes años, con idéntico o similar resultado: rechazo.

La crisis migratoria de 2015, que se convirtió en la prueba de fuego de Schengen, redujo aún más las esperanzas de admisión para Bulgaria y Rumanía. Pero la marea empezó a cambiar tras la crisis de COVID-19.

París y Berlín dan el paso

A principios de este año, el presidente francés, Emmanuel Macron, abrió la puerta a la adhesión de Bulgaria y Rumanía, al tiempo que desvelaba nuevos planes para reformar el espacio sin pasaportes, incluyendo la creación de un consejo ministerial de Schengen con el que acelerar la acción colectiva en tiempos de crisis.

"Debemos reformar Schengen", decía Macron en febrero. "No puede haber libertad de circulación si no controlamos nuestras fronteras exteriores".

Meses después, en agosto, el canciller alemán Olaf Scholz expresó su respaldo y se comprometió públicamente a trabajar para que Rumanía y Bulgaria "se conviertan en miembros de pleno derecho".

"Schengen es uno de los mayores logros de la Unión Europea, y debemos protegerlo y desarrollarlo. Y esto significa colmar las lagunas que aún existen", sostenía Scholz.

Como sucede con cualquier otro tema que ataña a la Unión Europea, el respaldo de París y Berlín era esencial para hacer avanzar las cosas e influir en los países reticentes a adoptar la misma postura. Según ha podido saber Euronews, Finlandia, Suecia y Dinamarca también han suavizado sus puntos de vista, aunque cabe recordar que Suecia cuenta con un nuevo Gobierno de derechas y Dinamarca celebra elecciones el mes que viene.

En octubre, el Parlamento Europeo aprobó una nueva resolución —la quinta de este tipo desde 2011— en la que se presiona a los políticos para que aprueben la admisión inmediata de Bulgaria y Rumanía. "ElParlamento está consternado por cómo en los 11 años transcurridos, el Consejo no ha tomado ninguna decisión", reza un texto que no es jurídicamente vinculante.

Pocos días después, no obstante, el Parlamento neerlandés adoptó su propia resolución, instando al Gobierno del primer ministro Mark Rutte a vetar las dos solicitudes hasta que se lleven a cabo nuevas investigaciones. Los legisladores neerlandeses argumentaron entonces que la prevalencia de la corrupción y el crimen organizado en Bulgaria y Rumanía suponía "un riesgo para la seguridad de los Países Bajos y de todo el espacio Schengen".

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DANIEL MIHAILESCU/AFP or licensors
El primer ministro neerlandés, Mark Rutte, se reúne con el presidente rumano, Klaus Iohannis, a mediados de octubreDANIEL MIHAILESCU/AFP or licensors

Esta firme oposición pareció contradecir las propias palabras de Rutte, que semanas antes de la votación parlamentaria había dicho que Países Bajos no estaba "en principio" en contra de la admisión de ambos países: "Todos los países que cumplan las condiciones deben ingresar en el espacio Schengen", decía el primer ministro neerlandés durante una reciente visita a Bucarest.

A día de hoy, Bulgaria y Rumanía permanecen bajo el llamado Mecanismo de Cooperación y Verificación (MCV), un proceso iniciado en 2007 que evalúa la introducción de reformas sobre el sistema judicial y anticorrupción y, en el caso de Bulgaria, la lucha contra la corrupción y el blanqueo de dinero.

Y es que lo cierto es que ambos países son los que ocupan los últimas posiciones en el Índice de Percepción de la Corrupción, publicado cada año por Transparencia Internacional, si bien sus puntuaciones no están lejos de las de Hungría y Grecia, dos veteranos miembros de Schengen.

Cabe recordar también que a pesar de su aparente conexión, el MCV y las solicitudes de Schengen se consideran vías separadas y distintas.

La misión de investigación propuesta por Sofía y Bucarest tuvo lugar en la primera quincena de octubre y su informe final está siendo examinado por los Estados miembros. Las conclusiones son confidenciales.

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La presidencia checa, actualmente al mando rotatorio del Consejo de la Unión Europea y encargada de dirigir los debates, ha hecho de la ampliación de Schengen una de sus principales prioridades. Pero el tiempo corre: la próxima —y probablemente última— oportunidad que tendrá Praga de someter a votación la cuestión tanto tiempo paralizada será el 9 de diciembre, fecha prevista para la reunión de los ministros de Justicia e Interior.

Sólo un respaldo unánime puede suprimir los controles en todas las fronteras interiores. "No se equivoquen: la votación en el Consejo de la UE tiene un fuerte componente político", recordó tras su reunión con Mark Rutte el presidente rumano Klaus Iohannis, que añadió: "Eso no es algo malo; así es como funciona la Unión".

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