El hasta ahora presidente de la Cámara de los Diputados aceptó ayer con reticencias el encargo del rey Alberto II. Muchos belgas lo ven como el primer ministro que Bélgica necesita para hacer frente a las divisiones. “Creo que es una persona muy capacitada y muy querida por todo el mundo, tanto por los balones, como por los flamencos”, dice una ciudadana belga. “Los flamencos y los francófonos ya no tenemos nada en común “, dice con más pesimismo otro belga.