El martes amaneció manchado de sangre en la morgue de Donetsk. Un rosario de cadáveres de milicianos rebeldes se extendía por sus salas: en un principio había una treintena, más tarde se hablaba de medio centenar de combatientes muertos en la batalla por el control del aeropuerto internacional de la ciudad y en los enfrentamientos en la estación de ferrocarril. Tras horas de combates en los que el Ejército ucraniano utilizó aviones y helicópteros, las fuerzas separatistas reconocían que habían perdido el control del aeródromo y acusaban al Ejército ucraniano de haber bombardeado dos furgonetas que transportaban a milicianos heridos al hospital.
En este contexto de guerra abierta desaparecieron el lunes sin dejar rastro cuatro observadores de la OSCE. La Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa perdió el contacto con ellos cuando se encontraban en algún punto entre Donetsk y Lugansk. Estonia asegura que fueron capturados por los rebeldes, algo que estos niegan.