Con piedras desinfectadas, miles de peregrinos musulmanes apedrearon este viernes al diablo en el que es el último gran ritual del hajj o peregrinación a la Meca, ciertamente difícil de organizar este año en plena pandemia de coronavirus.
Si bien otros años las multitudes provocaron estampidas mortales, este año sólo participaron 10.000 musulmanes, después de que a millones de peregrinos de múltiples nacionalidades se les prohibiera el acceso a la Meca.
Todos ellos con mascarillas, vestidos de blanco y separados para respetar el distanciamiento social, los peregrinos arrojaron siete piedras cada uno a un muro que simbolizaba a Satanás. Pero en lugar de recoger las piedras ellos mismos como en años anteriores, estas se les entregaron empaquetadas y esterilizadas. Toda una novedad que sirve de ejemplo de como la pandemia ha cambiado el mundo hasta en los más insospechados detalles.
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