Aunque al papa le costaba caminar, por las secuelas de la fuerte ciática que lo mantuvo alejado de sus compromisos a finales del pasado mes de enero, su cara reflejaba la felicidad por la cálida acogida recibida en Bagdad, la capital de Irak.
El primer ministro iraquí, Mustafa al Kazemi, recibió a Francisco, el primer pontifice en viajar a este país, al pié del avión para luego mantener un encuentro distendido y sin mascarillas pero el papa no olvida la COVID y sobre todo las vacunas que recordó deben distribuirse de manera equitativa.
Pese al ambiente festivo, el papa rogó a los políticos que en esta fase de reconstrucción del país "combatan la plaga de la corrupción, los abusos de poder y la ilegalidad".
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