El COVID-19 mata el turismo y los paseos en camello en ciudad tunecina

El COVID-19 mata el turismo y los paseos en camello en ciudad tunecina
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Por Tarek Amara y Angus McDowall

EL DJEM (Reuters) - Dos visitantes búlgaras se encontraban en el antiguo anfiteatro de El Djem, una de las principales atracciones de Túnez, solas aparte de las golondrinas que revoloteaban bajo los arcos de piedra, un espectáculo que presagia otra temporada turística arruinada por el COVID-19.

La estructura del Siglo III, tan representativa de Túnez que aparece en el billete de 20 dinares, suele recibir unos 190.000 visitantes al año, pero en 2020 sólo acudieron 45.000 y en lo que va del año ha estado desierta la mayor parte del tiempo.

En las últimas dos semanas, las cifras han repuntado un poco después de que el gobierno relajó las normas de cuarentena para los paquetes turísticos, con el fin de salvar parte de los ingresos en moneda extranjera de la temporada alta del verano boreal, pero aún no se acercan a lo que había antes de la pandemia.

"No hay turistas y la playa está vacía. Es muy triste", dijo Tatiana Vasileva, una de las dos turistas búlgaras. Ambas llegaron a Túnez dos días antes y se unieron a una excursión a El Djem organizada por su hotel.

En la plaza del anfiteatro, los negocios de turismo están muriendo lentamente, al igual que en todo el país, lo que hace que las vidas de las personas queden en suspenso y tomen otros rumbos.

Aroussi Obay, de 42 años, ha invertido sus ahorros en la producción de aceite de oliva para conseguir dinero mientras su tienda de antigüedades está inactiva. Su vecino Nofal Zeid, de 43 años, ha retrasado su boda por la falta de ingresos en su cafetería El Hana.

"He pospuesto todos mis proyectos, incluso mi boda", dice Zeid, quien ha despedido a los pocos miembros de su familia que suele emplear en la temporada de verano.

Pero aunque pasen días sin un cliente, ha colocado cada una de las siete mesas que dan al anfiteatro, con un mantel rojo brillante y un cuenco de naranjas, listo para atender su negocio.

Túnez, que depende de la ayuda extranjera para obtener las vacunas contra el COVID-19, tiene problemas con las bajas existencias.

Se le han asignado 4,3 millones de dosis a través del plan COVAX para los países más pobres, pero sólo han llegado 670.000 de ellas. Ha recibido otras dosis a través de un acuerdo separado con Pfizer.

Como resultado, sólo 800.000 personas de sus 11,6 millones de habitantes han sido vacunadas hasta ahora, lo que ofrece pocas perspectivas de reducir las tasas de infección lo suficiente como para atraer a un gran número de visitantes lejos de los destinos europeos rivales.

El ministro de Turismo, Habib Ammar, quiere vacunar rápidamente a los trabajadores del sector para tranquilizar a los visitantes. "Desgraciadamente hay un problema con los inventarios de vacunas, que no ha permitido poner en marcha esta estrategia", dijo.

PLAYAS DESIERTAS

La mayoría de los turistas vienen a Túnez por sus largas y blancas playas, pero también ofrece ruinas de ciudades romanas, bosques de corcho, mezquitas medievales, sitios de filmación de la película La Guerra de las Galaxias y oasis saharianos.

El turismo representa normalmente una décima parte de la economía. Su colapso después de que milicianos atacaran una playa y un museo en 2015 provocó una crisis económica, pero el sector se había recuperado antes de que llegara el COVID-19.

La tienda de Obay en El Djem es un tesoro de bandejas de cobre, máscaras africanas, cofres rústicos, réplicas de figuras romanas, alfombras bereberes y persianas bellamente pintadas.

"Antes de la pandemia vendía varios artículos al día. Ahora pasan días sin ninguna venta", dice.

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En el exterior, un camello se arrodilla, dispuesto a dar paseos a los turistas que se sientan sobre cojines acolchados a rayas, pero no viene ninguno.

"Me estoy comiendo mis ahorros", dice su propietario, Fathi Bouzayan, de 53 años, cuya familia ha ofrecido paseos en camello en El Djem durante generaciones.

La mayor ciudad costera cercana es Susa, donde el Movenpick Resort & Marine Spa sólo emplea a la mitad de sus 550 empleados habituales, según su director de ventas y marketing, Zied Maghrebi.

A lo largo de las brillantes aguas turquesas de la costa, kilómetro tras kilómetro, los complejos turísticos permanecen casi vacíos y en la piscina del Movenpick un único niño permanecía en el agua, absorto en un juego.

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(Reporte de Tarek Amara y Angus McDowall; editado en español por Benjamín Mejías Valencia)

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