Libia, Costa de Marfil, el sur de Sudán, Zimbabue,… En estos últimos meses, África ha visto cómo sus estigmas históricos golpeaban, a veces con dureza, las conciencias internacionales. En Guinea Ecuatorial se ha desarrollado la XVII Cumbre de la Unión Africana.
El encuentro ha tenido lugar en Sipopo, un centro de conferencias especialmente construido para la ocasión en un país que busca el beneplácito de la diplomacia internacional que durante años le ha condenado por violar los derechos humanos.
Los países miembros han tenido tres días para reforzar los lazos en una organización que parecía al borde del abismo. Quedan ya superadas las diferencias que provocó la crisis de Costa de Marfil. Goodluck Jonathan, presidente de Nigeria, abogaba por una intervención de las tropas africanas para expulsar a Laurent Gbagbo. Frente a él, su homólogo sudafricano, Jacob Zuma, defendía la negociación. Tres meses más tarde, todo ha quedado en agua de borrajas.
Una reconciliación celebrada por Alassane Ouattara, quien participa por primera vez como presidente de Costa de Marfil:
“Sí, creo que lo vamos a conseguir. Es una unión joven, por lo que las cosas requieren un poco más de tiempo, pero todo va bien”, ha asegurado Ouattara.
Otro asunto sensible: Libia. Su sombra ha planeado sobre la cumbre, ya que no hay una única voz en el seno de la Unión Africana. Muamar el Gadafi inyectó grandes cantidades de dinero en la organización y financió a varios jefes de Estado. Algunas delegaciones apoyan sin reparos al líder libio. Otras reclaman su cabeza. La operación de la OTAN no ha sido vista con buenos ojos. Aún así, la oposición libia, agrupada en el Consejo Nacional Transitorio, se muestra optimista, como ha explicado uno de sus representantes, Abderrahman Chalgham:
“Ahora puedo decir que no la mayoría pero muchos Estados están abiertamente con nosotros. Incluso han dicho en la sesión a puerta cerrada que Gadafi debería dimitir e irse. Pero nadie le apoya, ni de puertas para adentro ni de puertas para afuera”.
En las conversaciones han destacado algunas voces. Etiopía, Nigeria, Ruanda y Costa de Marfil han reclamado, en vano, un endurecimiento del tono contra Gadafi. 25 oradores han intervenido en el debate que ha terminado con un acuerdo de mínimos. Pero un acuerdo, al fin y al cabo, como ha destacado el líder de la Comisión de la Unión Africana, Jean Ping:
“Las crisis como la de Libia, la de Costa de Marfil, la de Sudán o Somalia, todas las crisis tenían que ser abordadas en un momento preciso, en el que África tiene, como todos los continentes, puntos de vista que no son necesariamente idénticos. Teníamos que debatir, negociar, hacia una posición común”, ha declarado Ping.
Al acuerdo marco le falta consistencia. Los miembros de la Unión Africana proponen negociaciones de paz entre el régimen libio y los rebeldes, pero pasan por alto una de las preguntas clave: ¿qué va a pasar con el coronel? El hecho de haber conseguido la unanimidad les sirve de consuelo.
“África sale unida de esta cumbre, unida en lo relativo a los asuntos principales y, en concreto, a la crisis libia. El documento final ha sido adoptado por unanimidad”, ha afirmado Mahmadou Issoufou, presidente de Níger.
¿Cuál es el sentimiento de la calle? Con sus casi mil millones de habitantes, África alberga un séptimo de la población mundial, pero sigue siendo el continente más pobre. Sus gentes viven en frágiles democracias, dictaduras en pleno ejercicio, o en regímenes que favorecen el blanqueo de dinero. ¿La Unión Africana tiene sentido?
Lo que está claro es que es una de las organizaciones que más puede hacer para mejorar el futuro del continente. Para ello, sus dirigentes deben superar sus propios retos y derrotas, así como las de sus vecinos, a la vez que animan a sus gentes a trabajar en dirección al progreso.