Un estudio demuestra que puede acabarse con células cancerígenas por estrés

Scientists successfully caused cancer cells to self-destruct in brain tumour treatment breakthrough
Scientists successfully caused cancer cells to self-destruct in brain tumour treatment breakthrough Derechos de autor Canva
Por Oceane Duboust
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Los tumores agresivos de glioblastoma podrían estar en peligro: un descubrimiento revolucionario ha conseguido eliminar las células cancerígenas en ratones.

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Un equipo de investigadores de Gotemburgo ha desarrollado un método que podría provocar la muerte por estrés de estas células. Sus estudios han dado resultados prometedores con el glioblastoma, uno de los tumores cerebrales más comunes y agresivos entre los adultos. Se calcula que esta enfermedad afecta a unas 19.000 personas al año en la UE.

El tratamiento del glioblastoma no ha cambiado mucho desde principios de la década de 2000 y consiste en quimioterapia, radioterapia y cirugía. La supervivencia media de un paciente diagnosticado de esta enfermedad es de 15 meses.

Las células cancerosas están estresadas por naturaleza

"Las células cancerígenas son células estresadas, terminan utilizando mecanismos de respuesta al estrés para obtener ventajas", asegura Eric Chevet, jefe de un laboratorio de investigación del cáncer del Instituto Nacional de Salud e Investigación Médica de Francia (INSERM) desde 2015.

"Una de las ventajas es que son más resistentes, más fuertes y capaces de migrar, por lo que soportan mejor estreses adicionales como la quimioterapia", explica a Euronews Next.

En el caso del glioblastoma, las células utilizan una proteína llamada IRE1 como parte de un mecanismo de respuesta al estrés que las hace más resistentes a los fármacos contra el cáncer. Esta fase se denomina "identificación de objetivos".

Los investigadores trataron de ver si influyendo en este proceso se podría debilitar a las células cancerosas. Y acaban de publicar resultados prometedores en la revista iScience. El estudio fue fruto de la colaboración entre investigadores del INSERM (Francia) y la Universidad de Gotemburgo (Suecia).

Procedieron en tres etapas

En primer lugar, el equipo de Gotemburgo trabajó en modelos computacionales como parte de la investigación "in silico", en referencia al silicio de los chips informáticos.

Analizaron unos 15 millones de moléculas y realizaron simulaciones para predecir cómo reaccionarían con las proteínas del organismo. Una de ellas resultó ser útil: la molécula Z4P.

El segundo paso fue una prueba para examinar el impacto de esa molécula en las células cancerígenas

Descubrieron que la molécula Z4P no sólo hacía que las células cancerosas fueran menos resistentes, sino que también bloqueaba su capacidad de migración, una de las propensiones que hacen del glioblastoma una enfermedad tan agresiva.

Por último, los investigadores probaron sus hallazgos en células reales: utilizaron la molécula para atacar células cancerígenas en ratones en combinación con un fármaco llamado temozolomida (TMZ), un tipo de quimioterapia utilizado tradicionalmente en el glioblastoma.

Comprobaron que el tratamiento combinado debilitaba la resistencia de las células cancerosas al estrés y reducía significativamente el tamaño de los tumores, y el papel de la molécula Z4P era evidente.

Cuando se utilizaba sólo TMZ, los tumores reaparecían al cabo de un tiempo, entre 100 y 150 días. Pero con la combinación de TMZ y la molécula Z4P, todas las células cancerosas desaparecieron, y los ratones no tuvieron ninguna recaída del cáncer después de 200 días.

¿Y ahora qué?

A pesar de estos prometedores resultados, aún estamos lejos de un nuevo fármaco, por no hablar de una píldora milagrosa.

Chevet advierte de que probablemente no pasarán otros 15 años antes de que estos hallazgos ofrezcan una nueva opción terapéutica a los pacientes, y subraya que se trata de una predicción optimista, salvo que surjan obstáculos en el camino.

Hay que modificar la molécula para que sea más eficaz contra las células cancerosas y probarla en más animales antes de ensayarla en humanos.

Para el siguiente paso de esta investigación, el laboratorio del INSERM de Chevet colaborará con otro equipo francés, el Instituto de Ciencias Químicas de Rennes.

Más adelante, los hallazgos podrían aportar esperanzas para tratamientos contra otros tipos de cáncer.

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"También hemos empezado a estudiar el uso de nuestra sustancia en otras formas tumorales agresivas como el cáncer de páncreas, el cáncer de mama triple negativo y ciertos cánceres de hígado", asegura Leif Eriksson, catedrático de Química Física de la Universidad de Gotemburgo y coautor del estudio.

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