Se destaca que es merecedora del premio porque "su lenguaje, uno de los más destacados y reconocidos de la poesía" y por tener una trayectoria "de primer orden"
¿Mirar atrás será pasar
a ser de sal precaria estatua,
un perecer petrificado
preso en sí mismo, parte
del roto encanto de un paisaje
cuya música no logro más oír?
De "Reducción del infinito" 2002
Ida Vitale es compañera de generación de otros grandes como el uruguayo Juan Carlos Onetti o el mexicano Octavio Paz, con el que colaboró durante su exilio mexicano, pero, como tantas otras mujeres escritoras, el reconocimiento del Cervantes le ha llegado mucho más tarde que a sus compañeros varones. A los 95 años la uruguaya se ha alzado con el Premio Cervantes, la quinta mujer en hacerlo. El segundo uruguayo tras Onetti.
El jurado ha nombrado "su lenguaje, uno de los más destacados y reconocidos de la poesía" y por tener una trayectoria "de primer orden". Vitale, que ha cultivado el poema breve lleno de simbolismos y referencias a la naturaleza, se engloba en la llamada poesía esencialista. Como tal sus versos se despegan del día a día para tratar las cuestiones filosóficas eternas del ser humano y del arte poético.
En su extensa producción ha publicado los libros de poesía La luz de esta memoria (1949), Palabra dada (1953), Cada uno en su noche (1960), Paso a paso (1963), Oidor andante (1972), Jardín de sílice (1980), Fieles (1976-1982), Elegías en otoño (1982), Entresaca (1984), Parvo reino (1984), Sueños de la constancia (1988), Serie del sinsonte (1992), Procura de lo imposible (1998), Reducción del infinito (2002), Plantas y animales (2003) y El Abc de Byobu (2005), entre otros.
También fue autora de varios ensayos.
Triste ha sido el día en el que se ha entregado el premio de este año porque justo ayer fallecía Fernando del Paso, Premio Cervantes 2015.
Vitale ha recibido en los últimos años grandes reconocimientos como el Premio Reina Sofía, reconocimientos tardíos para una mujer que, a pesar de los reveses y los exilios, escribía este poema, Fortuna, sobre su existencia como mujer.
Por años, disfrutar del error
y de su enmienda,
haber podido hablar, caminar libre,
no existir mutilada,
no entrar o sí en iglesias,
leer, oír la música querida,
ser en la noche un ser como en el día.
No ser casada en un negocio,
medida en cabras,
sufrir gobierno de parientes
o legal lapidación.
No desfilar ya nunca
y no admitir palabras
que pongan en la sangre
limaduras de hierro.
Descubrir por ti misma
otro ser no previsto
en el puente de la mirada.
Ser humano y mujer, ni más ni menos.