Karl, el hombre detrás del personaje
Detrás de sus sempiternas gafas de sol, de su abanico o de su cuellos montantes dignos de un disfraz del renacimiento, se escondía un hombre sumamente generoso para quienes le trataban en su vida cotidiana.
Yo, como periodista, sólo conocía al Karl de las revistas, el "kaiser" de la moda y del glamour, un hombre que parecía frío y distante. Pero el destino quiso que trabase amistad con gente que trabajaba con él, y, a través de sus testimonios, apareció el otro Karl Largefeld: un hombre desprendido que hacía numerosos y valiosos regalos a sus colaboradores.
Un hombre que, en una ocasión, cuando un ayudante de fotografía estropeó una foto que él mismo había hecho -pues también era fotógrafo- y escogido para una de sus campañas, le contestó: "no pasa nada, escogeremos otra", ante el asombro de los presentes.
Un hombre capaz de preocuparse por la salud del hijo de una interina que trabajaba para él en su casa de verano, en Ramatuelle, cuando el niño fue víctima de una grave enfermedad, llamándola, a menudo personalmente, para interesarse por la evolución del chico, y siempre llegando en vacaciones como un Papá Noel estival, con la maleta llena de costosos regalos Chanel para esta señora.
Lagerfeld se codeaba con princesas, como Carolina de Mónaco, que era su íntima amiga, pero también sabía comportarse como un príncipe con quien le rodeaba, ya fuesen simples mortales.