Estas reuniones no autorizadas constituyen una vía de escape para los jóvenes, tras la paralización de los locales nocturnos desde marzo, pero también un riesgo de nuevos brotes, difíciles de rastrear.
Mientras que los clubes nocturnos siguen cerrados en Francia debido a la pandemia de coronavirus, las fiestas clandestinas se multiplican en el país.
Alcohol y altavoces es lo esencial en esta zona industrial en París, que se ha transformado en una discoteca al aire libre. Desde el 17 de marzo cuando entró en vigor el confinamiento, la vida nocturna ha quedado paralizada. Y a pesar de las prohibiciones, los organizadores de estas fiestas creen que el distanciamiento social es posible.
"Los humanos necesitan un escape para aliviar el estrés. Así que lo que estamos tratando de hacer es dar a la gente una forma viable de desconexión", dice Shai Hamed, integrante del grupo organizador de fiestas 'Trance Ta Race'.
"Es una exigencia mínima. A la gente se le enseña a ser autosuficiente y responsable de sí misma, y obviamente también de los demás. Volvemos a la solidaridad. Todos cuidamos a los demás", agrega otra colaboradora.
Pero el cumplimiento de las normas sanitarias parece difícil. Estas reuniones no autorizadas constituyen una vía de escape para los jóvenes pero también un riesgo de nuevos brotes, difíciles de rastrear.