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2020: el año en que todo se paró, excepto el calentamiento global

2020: el año en que todo se paró, excepto el calentamiento global
Derechos de autor  Getty Images

El 2020, el año más caluroso desde que se tienen registros, dio fin a la década más calurosa de la historia. Aunque los confinamientos producidos en todo el mundo no han mitigado el calentamiento del clima, la crisis sanitaria mundial podría empujarnos a tomar medidas al respecto.

El año pasado no fue un año cualquiera. Pero mientras nuestras vidas se veían alteradas por una crisis sanitaria y económica que aún continúa, el clima de nuestro planeta siguió su rumbo hacia el calentamiento, que ha alcanzado niveles particularmente altos a lo largo de la última década. Los confinamientos que han tenido lugar en numerosos países reducieron ligeramente las emisiones de gases de efecto invernadero, lo que mejoró la calidad del aire, al menos temporalmente. Pero el mundo en el 2020 siguió registrando temperaturas nunca vistas y condiciones climatológicas extremas, lo que lo ha convertido en lo que los expertos consideran el año más caluroso de la historia, a la par con el 2016, según el Servicio de Cambio Climático de Copernicus (C3S), el primero en publicar estos datos. La Organización Meteorológica Mundial (OMM), combinando cinco conjuntos de datos, confirmó que los años 2020, 2019 y 2016 fueron los años más calurosos registrados, con diferencias mínimas entre dichos conjuntos, lo cual complica la tarea de elaborar una clasificación clara. El cambio climático no se va a detener por que hagamos una breve pausa en nuestras actividades. Pero al obtener nuevas perspectivas sobre lo que implica una crisis mundial, es posible que hallemos impulso para mitigar el cambio climático.

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Las temperaturas mundiales, locales y del océano siguieron en ascenso

En el 2020, la temperatura mundial fue 0,6 °C más alta que la media registrada en el periodo 1981-2010 y en torno a 1,25 °C superior a los niveles preindustriales, según nuevos datos del Servicio de Cambio Climático de Copernicus (C3S) y un reciente informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM). El año también clausuró la década más calurosa jamás registrada, siendo los seis últimos años los más cálidos. «La clasificación de la temperatura de cada año por separado no importa tanto como la tendencia a largo plazo, que demuestra un inequívoco calentamiento del planeta causado por los gases de efecto invernadero generados por el uso de combustibles fósiles», afirma el doctor Omar Baddour, director de servicios de Vigilancia del Clima y Datos Climatológicos de la OMM.

Fuente: Servicio de Cambio Climático de Copernicus/CEPPM
Cambio estimado por década de la temperatura media del aire mundial a dos metros de altura desde el periodo preindustrial según diferentes conjuntos de datos.Fuente: Servicio de Cambio Climático de Copernicus/CEPPM

Hubo grandes zonas de los continentes euroasiáticos con temperaturas notablemente más cálidas que la media. El 2020 fue el año más caluroso para Europa, con casi 0,5 °C más que el 2019 y 1,6 °C más que los últimos 30 años, el periodo de referencia. Las temperaturas en algunas zonas del Ártico y el norte de Siberia experimentaron un ascenso de más de 6 °C con respecto a su media a largo plazo.

«El calor del 2020 fue excepcional a pesar del fenómeno de La Niña, que tiene un efecto refrigerante temporal», señala el doctor Baddour. «Llama la atención que las temperaturas del 2020 fueran prácticamente idénticas a las del 2016, cuando tuvimos uno de los fenómenos de El Niño, que causa calentamiento, más fuertes de los que se tiene registro. Esto indica claramente que las señales mundiales del cambio climático inducido por los humanos son ahora tan potentes como los principales factores de influencia climática naturales».

Las emisiones de gases de efecto invernadero bajan, pero las concentraciones suben

El año pasado, leímos multitud de titulares que celebraban la parte positiva de los confinamientos mundiales: un descenso en los niveles de contaminación y las emisiones de gases de efecto invernadero en algunas de las zonas más industrializadas del planeta. Las concentraciones de óxidos de nitrógeno, monóxido de carbono y dióxido de azufre descendieron en todo el mundo, cuando las restricciones arreciaron en los países. El pasado febrero, los niveles de partículas en suspensión fueron un 20-30 % más bajos en China Oriental, y Europa y Norteamérica registraron caídas similares hasta el mes de abril. En algunas zonas de Sudamérica, las concentraciones de contaminantes se redujeron a la mitad.

Reducción temporal en las emisiones mundiales de CO₂ durante el confinamiento obligado por la COVID-19. Fuente: Global Carbon Project

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Las emisiones de CO₂ también descendieron, aunque solo en un 7 %, de acuerdo con el Global Carbon Project. Un estudio reciente publicado en Nature atribuye la caída en las emisiones de carbono en la primera mitad del 2020, principalmente, a las interrupciones del transporte terrestre y la producción de energía, y no tanto de la industria y la aviación. Los niveles se recuperaron en cuanto las restricciones se relajaron.

Aun así, las concentraciones de CO₂ se elevaron aproximadamente en 2,3 partes por millón (ppm), según demuestran los datos del Servicio de Cambio Climático de Copernicus (C3S). Aunque el índice de crecimiento fue menor que en el 2019, las concentraciones siguieron creciendo en el 2020, confirmando así las tendencias de la última década, en la que los índices de crecimiento de CO₂ estuvieron en torno a las 2 ppm/año, según la OMM. El doctor Gavin Schmidt, director del Instituto Goddard de Estudios Espaciales de la NASA, resume así lo que está pasando: «Las restricciones relacionadas con la COVID sí influyeron en las emisiones de CO₂», afirma el doctor Schmidt. «Pero como en el 2019 lanzamos 10 gigatoneladas de carbono (GtC) a la atmósfera y las profundidades marinas solo retienen unas 2 GtC, […] seguimos emitiendo más de lo que el planeta puede asumir. Por eso, en el 2020, las concentraciones de CO₂ volvieron a subir».

Fuente: Universidad de Bremen para el Servicio de Cambio Climático de Copernicus y Servicio de Vigilancia Atmosférica de Copernicus/CEPPM
Concentraciones mensuales mundiales de CO₂ desde satélites en 2003-2020.Fuente: Universidad de Bremen para el Servicio de Cambio Climático de Copernicus y Servicio de Vigilancia Atmosférica de Copernicus/CEPPM

«La relación entre emisiones (o cuánto expulsamos al aire) y la concentración (lo que hay en el aire) es controlada por el ciclo de carbono del planeta», explica la doctora Oksana Tarasova, jefa del Programa de Vigilancia Atmosférica Global de la OMM. Cerca del 46 % del carbono que emitimos se queda en la atmósfera, mientras que el resto es absorbido por la biosfera y los océanos. Pero el nivel de absorción de la biosfera varía cada año, lo cual incrementa o reduce las concentraciones de CO₂ en torno a 1 ppm, relata la doctora Tarasova. Estas dinámicas complican a los expertos la tarea de distinguir con precisión entre la influencia de la naturaleza y la de la actividad humana. Algunos años generamos más emisiones y la naturaleza puede absorber menos o más, o emitimos menos, pero la naturaleza también absorbe menos carbono. «Hablamos de una huella antropogénica bastante pequeña que puede quedar oculta dentro de una gran variabilidad natural», cuenta Tarasova.

“No combatiremos el cambio climático con el virus”

António Guterres, secretario general de la ONU, empleó esas palabras el pasado marzo para señalar que los confinamientos mundiales no constituyen una estrategia eficaz y sostenible para mitigar el cambio climático. Asimismo, una caída del 7 % en las emisiones de CO₂ tampoco es suficiente para ponernos en la senda hacia la huella de carbono cero, según advierten muchos expertos. Pero este descenso, unido a la premura demostrada por los gobiernos por abordar la crisis sanitaria, sí abre nuevas perspectivas a nuestro enfoque de la crisis climática.

Algunas de las adaptaciones que nos hemos visto obligados a hacer durante los confinamientos podrían ser sostenibles a largo plazo. Expertos de la Universidad de Múnich y el MIT afirman que las conductas no relacionadas con la ralentización económica podrían mantenerse. Seguir con sistemas de teletrabajo, hacer menos viajes de negocios, ir en bicicleta al trabajo y comprar más cerca del hogar o por internet podrían recortar rápidamente las emisiones generadas por los transportes en un 15 % con respecto a las emisiones prepandémicas.

«Lo que demuestra la crisis sanitaria es que es posible, al menos en algunas actividades, reducir las emisiones sin reducir la eficiencia, pero esto debería consolidarse de forma sistemática en lugar de hacerse de forma anecdótica», señala el doctor Vincent-Henri Peuch, director del Servicio de Vigilancia Atmosférica de Copernicus (CAMS). Añade que cada vez hay una mayor parte de la población general que se está dando cuenta de que haría falta que los gobiernos tomasen medidas de mitigación climática más rápidas y contundentes. «Socorrer el sistema climático limitando el crecimiento de las concentraciones de CO₂ llevará mucho tiempo y, entre tanto, las cosas solo irán a peor... por lo que, más que nunca, es preciso tomar medidas rápidas», afirma el doctor Peuch.

© Getty Images
Copernicus© Getty Images

El parón económico del 2020, la oportunidad para empezar de cero en términos climáticos

La recesión económica mundial no favorece las políticas de mitigación climática, según la OMM, pero puede ofrecer una página en blanco sobre la que reconstruir economías más ecológicas. Tras la pandemia, las medidas de estímulo que rescaten los combustibles fósiles y respalden el crecimiento como hasta ahora podrían disparar las emisiones de carbono, como ocurrió en algunos países tras la crisis financiera del 2008. Paquetes de medidas financieras que orientaran el crecimiento hacia una senda más verde, mientras respaldan el PIB y el empleo durante la recuperación de la COVID, nos ayudarían a aprovechar esa hoja en blanco. «De no abordar el problema del cambio climático, el bienestar de las personas, los ecosistemas y las economías podría verse amenazado durante siglos. Los gobiernos deberían aprovechar la oportunidad para incluir medidas medioambientales en los programas de recuperación y asegurarse de que nos recuperemos siendo mejores», afirmó Petteri Taalas, secretario general de la OMM.

Hasta ahora, los gobiernos de todo el mundo han comprometido 12 billones de dólares en paquetes de medidas de recuperación. Aún no está claro qué porcentaje se destinará a inversiones respetuosas con el clima para un crecimiento a largo plazo. En junio del año pasado, Bloomberg estimó que solo el 0,2 % de esa cantidad tenía prioridades medioambientales, aunque están en marcha el Pacto Verde Europeo y otras iniciativas de recuperación ecológica en EE. UU. y otros países. Sin embargo, un reciente análisis del Imperial College apunta más claramente las consecuencias que podrían derivarse de tomar medidas climáticas significativas a medio plazo. Los expertos opinan que, si cada año, los países invirtieran solo el 10 % de esos 12 billones en «planes de recuperación positiva para el clima en el sistema energético mundial», podríamos volver al buen camino para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París.

El año pasado no fue un año cualquiera. Fue una llamada de atención sobre las consecuencias de una emergencia mundial, y sobre lo rápidos y expeditivos que podemos llegar a ser para resolverla. Llega la hora de aplicar a nuestra crisis climática las lecciones aprendidas.