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'Niños en la sombra': perduran las secuelas físicas y psicológicas de los niños rehenes de Hamás

Retratos de niños israelíes secuestrados durante una concentración ante las oficinas de Unicef en Tel Aviv a finales de noviembre para exigir la liberación de los israelíes retenidos como rehenes.
Retratos de niños israelíes secuestrados durante una concentración ante las oficinas de Unicef en Tel Aviv a finales de noviembre para exigir la liberación de los israelíes retenidos como rehenes. Derechos de autor AHMAD GHARABLI/AFP via Getty Images
Derechos de autor AHMAD GHARABLI/AFP via Getty Images
Por Euronews con AP
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Este artículo se publicó originalmente en inglés

Los médicos advierten de que las semanas que estos niños pasaron en cautividad les pasarán aún más factura a medida que continúe el conflicto.

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Tras siete semanas secuestrados en los túneles de Gaza, por fin son libres para reír, charlar y jugar. Sin embargo, algunos de los niños que han vuelto de su cautiverio siguen mostrándose reacios a levantar la voz por encima de un susurro.

En teoría, pueden comer lo que quieran, dormir todo lo que deseen y dejar a un lado sus miedos. En la práctica, en cambio, algunos han tenido que convecerles de que ya no es necesario guardar un trozo de comida.

Un total de 86 israelíes liberados durante una breve tregua entre su gobierno y Hamás están en casa.

Sin embargo, el ataque perpetrado el 7 de octubre por militantes palestinos contra una veintena de ciudades y pueblos ha dejado a muchos de sus hijos sin un hogar al que regresar. Algunos de sus padres han muerto y otros siguen secuestrados, lo que presagia lo difícil que serán los días venideros.

Paso a paso, estos niños, sus madres y abuelas, así como sus familiares, están tanteando el terreno para encontrar un camino hacia la recuperación. Nadie, ni siquiera los médicos y psicólogos que les han estado tratando, está seguro de cómo llegar ni de cuánto tiempo puede llevar.

Tan pronto como los más jóvenes fueron ayudados desde los helicópteros, quedó claro que el cautiverio había sido brutal.

"Parecían sombras de niños", dijo la doctora Efrat Bron-Harlev, del Centro Médico Infantil Schneider, en los suburbios de Tel Aviv, que ayudó a tratar a más de dos docenas de menores.

A algunos no se les había permitido bañarse durante todo su cautiverio. Muchos habían perdido hasta el 15% de su peso total, pero se resistían a comer la comida que les servían.

Yuval Haran, cuya familia celebra el regreso de su madre, su hermana y otras cuatro personas del cautiverio de Hamas, muestra una foto de los rehenes de su familia
Yuval Haran, cuya familia celebra el regreso de su madre, su hermana y otras cuatro personas del cautiverio de Hamas, muestra una foto de los rehenes de su familiaMaya Alleruzzo/The AP

Cuando se les preguntaba por qué la respuesta llegaba en susurros: "'Porque tenemos que guardarla para después'".

Una niña de 13 años contó cómo había pasado todo el cautiverio creyendo que su familia la había abandonado, un mensaje reforzado por sus secuestradores, dijo Bron-Harlev.

"Me dijeron que ya no le importabas a nadie. Nadie te busca. Nadie quiere que vuelvas. Se oyen las bombas por todas partes. Lo único que quieren es matarte", dijo la niña.

Después de soportar semejante experiencia, "no creo que sea algo que te abandone", explica la doctora Yael Mozer-Glassberg, que trató a 19 de los niños liberados. "A partir de ahora forma parte de la historia de tu vida", prosigue.

En los días transcurridos desde la liberación de los rehenes, casi todos han salido de los hospitales y se han reunido con sus familias, incluso algunos han sido recibidos de nuevo por miles de simpatizantes.

Los médicos y otras personas encargadas de tratar a los exrehenes pasaron semanas preparando su regreso. Pero la realidad de atender a tantas personas que han soportado situaciones tan extremas ha dejado atónitos a los médicos, empezando por la reticencia de muchos niños a hablar.

"La mayoría habla de que necesitan estar muy callados. En todo momento. No levantarse. No hablar. Por supuesto, no llorar. No reír. Sólo estar muy, muy callados", dijo Bron-Harlev.

"Lo que han pasado estos niños es sencillamente inimaginable".

A pesar de ello, a veces algunos parecen estar prosperando.

Noam Avigdori, de 12 años, que fue liberada con su madre, ha pasado la última semana intercambiando bromas con su padre, reuniéndose con amigos e incluso se ha aventurado a salir a una tienda.

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"Cuando le digo: 'Noam, haz esto, ve a hacer aquello', me dice: 'Papá, ya sabes lo que me ha pasado'. Y sabe que puede exprimir ese limón y.... lo está disfrutando", dijo su padre, Hen Avigdori, en una entrevista.

Pero también hay noches en las que su hija se despierta gritando, añadió.

Sharon Hertzman, derecha, abrazando a su esposo Hen Avigdori mientras se reúnen en el Centro Médico Sheba en Ramat Gan, Israel el 25 de noviembre
Sharon Hertzman, derecha, abrazando a su esposo Hen Avigdori mientras se reúnen en el Centro Médico Sheba en Ramat Gan, Israel el 25 de noviembreHaim Zach/AP

Casi todos los que han sido liberados han dicho poco públicamente sobre las condiciones de su cautiverio. Sus familias afirman que las autoridades les han dicho que no revelen detalles de su tratamiento individual, por temor a poner en mayor peligro a los que siguen retenidos.

Las entrevistas con sus familias, médicos y profesionales de la salud mental, así como las declaraciones publicadas por funcionarios y otras personas, dejan claro que, aunque todos los rehenes sufrieron, sus experiencias en cautividad variaron significativamente.

Algunos estaban aislados de sus compañeros. Otros, como Noam Avigdori y su madre, Sharon, fueron retenidos junto a familiares, lo que hizo posible que la niña de 12 años actuara como una especie de hermano mayor para los jóvenes primos que estaban retenidos con ella.

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Dani Lotan, psicólogo clínico de Scheider que trató a algunos de los antiguos rehenes, afirma que "todos los que estaban con un familiar o con amigos se encontraban mucho mejor" cuando fueron liberados.

Sin embargo, esto varía incluso dentro de una misma familia.

En las semanas que estuvieron encarcelados, Danielle Aloni y su hija de 5 años, Emilia, entablaron una estrecha amistad con uno de los trabajadores tailandeses encarcelados, Nutthawaree Munkan. La semana pasada, después de que todos fueran liberados, la niña cantó a un encantado Munkan cuando se reunieron en una videollamada, recitando los números que aprendió en tailandés durante el cautiverio.

Pero los primos de Emilia, gemelos de 3 años, lo están pasando mal desde su regreso.

Danielle Aloni se ríe junto a su hija Emilia Aloni mientras se encuentran con familiares en el Centro Médico Infantil Schneider, Israel, después de su liberación
Danielle Aloni se ríe junto a su hija Emilia Aloni mientras se encuentran con familiares en el Centro Médico Infantil Schneider, Israel, después de su liberaciónSchneider Children's Medical Center Spokesperson via AP

En cautiverio, Sharon Aloni estuvo retenida con su marido y una de sus hijas gemelas en una pequeña habitación, junto con otras ocho personas aproximadamente. La pareja pasó "10 agonizantes días" creyendo que habían matado a su otra hija, cuando se la llevaron poco después de entrar en Gaza.

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Eso duró hasta el día en que Sharon insistió a su marido en que podía oír los gritos de su hija desaparecida, Emma. Minutos después, una mujer apareció sin dar explicaciones para llevarles a la niña, un feliz reencuentro que permitió a madre e hijas permanecer juntas durante el resto de su cautiverio; pero un par de días antes de ser liberadas, se llevaron al padre de las niñas, que sigue en paradero desconocido.

Ahora que son libres, las niñas se despiertan llorando en mitad de la noche, cuenta Moran Aloni. Emma no permite que nadie se aparte de su lado. Se han acostumbrado a volver a hablar con volumen, pero su madre sigue susurrando.

Muchos ex ehenes han relatado que les daban escasas cantidades de comida, aunque las raciones parecían variar de un grupo a otro con pocas explicaciones.

Una familia contó a los médicos que a las 10 de la mañana les daban una galleta con té y, de vez en cuando, un dátil seco. A las 5 de la tarde les servían arroz. No era suficiente, pero día tras día de preocupaciones les marchitaba el apetito.

Una niña de 15 años contó que no comió durante días para poder dar su parte de la comida a su hermana de 8 años.

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Algunos de los 23 rehenes tailandeses liberados recientemente contaron a los cuidadores que a cada uno le daban aproximadamente medio litro de agua y luego tenían que hacer que durara tres días. A veces, dijeron, era agua salada.

Un grupo de antiguos cautivos declaró que sólo se les había permitido bañarse tres veces en siete semanas con cubos de agua fría, pero, según los médicos, uno de los niños no se bañó nunca.

Según los médicos, el proceso de recuperación de un trauma tan prolongado será lento y gradual. Aunque los adultos puedan procesar mejor lo que han vivido en comparación con los niños víctimas, su recuperación plantea sus propios problemas.

Muchos, sobre todo los mayores y los enfermos, siguen débiles tras haber perdido mucho peso debido a las escasas raciones que les proporcionaron sus captores. Cuando hablan, sus familias escuchan notas de resistencia, pero también de fragilidad.

Shoshan Haran hablando por teléfono a su llegada a Israel después de ser liberada
Shoshan Haran hablando por teléfono a su llegada a Israel después de ser liberadaIsrael Prime Minister Office/AP

Yaffa Adar, de 85 años, superviviente del Holocausto que fue secuestrada en su kibutz y trasladada a Gaza en un carrito de golf, habla largo y tendido con su familia sobre su cautiverio. Según su nieta, Adva Adar, los días transcurridos desde entonces han sido cada vez más difíciles para ella y para la comunidad que tanto apreciaba.

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"Es increíblemente fuerte mentalmente, pero puedes ver cómo el infierno se metió en su alma", dijo la menor de las Adar. "Está en su forma de ver el mundo, de ver a la gente".

En los hospitales, los médicos, los trabajadores sociales y los psicólogos tuvieron cuidado al hablar con los antiguos rehenes, para no magnificar su trauma.

Sin embargo, a medida que vuelven a casa, tanto los niños como los adultos se enfrentan a las secuelas del atentado de octubre que el cautiverio les ocultó.

Durante las siete semanas que estuvo retenida, Shoshan Haran, sus hijas y sus nietos tuvieron que preguntarse qué le había ocurrido a su marido.

"Tuvimos que decirles que habían asesinado a mi padre", dijo Yuval Haran.

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En los próximos días, los expertos afirman que los rehenes y sus familias se plantearán cómo seguir adelante sin los que murieron o siguen desaparecidos, pero para la mayoría es demasiado pronto.

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