En la zona árida y montañosa de Achin, en el este de Afganistán cayó la bomba GBU-43.
En la zona árida y montañosa de Achin, en el este de Afganistán cayó la bomba GBU-43. El proyectil no nuclear más potente en el arsenal estadounidense y que acabó con la vida de al menos 36 miembros del autodenominado Estado Islámico.
El objetivo del ataque era destruir un complejo de túneles construido por los muyahidines durante la invasión soviética y mejorado por los yihadistas.
“Es el arma correcta para el objetivo correcto. Quiero dejarle claro a los afganos que nuestras fuerzas están tomando todas las precauciones posibles para evitar que haya víctimas civiles”, decía el jefe de las fuerzas estadounidenses en Afganistán, el comandante John W. Nicholson.
Según las autoridades de la región, todas las partes del complejo, de unos 300 metros de largo quedaron completamente destruidas en el bombardeo. Anteriormente se había atacado la base con drones y se habían emprendido operaciones terrestres sin resultado.
“El Dáesh tenía bases en esa zona y bastante actividad en esos lugares. La explosión de anoche fue enorme. Cuando cayó todo empezó a temblar y creo que murieron unos 70 u 80 de ellos. Ha sido un movimiento positivo para acabar con el Dáesh. No había ningún civil en la zona”, declaraba un testigo del ataque.
El ataque con la llamada “madre de todas las bombas” ha sido criticado por el expresidente afgano Hamid Karzai, que ha dicho que los estadounidenses están utilizando su país como un campo de pruebas de nuevas armas muy peligrosas.