Más de 180 casas ya han quedado sepultadas bajo la lava y 6000 personas han sido desalojadas de sus hogares.
PUBLICIDADLas imágenes proporcionadas a Euronews por el Instituto Geológico y Minero de España (IGME), hablan por sí solas. El volcán de Cumbre Vieja sigue rugiendo y la lava sigue avanzando inexorablemente hacia el mar en la isla española de la Palma.
Aunque ahora lo hace a menos velocidad de la prevista, unos 120 metros por hora, lo que retrasará aún más de lo esperado su llegada al mar, siempre ante la atenta mirada y control de equipos como la Unidad de Respuesta Geológica de Emergencias, el Servicio de Trabajos Aéreos del IGME y los servicios de riesgos geológicos de la oficina de Canarias del mismo instituto.
La pequeña localidad de Todoque, completamente desalojada, es la nueva víctima de una colada ante la que solo se puede mirar. Algunos, de hecho, se acercan demasiado a hacerlo, a pesar de los ruegos de las autoridades y de muchos vecinos.
"Hay mucha gente que está pensando que esto es un espectáculo", se lamentaba un palmero. "Y no, aquí la gente está perdiendo sus casas. Yo he tenido la suerte de que la mía no se ha visto afectada, pero la gente se está tomando esto a cachondeo, y hay que tener un poco de consideración".
Evolución impredecible
Más de 180 casas han sido ya sepultadas por la lava, que cubre hasta ahora 106 hectáreas de terreno y que ha obligado a desalojar a casi 6000 personas. En daños, los números ascenderán a 400 millones de euros. Cifras todas ellas que pueden seguir aumentando, pues nadie sabe a ciencia cierta cuándo dejará de brotar magma. El Gobierno es consciente de que queda mucho trabajo por delante, como confirmaba a la prensa el propio Pedro Sánchez.
"La gestión de la crisis no termina cuando la lava llegue al mar", recordaba en su comparecencia el presidente del Gobierno. "Llegará cuando la Palma haya recuperado su normalidad y hayamos logrado entre todas las administraciones reconstruir todo aquello que vayan a destrozar o que han destrozado ya el volcán y la lava".
La posible aparición de nuevas bocas, la lluvia de ceniza, los cambios de dirección de las coladas o la emanación de gases tóxicos una vez la lava entre en contacto con el mar son otros de los muchos desafíos ante los que autoridades y palmeros tendrán que hacer frente los próximos días o semanas.