La minoría rusa del pueblo noruego de Kirkenes, situado a unos 15 kilómetros de la frontera con Rusia, se ha dividido en dos desde el comienzo de la guerra en Ucrania y sufre las consecuencias de las sanciones.
Las sanciones contra Rusia en respuesta a la guerra en Ucrania están afectando especialmente a un pequeño pueblo noruego, Kirkenes. En la localidad, que está situada a aproximadamente 15 kilómetros de la frontera con Rusia, viven unos 400 rusos que, desde que empezó la invasión rusa de Ucrania, se han dividido en dos grupos.
En la calle peatonal del centro del pueblo, partidarios y opositores de Putin se enfrentan frente al centro cultural. El oponente ruso más visible del pueblo pintó su coche con los colores de Ucrania, mientras un poste fronterizo ruso, que fue traído a Kirkenes como una obra de arte, ha recibido una paliza.
"Este poste fue movido. Así que lo volvimos a colocar y la semana siguiente fue derribado y ahora hay una parte que está desconchada y entendimos que este poste fronterizo realmente está despertando emociones en la gente, por lo que alguien no está contento con este poste", comentó a Euronews Evgeny Goman, el productor de Pikene paa Broen, un colectivo de curadores y productores con sede en Kirkenes.
La proximidad con Rusia
La proximidad del pueblo con Rusia es muy evidente en la localidad. Para los turistas que vienen de compras, algunos de los carteles están en ruso. No obstante, las ventas en las tiendas se han desplomado porque son muy pocos los rusos que las visitan.
"Uno de mis mejores amigos me considera casi como su enemigo ahora porque no apoyo lo que está haciendo mi país de origen", apuntó a Euronews una comerciante de souvenirs de la localidad, Ludmilla Wille.
El comportamiento del consulado ruso en Kirkenes, en particular la colocación de coronas de flores en el monumento que rinde homenaje a soldados soviéticos que expulsaron a los alemanes del pueblo al final de la Segunda Guerra Mundial, está provocando indignación entre los habitantes.
Mientras tanto, a consecuencia de las sanciones, la empresa más importante de Kirkenes, un astillero que reparaba barcos pesqueros rusos, ha perdido clientes.