Las nuevas amenazas de Donald Trump contra Venezuela reavivan el recuerdo de la invasión estadounidense de Panamá en 1989. La creciente presión sobre Nicolás Maduro, el debate interno en EE.UU. y las comparaciones históricas alimentan el temor a una posible intervención militar.
Las amenazas del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de lanzar incursiones terrestres contra cárteles del narcotráfico en Venezuela han reactivado uno de los recuerdos más incómodos de la política americana: la invasión estadounidense de Panamá en 1989. La retórica de Washington, cada vez más agresiva, y el aislamiento creciente de Nicolás Maduro han creado un clima que algunos en la región consideran inquietantemente familiar.
Trump declaró esta semana que los ataques comenzarían "muy pronto", prometiendo "acabar con esos hijos de p***". Estados Unidos lleva meses ampliando una operación naval destinada a interceptar supuestas narcolanchas en el Caribe y el Pacífico. Aunque oficialmente dirigida al narcotráfico, la ofensiva ha servido para colocar a Venezuela en el centro del radar militar estadounidense.
Ese mismo tipo de justificación, es decir, la necesidad de proteger a ciudadanos de Estados Unidos y frenar a un régimen presuntamente vinculado al narcotráfico, fue la que precedió la entrada de tropas en Panamá hace más de tres décadas.
El paralelismo no es casual. En ambos casos, Washington ha construido la figura del líder enemigo como un actor criminal antes que político. Manuel Noriega fue presentado como un dictador narcotraficante que ponía en riesgo la seguridad estadounidense.
Hoy, el discurso sobre Maduro sigue un patrón parecido: un gobernante acusado de complicidad con redes criminales, incapaz de controlar su territorio y convertido en una amenaza regional. La narrativa facilita un marco legal y moral para una eventual intervención, al tiempo que reduce el margen de maniobra del líder señalado.
Maduro, contra las cuerdas
La información filtrada sobre una llamada reciente entre Trump y Maduro ha añadido otra capa a la comparación. Según medios estadounidenses, el mandatario venezolano habría pedido amnistía para él y su esposa, Cilia Flores, a cambio de dejar el poder. La supuesta negativa estadounidense ha despertado ecos de 1989, cuando Washington presionó sin éxito a Manuel Noriega para que renunciara y abandonara el país antes de que la crisis escalara.
Aunque no existen pruebas de que el general panameño solicitara garantías personales formales, sí quedó claro que las tentativas de una salida negociada se estrellaron ante su resistencia. En ambos episodios, la Casa Blanca interpretó esa falta de acuerdo como una señal de que el gobernante estaba políticamente acorralado, y reafirmó su decisión de no ofrecerle un camino que preservara su permanencia en el poder.
La dimensión militar también ofrece paralelos que muchos analistas destacan con inquietud. Antes de la invasión de Panamá, Estados Unidos había incrementado su presencia en la región. La operación Causa Justa fue presentada como una acción rápida, necesaria y limitada. Si bien Venezuela no es Panamá, ni en tamaño, ni en capacidad militar, ni en importancia estratégica, el patrón de escalada retórica y preparación operativa sugiere que Washington se está moviendo dentro de una lógica conocida: primero la presión diplomática, luego el señalamiento criminal y finalmente la insinuación de fuerza.
¿Qué piensan los estadounidenses y la oposición venezolana?
Algunos sectores de la oposición venezolana parecen ver con buenos ojos una reedición, incluso a mayor escala, de lo ocurrido en Panamá en 1989. El dirigente exiliado Leopoldo López ha expresado abiertamente su respaldo a una intervención estadounidense que desaloje del poder a Nicolás Maduro, acusado por amplios sectores internacionales de haber manipulado las últimas elecciones presidenciales.
Sin embargo, tanto analistas independientes como figuras afines a Trump advierten que Venezuela no es Panamá: es un país 12 veces más grande, con una geografía más desafiante y una crisis política mucho más enmarañada, factores que complicarían enormemente cualquier operación militar.
Las dudas frente a una posible acción armada también se han hecho sentir dentro de Estados Unidos. El presentador Tucker Carlson alertó recientemente que el país podría estar "a punto de embarcarse en otra guerra de cambio de régimen", evocando el recuerdo de Irak como ejemplo de intervenciones que terminan mal. "Nunca funciona, pero al parecer lo haremos de nuevo", dijo. Su escepticismo coincide con el sentir de la opinión pública: una encuesta de YouGov muestra que casi la mitad de los estadounidenses se opone a derrocar a Maduro por la fuerza, mientras solo el 18% respalda esa opción.