Las huelgas paralizaron partes del Metro de París y afectaron otros servicios públicos, aumentando la tensión.
Las manifestaciones se llevaron a cabo en todo el país, reflejando la indignación por ocho años de políticas proempresariales que, según los críticos, han perjudicado a los trabajadores y beneficiado solo a unos pocos. Los manifestantes exigieron al Gobierno que abandonara los planes de recortar el gasto en servicios públicos, medidas destinadas a abordar el creciente déficit presupuestario de Francia.
El malestar surge mientras el presidente del Gobierno, Sébastien Lecornu, y el presidente Macron enfrentan una creciente presión en el parlamento y en las calles. Las protestas del jueves tenían la intención de aumentar la presión sobre el Gobierno mientras busca impulsar sus planes económicos.
