Olav Mathis Eira, pastor de renos en Noruega: “Estos renos tienen casi un año. En invierno estaban muy débiles, así que tuvimos que traerlos aquí para alimentarlos a mano. El resto del rebaño está en los pastos de invierno, en el lado sueco de la frontera.
He visto muchos cambios durante los últimos 20 años. A finales de los 80 y en los 90 lo pasamos muy mal. El clima, de repente, se volvió mucho más duro. Llovía mucho más y lo peor es que empezó a llover en invierno. Con tanta helda, deshielo, y de nuevo más heladas, los renos tuvieron graves problemas.
Tienen que escarbar hasta el liquen, y si la nieve es demasiado compacta o está demasiado helada, no consiguen llegar hasta su alimento y pueden morir de hambre.
Perdimos a muchos de ellos. Dos terceras partes del rebaño en esta zona. El número de renos cayó por todo el Polo Norte, en el Ártico. En Siberia, Alaska, Canadá, Groenlandia… las cifras disminuyeron en todas partes durante los 90.
Teníamos que hacer algo. No podíamos quedarnos de brazos cruzados, viendo a los renos morir de hambre. Empezamos a comprar alimento industrial, piensos. Era la única manera de salvarles la vida.
Al principio perdimos bastantes, porque no estaban acostumbrados a este tipo de comida manufacturada.
Tuvimos que enseñarles a comer. Les poníamos el pienso en la boca, para que lo saboreasen y entendiesen que era comida. Al principio no comprendían para nada que lo fuese.
Cada año perdemos mucha tierra de pastoreo aquí en Escandinavia. Un Ártico más cálido es más fácil de invadir. Significa más industria establecida en estas tierras. Una novedad son estos molinos de viento, y se han levantado en tierras de pastoreo de renos. En cierto modo, se duplican los efectos del cambio climático.
El pastoreo de renos es esencial para la cultura sami, porque los pastores mantienen vivas las tradiciones, la lengua y la música.
Si desaparece el pastoreo de renos, esto tendrá enormes consecuencias en toda la cultura sami.