En el lado austriaco de la frontera austro-húngara todo está bastante organizado para acoger a los refugiados que van llegando. En el puesto de
PUBLICIDAD
En el lado austriaco de la frontera austro-húngara todo está bastante organizado para acoger a los refugiados que van llegando. En el puesto de Nickelsdorf, los recién llegados esperan a los autobuses que les llevarán a las zonas de tránsito de Viena aunque algunos de ellos prefieren utilizar otro tipo de transporte por temor a que les conduzcan a campos de refugiados.
“Empecé hace una semana con un amigo y la semana pasada llevamos a una familia siria. Eran dos bebés, una chica joven, la madre y el padre. Utilizamos nuestro dinero para ayudarles, para comprarles comida y ropa y les dejamos que se ducharan en nuestra casa”, decía el voluntario Johan Steiner.
Johan al igual que Bernhard Eggerer-Sauer llevan semanas ayudando desinteresadamente a los refugiados a llegar a la capital.
“Nunca les he pedido dinero. No cojo el dinero de gente que no tiene. Tenemos demasiado en Europa y les podemos dar bastante. Desde mi punto de vista, pedirles dinero es un crimen”, añadía Bernhard.
Algunos taxistas están haciendo su agosto con este flujo constante de refugiados. Muchos de ellos piden entre 150 y 200 euros por un trayecto de menos de 70 kilómetros. Ha habido gente a la que le han llegado a cobrar hasta 800 euros.