Casi 90.000 personas de la minoría musulmana birmana de los rohinyá han entrado en Bangladés en apenas diez días, según Naciones Unidas. Huyen de la violencia desatada en la antigua Birmania, un país mayoritariamente budista que no reconoce ni sus derechos, ni tan siquiera su ciudadanía.
Desde hace semanas, el Ejército birmano lleva a cabo una ofensiva en el estado de Arakán, tras el ataque sufrido por una docena de comisarías de policía y una base militar. Acción que atribuyen a milicianos rohinyá.
Esta escalada de violencia ha provocado al menos 400 muertos.
En el campo diplomático, la presión aumenta sobre Aung San Suu Kyi, la Premio Nobel de la Paz y Consejera de Estado birmana, a quien numerosos países acusan de hacer oídos sordos a la situación de los rohinyá.
Otra Premio Nobel de la Paz, Malala Yousafzai, ha criticado su silencio y ha pedido a San Suu Kyi que condene la forma “trágica y violenta” en la que los rohingyá son tratados.
My statement on the #Rohingya crisis in Myanmar: pic.twitter.com/1Pj5U3VdDK
— Malala (@Malala) 3 de septiembre de 2017
Además de Bangladés, otros países advierten de la crisis humanitaria que se avecina. Pakistán pide a las autoridades birmanas que investiguen las informaciones que hablan de “masacre”. Turquía habla de “genocidio”, y en Indonesia las manifestaciones de protesta ante la embajada de Myanmar se suceden.
Con Reuters